Cartel anunciador del Primer Salón del Toro
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Qué duda cabe que uno de los movimientos culturales más importantes y representativos de la Soria de los años sesenta fue el del añorado grupo SAAS (Sociedad de Artistas Actuales Sorianos), que removió los cimientos del descarado dirigismo que imperaba. Un colectivo progresista y reivindicativo donde los haya habido en la segunda mitad del siglo XX que desplegó una actividad intensa y prolongada en el tiempo hasta dejar una profunda huella.
El Salón del Toro fue la actividad más emblemática si es que no la que polarizó la atención de la población soriana del momento que cabalgaba a lomos de un oficialismo caduco y comenzaba a evidenciar muestras de cansancio y por qué no, de cambio.
La materialización del Salón del Toro no fue una empresa fácil. Al contrario, estuvo salpicada de infinidad de zancadillas que los promotores del proyecto supieron salvar con habilidad y astucia merced a sus buenos oficios pero sobre todo a la perseverancia en favor de un proyecto que pretendían y tenían que sacar adelante con argumentos lo suficientemente creíbles que se resumía en uno más prosaico que no fue otro sino que la muestra constituyera “para Soria lo que en variados aspectos artísticos-culturales, de atracción turística son, por ejemplo los conciertos de música sacra en Cuenca, los festivales cinematográficos de San Sebastián y los de cine religioso en Valladolid, o, en otro orden de cosas, los festivales de la canción de Aranda [de Duero] y Benidorm” (referencia de primer orden de aquellos veranos de antaño), escribió Antonio Ruiz, promotor y principal artífice de la novedosa iniciativa cultural.
Pues bien, este grupo inconformista consiguió que la noche del primer día de las fiestas de San Saturio de 1966, es decir, el sábado 1 de octubre, se abriera la muestra en una de las salas del Palacio de los Condes de Gómara merced, al menos eso es que se dijo para cuando menos guardar las formas, al patrocinio del ayuntamiento de Soria, la Diputación Provincial, la Comisión Provincial de Información, Turismo y Educación Popular, la mujer de Cela, Rosa Conde, y el Centro Soriano de Zaragoza, y la colaboración del Cine-Club Soria, de la Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto Nacional de Enseñanza Media (el más tarde rebautizado como Antonio Machado), el Centro de Iniciativas y Turismo de Medinaceli y la Peña Taurina Soriana, según el catálogo editado. Aunque la realidad fuera otra porque los organizadores dejaron reiterada constancia pública de “la falta de apoyo tanto moral como económico”.
Al acto inaugural, presidido por el que asimismo lo era del Salón del Toro, el escritor y académico (más tarde Premio Nobel) Camilo José Cela, asistieron las primeras autoridades provinciales y locales, además de “artistas y periodistas nacionales y extranjeros y el pueblo llano”, escribió Fidel Carazo en Soria-Hogar y Pueblo, periódico éste que dispensó una amplia cobertura al certamen, al que concurrieron con más de un centenar de obras 76 prestigiosos artistas españoles y extranjeros representando a once países entre los que figuraban los autores sorianos Antonio Ruiz Ruiz, Antonio de la Cruz, Juan Chuliá, Miguel García, Jaime Andrés, Pedro Millán Lapresta, Marcos Molinero, Andrés Palacios, José María Sainz Ruiz y Ulises Blanco, citados según el orden de inserción en el catálogo editado.
Pero si la puesta en largo había estado revestida de boato, no ocurrió otro tanto con la clausura pues según ha recordado Antonio Ruiz en infinidad de ocasiones, un buen día –a comienzos del año 1967- se presentó en la sala un grupo de operarios municipales con la orden expresa del alcalde de retirar las obras y de cerrar el local antes de que finalizara la exposición; en el trajín, los promotores denunciaron la desaparición de algunos cuadros sobre cuyo paradero circularon y siguen circulando diversas versiones. Alguna de estas pinturas pudo verse hace ya unos años en una muestra que nada tenía que ver con el Salón del Toro.