Curva de la Cuesta de la Dehesa Serena con la rampa del túnel a la izquierda (Joaquín Alcalde)
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Entre los proyectos inmediatos del ayuntamiento de la ciudad está la reordenación de la plaza del Carmen (Ramón Ayllón en el callejero) y la de las Cinco Villas, o sea el parque de La Arboleda como comúnmente conocen (conocemos) los sorianos, que según lo que se ha anunciado se llevará por delante el túnel peatonal que posibilita cruzar con garantías de seguridad la Cuesta de la Dehesa Serena, a la altura del colegio.
Hasta que en los últimos días del mes de mayo de 1990 se inauguró y entró en servicio la Variante Norte, la Cuesta de la Dehesa Serena era la carretera general de Zaragoza (N-122) y tramo común con la de Calatayud y Teruel (N-234), o lo que es lo mismo el único acceso a la ciudad por el este con una importante intensidad tráfico y no menos accidentes, algunos de ellos verdaderamente graves, que recuerdan especialmente los vecinos del barrio. El atropello de una niña, que perdió la vida, encendió todas las alarmas y fue el detonante para que por fin en los primeros años ochenta el ayuntamiento de la ciudad y el Ministerio de Obras Públicas se plantearan la urgencia de dar solución a un problema que se había enquistado y no había manera de resolver.
Durante algún tiempo estuvo dándosele vueltas al asunto hasta que el 18 de mayo de 1982 la Comisión Provincial de Gobierno, una especie de Consejo de Ministros de carácter provincial formado por los máximos representantes de los organismos de la Administración Central del Estado en la Provincia que presidía el Gobernador Civil, conoció la Resolución de la Dirección General de Carreteras por la que se anunciaba el concurso-subasta para la construcción de un paso inferior para peatones en el Colegio “La Arboleda” con un presupuesto que superó los nueve millones setecientas mil pesetas (poco más de cincuenta y ocho mil euros).
La obra se ejecutó sin ninguna incidencia reseñable pero nada más terminarse cundió la impresión, como así fue, de que lo que se había planteado como una solución no dejó de ser el origen un nuevo problema pues enseguida empezó a planear la fundada duda sobre el verdadero uso del paso subterráneo, que no pasaba precisamente por el de prestar al colegio el servicio que demandaba, más bien al contrario, y terminó siendo un lugar habitual de las prácticas más variadas –las menos de tránsito-, de ahí que desde el primer momento hubiera serias reticencias en utilizarlo para la que fue concebido. Al cabo del tiempo se acometieron algunas obras de adecentamiento e incluso se construyó un rampa para salvar las escaleras, tarea inútil porque el destino llevaba tiempo escrito, en realidad desde el primer momento.
En 2009 se instalaron los polémicos semáforos, pero esta es otra historia.