Lugar de la plaza Tirso de Molina donde se levantó y está ubicada la Escuela de Artes (Archivo Histórico Provincial)
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El costumbrista Paco Terrel recordaba allá por los años sesenta los orígenes de la siempre conocida en Soria como Escuela de Artes, por más de las sucesivas denominaciones oficiales que ha tenido a lo largo de su vida. Hablaba de memoria y decía que “hace ya muchos años, más de cuarenta, [que] fue creada en la ciudad una escuela destinada a la enseñanza de obreros”, que asistían “a las clases después de una jornada laboral de diez y doce horas”. Y abundaba en el germen de la idea que partió “de un grupo de hombres de buena voluntad entre los que recordamos -decía- a don Julio Mollas, don Felipe las Heras y don Mariano Javierre”, liderados por el director del periódico El Porvenir Castellano, Marcelo Reglero, que entendieron la necesidad de “que los obreros artesanos adquiriesen una mayor cultura”.
Si entrar en más detalles, la Escuela de Artes y Oficios de Soria tuvo su primera sede en la soriana calle del Instituto, esquina a la de Teatinos, en los bajos del inmueble en el que en tiempos estuvieron establecidos los Almacenes de la Viuda de Evaristo Redondo. Fueron momentos difíciles y, si se quiere, heroicos dado el importante y generoso esfuerzo que tuvieron que desplegar los implicados en la iniciativa para sacar adelante el empeño. Los alumnos tenían que sobreponerse a la incomodidad que ofrecían las instalaciones, por inadecuadas; los profesores, por toda remuneración, recibían la mísera cantidad de doscientas pesetas en concepto de gratificación que cobraban en Navidad; como lógica consecuencia, los promotores se las veían y deseaban para atender las necesidades más elementales de la naciente institución académica de manera que la continuidad estuviese garantizada; y la junta directiva que regía los destinos del centro se vio en la necesidad de recurrir en alguna ocasión al ayuntamiento de la ciudad, como por ejemplo cuando comenzaron a impartirse las clases de taquigrafía y mecanografía, en solicitud de “alguna máquina de escribir”, acerca de la cual el pleno la Corporación tomó de inmediato el acuerdo de acceder a la petición, que los responsables de la Escuela agradecieron, asimismo, con diligencia. En otra, el consistorio contribuyó con 5.000 pesetas para la adquisición de un torno.
La férrea voluntad y el fuerte compromiso de aquel grupo de entusiastas dirigentes trajeron consigo que, sin tardar mucho, el establecimiento y las enseñanzas adquirieran la consideración de oficiales. Y lo que es más importante, las necesidades impuestas por el aumento de matrícula, aconsejaron, si es que no obligaron, a trasladar la sede a otro edificio “más amplio y decoroso” en la calle Aduana Vieja, frente al hoy Instituto de Educación Secundaria Antonio Machado –entonces, simplemente, el Instituto-, en la práctica, un viejo y destartalado, por más que cutre, caserón adosado por su parte trasera a la muralla de la ciudad que, si bien, fue la solución del momento, no reunía, en modo alguno, las mínimas condiciones exigibles para el ejercicio de la actividad, hasta el punto de que no tardó incluso en quedarse pequeño y hubo que perseverar en la empresa de buscar nuevo acomodo, que costó lo suyo resolver. Gracias al tesón de muchos pero especialmente de Fulgencia Araiz –esposa de uno de los fundadores de la Escuela-, en la dirección del centro, pudo alcanzarse la solución que se andaba buscando
El lunes 18 de noviembre de 1963 el ministro de Educación Nacional, Manuel Lora Tamayo, desarrolló en Soria una intensa actividad pues inauguró además de la Escuela del Magisterio y las Anejas en el Alto de San Francisco, la que a partir de ese momento iba a tomar la denominación de Escuela Artes y Oficios en sustitución de la de Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos, ubicada –donde continúa con el nombre de Escuela de Arte y Superior de Diseño de Soria- en la calle/plaza, no se sabe bien, Tirso de Molina, en un edificio de nueva planta, construido para este fin.