EL PRIMER LAVADERO DE LA CIUDAD

El lavadero del Soto Playa, anegado (Archivo Histórico Provincial)

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No hace  muchos días se ha conocido la noticia de que el ayuntamiento ha colocado la escultura de una lavandera en el Soto Playa, donde en tiempo funcionó uno de los lavaderos de la ciudad, el último que se recuerde, rehabilitado tampoco hace demasiado tiempo no tanto para darle el uso que tuvo como elemento de la cultura popular.

También hace apenas unas semanas nos ocupábamos en este sitio web de las lavanderas y muy de pasada de los lavaderos por lo que aprovechando la reciente iniciativa del consistorio capitalino queremos hacer una breve aportación acerca del origen de los lavaderos de la ciudad y señalar de entrada que el del Soto Playa, es decir, en el que acaba de colocarse la obra del escultor soriano Ricardo González, no fue el primero. Pues, en efecto, en sesión de la corporación municipal celebrada del 23 de agosto de 1873 el pleno del ayuntamiento acordó “construir un lavadero al descubierto en el río Duero y orilla del Este, inmediato al molino que existe junto al Puente [es decir, en el que conocemos ahora como molinete], encargando a la Comisión municipal de obras que, de acuerdo con el Sr. Arquitecto, se haga cargo de los materiales al efecto necesario”, según el Boletín Oficial de la Provincia de la época.

La construcción de este primer lavadero no dejó de ser una buena solución, pero no la definitiva porque sin tardar las lavanderas y la opinión pública comenzaron a revindicar uno cubierto, habida cuenta los rigores de los inviernos sorianos. Y aunque tuvieron que transcurrir algunos años, más o menos como ocurre ahora ante cualquier iniciativa que se plantea, el municipio decidió construir el demandado lavadero cubierto aprovechando las obras acometidas en el Molino del Medio. Era el mes de septiembre de 1901.

La obra, no obstante, estuvo sometida a vaivenes e incluso a la suspensión, hasta que por fin, cinco años después, o sea 1906, fue una realidad. Puede que fuera una casualidad pero el hecho cierto es que el día de San Saturio, de especial significación para las lavanderas profesionales, se supo que “unido a la Casa de Máquinas [la elevadora, para que se enrienda] en el molino de “En medio” se ha construido un lavadero público a cubierto y capaz para más de ochenta mujeres, que pueden con ello verse libres de los rigores del clima durante el invierno”.

El 20 diciembre de 1909, con motivo de la crecida del río, cuyo caudal subió casi tres metros, se derrumbó la techumbre y cuatro columnas del andén de la derecha del lavadero, sin que hubiera que lamentar desgracias personales porque el suceso “debió suceder de las tres de la noche a las seis de la madrugada”.