La Cafetería Alameda cerró sus puertas como establecimiento de hostelería a mediados de 1977 (Archivo Histórico Provincial)
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El domingo 25 de enero de 1976 fue día de elecciones municipales. Se trataba de elegir alcaldes como consecuencia de la nueva Ley de Régimen Local. Una elección todavía restringida pues para presentarse como candidato había que reunir una conjunto de requisitos perfectamente calculados por el Poder, lo que de entrada no dejaba de ser un filtro en toda regla. El caso es que aquella mañana el ayuntamiento de la capital celebró pleno extraordinario con un único punto en el orden del día. Tres fueron los candidatos: José Luis Calvo Morales, Fidel Carazo Hernández y Domingo Hergueta Modrego, que a última hora amagó con retirarse al haber fracasado –según sus propias palabras- los propósitos y los resultados de sus intenciones de presentarse a la elección. O lo que es lo mismo, si se lee entre líneas, cabe suponer que no contaba con los apoyos suficientes entre los concejales, que eran los que votaban. El elegido una vez resuelto por la Junta Local del Censo el empate a votos entre José Luis Calvo y Domingo Hergueta fue el conocido periodista soriano y dueño del periódico Soria-Hogar y Pueblo Fidel Carazo Hernández, un hombre reivindicativo y carismático donde los hubiera, que no se casaba con nadie. Era, por simplificar, la referencia de la Soria no oficial y crítica que tantos seguidores aglutinaba identificados con una peculiar manera de actuar.
A la semana justa de su elección, esto es, el 1 de febrero, tomaba posesión de la alcaldía en un momento especialmente complicado pues todavía no se había cumplido un mes desde que el Gobierno de la Nación había aprobado la construcción del Centro de Investigación Nuclear del que el propio Carazo entonces Procurador en Cortes y con estrecha relación personal con el Ministro de Industria, Carlos Pérez de Bricio, se erigió en uno de los principales y más entusiastas valedores, si no el que más, del proyecto más controvertido de la historia moderna de Soria.
Fidel Carazo permaneció poco más de un año al frente de la Corporación Municipal. Fue un periodo convulso plagado de desencuentros, broncas y tensiones en el que no faltaron mociones por la falta de confianza para seguir en el cargo y la dimisión de concejales. Una situación que no estará demás contextualizar en la complejidad del momento que se vivía tras la muerte muy pocos meses antes del Caudillo y el afán indisimulado de quienes se sentían atraídos por la política que aun sin saber por dónde podía discurrir el futuro trataban de estar bien posicionados en aquellos momentos iniciales del posfranquismo especialmente inciertos.
La ejecutoria de Fidel Carazo al frente del ayuntamiento de la ciudad apenas se tradujo en realidades tangibles, no porque, conociéndole, él no lo intentara cada instante, sino más bien porque las preocupaciones de los sorianos, como en general las de los españoles, caminaban por senderos alejados de los del día a día y sí por las expectativas del futuro más inmediato acompañadas en el ámbito de lo local de una fuerte y continuada conflictividad laboral y en determinados momentos incluso social con el citado Centro de Investigación Nuclear como telón de fondo.
De todos modos, y aunque no fueran actuaciones municipales en sentido estricto, durante su breve mandato se sometió a información pública el Plan Parcial de Ordenación del Polígono Industrial de Las Casas que Carazo había defendido en su día con uñas y dientes en otro lugar, en Valcorba; se restauraron los frescos de la ermita de san Saturio y el Instituto Nacional de Previsión cedía unos terrenos para la construcción de una residencia para pensionistas en el Alto de la Dehesa. A mediados de 1977, al sufrir un incendio, cerraba sus puertas la Cafetería Alameda, uno de los establecimientos más acreditados y frecuentados de la época. Carazo, látigo del poder, tuvo que convivir como alcalde con dos Gobernadores: Vicente Segrelles Chillida y Román Ledesma Rodríguez, su sustituto, que llegó apenas tres meses antes de que Fidel Carazo presentara la renuncia al cargo de alcalde para presentarse a las Elecciones Generales del 15 de junio de 1977, en las que obtuvo el acta de senador, por más que continuara conservando el escaño de concejal hasta su dimisión en diciembre de ese mismo año.