La avenida Duques de Soria, anteriormente de la Victoria, por donde circulaban los trenes, fue primero Tirso de Molina.
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Lo del callejero y los nombres de las calles de Soria daría, cuando menos, para una tesis doctoral desde cualquiera de los ángulos que se quisiera abordar. Un asunto que considerado desde una perspectiva global no deja de ser un galimatías que nadie se atreve a desenredar, con el foco puesto en el Consistorio, que debería ser el primer interesado en aclararlo. A mayor abundamiento, la bibliografía existente es escasa y farragosa en la que, sobre todo, se advierte la falta de rigor y, si se quiere, omisiones intencionadas. Es, por sintetizar, lo más parecido a una especie de bla-bla-bla con carencias más que evidentes a poco que se conozca la historia de la ciudad.
Con el único propósito de hacer una pequeña aportación, más testimonial que otra cosa, pero sí necesaria, parece oportuno dejar constancia de que, por ejemplo, la céntrica calle Alfonso VIII tomó esta denominación por así haberlo acordado el ayuntamiento de la ciudad en el pleno celebrado el miércoles 16 de junio de 1909. “Una vía de 14 metros de anchura que desde la Plaza del Campo conduce a la Estación” [obviamente de San Francisco], según la referencia de El Avisador Numantino.
En aquella misma sesión plenaria se acordó denominar Avenida de San Francisco “a la que ha de resultar contigua a la Alameda de Cervantes”, o sea, la calle de Nicolás Rabal que conocemos, dijo el mismo medio.
Y “Tirso de Molina a la que parte de la carretera de Madrid y llegará hasta las tapias del Hospital”, contó asimismo El Avisador, que pasó a denominarse avenida de la Victoria cuando se demolió la estación de tren Soria-San Francisco y se urbanizó el que se dio en llamar Polígono de la Estación Vieja, en la actualidad de los Duques de Soria.
Otro día nos ocuparemos de la avenida de Navarra, de la que la bibliografía moderna tampoco ha dejado constancia de por qué se le dio la denominación que tiene y no se conservó el de Ruiz Zorrilla.