Un escaparate con motivos sanjuaneros (Alberto Arribas)
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Estos días se está hablando en la ciudad de montaje de escaparates con la socorrida excusa de la proximidad de los sanjuanes.
En Soria hubo un tiempo en que llegó a ser casi un hábito «ir a ver los escaparates». Era una de las ofertas, a falta de otras más atractivas, que se hacía a los sorianos para ocupar su tiempo libre. Por eso la costumbre de poner los escaparates siempre fue algo más que una actividad propia del negocio, lo más parecido a un ritual, especialmente en las entonces llamadas tiendas de tejidos. Los cambiaban varias veces a lo largo del año pero había unas fechas en las que el escaparatista se esmeraba más y volcaba toda su capacidad creativa. Ocurría en celebraciones señaladas como pudieran ser las Navidades, Semana Santa y las fiestas tanto de San Juan como de San Saturio, que era cuando se desplegaba un verdadero alarde, en cada caso con motivos alusivos a la celebración de que se tratara.
En cualquier caso, y con independencia de los escaparates que se montaban en las fechas más señaladas, la realidad es que entonces, como hoy, servían para que en las semanas que precedían a las fiestas de San Juan se pudieran ver expuestos cada año los cachirulos (moñas se repetía invariablemente en la gacetilla que publicaba la prensa) y las banderillas de cada una de las cuadrillas. De manera ordinaria, asimismo, se exponían los trofeos deportivos de la competición por poco relevante que fuera, los mantones de Manila de cualquier certamen y, con carácter general, todo aquello que se quisiera que vieran las gentes de la ciudad.
Con el paso de los años, sin embargo, hay muestras puntuales en toda esta problemática de exponer lo que fuera que no se han olvidado. Porque, efectivamente, todavía se recuerda haber visto en el escaparate de una de las tiendas del Collado la maqueta de la plaza de toros que en los años cincuenta quiso construir el ayuntamiento en la ladera del Mirón, detrás de la Concatedral de San Pedro cuando al Gobernador de la época le entró una preocupación irrefrenable por la aglomeración que registraba el coso de San Benito el Viernes de Toros y la endeblez de la estructura del edificio. Del mismo modo que el trofeo Martini Rossi, destinado cada temporada al equipo de fútbol de Primera División que hubiera logrado una determinada marca deportiva en el campeonato de Liga, que coincidiendo con la primera temporada del Numancia en Segunda División estuvo expuesto al público en el escaparate central de uno de los comercios más representativos de la época, si no el que más, como era el de Evaristo Redondo, en pleno Collado, frente al Torcuato. Y, en fin, en los escaparates de un céntrico comercio se mostró al público el proyecto de ampliación del Soto Playa con un campo de deportes y una piscina que no llegaron a construirse, si es que no la maqueta de la Casa Sindical, reconvertida en sede de los sindicatos democráticos y de la patronal.