El edificio de la Diputación Provincial sin las estatuas en la fachada ni el muro que lo separa del de la Delegación de Hacienda (Archivo Histórico Provincial)
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Se lleva ya tiempo –años- que el centro urbano se está peatonalizando. Una de las primeras actuaciones se acometió en el entorno de San Juan de Rabanera con alguna que otra fundada voz discrepante que no terminaba de ver claro el resultado del tratamiento al que había sido sometida una de las áreas más frecuentadas del núcleo urbano, en la que alrededor de la joya que es sin duda el templo románico existen otros edificios, como pueden ser el de la Diputación Provincial si es que no el de la Delegación de Hacienda, que llevan años integrados hasta el punto de contribuir a otorgar al conjunto una personalidad definida.
La apertura al público del Banco de España, el 24 de febrero de 1936, fue el primer paso que se dio a partir del cual comenzó a cambiar la cara de un conjunto que, aun no con la celeridad que cabía esperar, un cuarto siglo después presentaba un aspecto de suyo renovado cuando no desconocido. Pues mientras al comienzo de los años cincuenta, exactamente el 23 de junio de 1950, se inauguraba el edificio de la Delegación de Hacienda, abandonando, de este modo, las obsoletas y nada funcionales dependencias del Palacio de los Condes de Gómara, al final de esa década, la Dirección General de Urbanismo daba el permiso oficial (sic) a la propuesta que había hecho en su día la Corporación Municipal soriana presidida por el alcalde Eusebio Fernández de Velasco para proceder a la que se presentó como “nueva alineación de una vía medular urbana de Soria”. El proyecto, uno de los más importantes y ambiciosos desarrollado aquellos años, y por qué no en un amplio espacio de tiempo en el corazón de la ciudad, se extendía “desde la nueva Plaza del General Yagüe” (hoy Mariano Granados) hasta la calle de las Fuentes y la Plaza del Generalísimo (la Plaza Mayor) a través de las de Ramón y Cajal y del Olivo. Bien es cierto que para su materialización fue preciso demoler “esos auténticos obstáculos que forman los edificios de la calle Claustrilla en su cruce con la calle de Caballeros, y el de las Fuentes en su entronque con la de Rabanera, verdaderos peligros para la circulación y tránsito, perenne amenaza de accidentes de tráfico”, se argumentó desde el consistorio.
En todo caso, esta actuación iba a modificar sustancialmente, entre otras, el área de la iglesia de San Juan de Rabanera al llevarse por delante una buena parte de las traseras del viejo caserón que albergaba las oficinas de la Jefatura de Obras Públicas y dependencias municipales que utilizaban la Policía Municipal y el Servicio de Limpieza en el solar ocupado hoy por la sede central de la Caja Rural Provincial, del mismo modo que se procedía al ensanche de la que a partir de la remodelación pasó a llamarse calle de San Juan de Rabanera, hasta ese momento un verdadero cuello de botella.
Por aquel entonces también se le daba una altura más al edificio de la Diputación Provincial, se construía el muro de separación entre el Palacio Provincial y la Delegación de Hacienda, que venía a reforzar la imagen de cada uno de ellos, y el día de San Saturio de 1960 el Nuncio de Su Santidad, monseñor Antoniutti, procedía a la “bendición solemne” de la Casa Diocesana de Obras Apostólicas y Sociales Pío XII después de poco más de cuatro años de obras, además de esporádicas actuaciones menores, para dejar el enclave de la forma que se ha estado viendo hasta ahora.