El cine Ideal en uno de los conciertos de la Asociación Musical «Olmeda-Yepes», con los gobernadores Civil y Militar y directivos de la asociación en primera fila (Tomás Pérez Frías)
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En Soria ha existido tradicionalmente una acusada inquietud cultural incluso en los tiempos de dirigismo desde el Poder. Ello no fue obstáculo para que en el transcurso de los años surgieran movimientos al margen del oficialismo que si bien no tenían una conexión directa con el Régimen sí al menos estaban interrelacionados.
Sin la pretensión de establecer clasificación alguna, que no vendría a cuento, ni por, supuesto, es el propósito, si se echa un vistazo al acontecer de aquellos años en los que salirse de la línea marcada no resultaba precisamente fácil, el Centro de Estudios Sorianos (CES) y la Asociación Musical Olmeda-Yepes fueron pioneros en lo de ejercer por libre.
La continuidad del CES, fundado a finales de 1949 por un grupo de eruditos sorianos que configuraron lo más parecido a un sanedrín, no deja de quedar reducida, en la actualidad, a lo testimonial. En cuanto a la entidad musical –desaparecida hace años-, contó en su día Paquita García Redondo en su libro “La Música en Soria” que “corría el año 1954 cuando un grupo de músicos –entre ellos su padre, Francisco García Muñoz, Demetrio Gómez Aguilar y Oreste Camarca- e intelectuales –José Antonio Pérez-Rioja, Heliodoro Carpintero y Ricardo Apráiz- creyeron en la necesidad de dotar a Soria de una entidad cultural que sirviese a los más altos fines de la Música”. Se pusieron manos a la obra y la asociación fue tomando forma y en muy poco tiempo se convirtió en una referencia de la cultura soriana. Por la sala del Cine Ideal, donde se celebraban los conciertos, pasaron destacados intérpretes españoles y extranjeros, siempre con el lleno asegurado, de tal modo que cada programación terminó por convertirse en un acontecimiento social no exento de glamour que se diría hoy.
No obstante, es en la década de los sesenta cuando se prodigan las iniciativas culturales que no sólo van a rebasar el límite del mandato oficialista, es decir, que no van a estar controladas por el poder establecido, sino que en la práctica son movimientos paralegales por más que por imperativo de la norma tengan que cumplir con una serie de requisitos formales según el protocolo establecido que se dice ahora y acatar, aunque sólo fuera formalmente, porque luego iban por libre, el inexcusable trámite burocrático para que, al menos de puertas afuera, estuvieran amparadas por el marco de la legalidad y pudieran campar a sus anchas, eso sí, siempre en el marco de la ley si es que no al mismísimo borde cuando no rebasándolo a veces.
El caso es que en tanto que la actividad de la Asociación Musical Olmeda-Yepes iba decayendo cobraba fuerza la posibilidad de crear un Cine Club, que se iba a materializar mediados los años sesenta. La Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto de Enseñanza Media (el actual Antonio Machado) y el Grupo SAAS, junto a otros cinéfilos fueron los encargados de pilotar el proyecto. De tal manera que durante una etapa sumamente interesante de la reciente historia de la ciudad los aficionados al séptimo arte tuvieron la oportunidad de poder ver películas que, por razones fáciles de comprender, no llegaban a las salas comerciales.