El molinete en una imagen tomada en 2007 (Rodolfo Castillo)
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Desde hace unos pocos años los sorianos tenemos una nueva excusa para frecuentar el entorno del Duero, por cualquiera de las márgenes.
A raíz de la última intervención, hace ya algún tiempo, tras desistir de recuperar la presa del Perejinal, se escucharon voces municipales autorizadas acerca de la posibilidad de llevar a cabo algunas iniciativas complementarias como la de la conexión del Puente de Piedra, una vez cruzado este si se sale de la ciudad, con la zona del Soto Playa, mediante la construcción de una nueva pasarela en la margen izquierda, junto al antiguo molino, conocido por los sorianos como “el molinete”, sin que realmente se conozca el porqué de su denominación, aunque bien pudiera ocurrir que fuera para distinguirlo de los otros que funcionaban en el entorno como eran los llamados molino de abajo, en la fábrica de harinas de Vicén, bajo la denominación comercial de la Flor de Numancia; molino de en medio, ubicado en el actual Museo del Agua, y molino de arriba, en la que a efectos de su identificación sigue siendo, por más que lleve muchos años cerrada, la fábrica de harinas, en una de las zonas tradicionales de baño de la capital, incluso hoy.
Ubicado en el antaño poblado Barrio del Puente, detrás de donde en los últimos tiempos estuvo ubicado el fielato de consumos, que no tiene absolutamente nada que ver con el actual Centro de Recepción de Visitantes –porque, digámoslo una vez más, nunca fue fielato-, el olvidado edificio del “molinete” presenta un evidente estado de deterioro, producto, sin duda, de la prolongada situación de abandono en que se encuentra, después de que dejara de funcionar en los años cincuenta coincidiendo con la actuación urbanística tan agresiva que se diría hoy acometida en la, sin duda, zona más deprimida de la ciudad, tan cerca al río, que la dejó prácticamente vacía.
De todos modos hacía ya tiempo que “el molinete” no se distinguía precisamente por su actividad y eso que fue reconstruido tras quedar reducido a cenizas por el voraz incendio del jueves 24 de julio de 1930. El molinete y sus alrededores fueron tradicionalmente un lugar muy frecuentado por los sorianos para cultivar su tiempo de ocio en el que la práctica del deporte de la pesca era la actividad cotidiana, del mismo modo que en el ámbito doméstico las mujeres del barrio bajaban a la orilla del río a hacer la colada con la tabla de lavar y el balde lleno de ropa a la cabeza, aunque formalmente no se tratara de un lavadero al uso.
Pues bien, del molinete no queda más que la inscripción, casi ilegible, de la palabra molino en la fachada norte del edificio, es decir, la orientada a la carretera, y tres ruedas grandes en las inmediaciones que delatan la actividad que se ejercía en el inmueble.