Túnel de Eduardo Saavedra (Joaquín Alcalde)
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Por lo que se nos está contando últimamente a los sorianos, la desaparición del túnel de Eduardo Saavedra es cuestión de no mucho tiempo, aunque estando la política por medio, mejor dicho, los políticos, cabe esperar lo inimaginable, y más en época preelectoral..
Pero, en fin, ahora sí parece que suena con más fuerza y todos los indicios apuntan a que con la asunción por el municipio de las travesías de las carreteras nacionales y se conviertan, al fin, en calles con todas sus consecuencias, esta polémica infraestructura, que nunca debió construirse porque lejos de suponer una solución se ha convertido en un verdadero problema, deje de formar parte del decorado de la ciudad.
El 13 de junio de 1999 fue domingo y se celebró, con el seguimiento habitual, el festejo de La Compra del Toro. Pero además en aquella jornada festiva hubo Elecciones Municipales y como consecuencia un vuelco a la composición del Ayuntamiento de la ciudad, cuyo primer escaño lo iba a ocupar la socialista Eloísa Álvarez Oteo. Fue la legislatura del tripartito PSOE-ASI-IU que ponía fin a la dilatada hegemonía del Partido Popular.
Una de las primeras cuestiones heredadas, y no menor, a la que se enfrentó el inédito equipo de gobierno municipal fue la de la construcción del túnel de Eduardo Saavedra –la no tan antigua carretera de circunvalación- entre la gasolinera del San Andrés y la trasera del viejo campo de fútbol salvando el acceso al paraje de Los Royales mediante la construcción de un paso superior. Una encrucijada, por lo demás, conflictiva para la circulación en el amplio entorno que urbanísticamente comenzaba a desarrollarse al otro lado de la carretera, como ha venido a avalar el paso del tiempo.
Las obras, sin posibilidad de marcha atrás, arrancaron a finales del mes de julio del año 2000, es decir, en pleno verano, no sin la protesta de los vecinos de la zona que comenzaron a mostrar su comprensible malestar nada más conocer el propósito del Ayuntamiento (no del tripartito sino del anterior del Partido Popular) pues consideraban que la construcción de la obra entrañaba demasiados riesgos y les aislaba del resto de la ciudad. Pero se hicieron oídos sordos y el proyecto –faltaría más- siguió adelante hasta el punto de que cuando no se había cumplido un año desde el inicio de su ejecución el paso subterráneo de la calle Eduardo Saavedra quedaba inaugurado y abierto a la circulación el martes 5 de junio de 2001. Aquella tarde los vecinos de la zona volvieron a manifestar una vez más sus quejas por considerar el proyecto “peligroso e innecesario”, con pancarta incluida en la que pudo leerse el siguiente texto: “Chapuzas NO. Infraestructuras”. De poco sirvieron las protestas y muestras de desacuerdo del momento que con mayor o menor grado de intensidad, y algún que otro sobresalto en forma de accidente de tráfico o inundaciones, no han cesado desde entonces.
Una obra, en fin, prescindible que supuso una inversión de 200 millones de pesetas y lo que es más grave, no vino a solucionar el problema que ya entonces tenía planteada el entorno, hoy notablemente agravado por el desarrollo de la ciudad al otro lado de Eduardo Saavedra.