Compañía de la Guardia Civil formada frente a la iglesia de Santo Domingo el día del Pilar de 1950 (Archivo Joaquín Alcalde)
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Con el final de las fiestas de San Saturio se abre un nuevo tiempo para los sorianos. Es cuando de verdad comienza el curso, y no solo el lectivo, que desde hace algunos años arranca con anterioridad. Sin embargo, a la semana siguiente se produce un pequeño receso con motivo de la fiesta del Pilar, que sirve para tomar el impulso definitivo y encarar el invierno.
La festividad del Pilar ha tenido tradicionalmente una repercusión social importante en la ciudad. El día de la Virgen del Pilar –Fiesta de la Hispanidad en el ámbito civil- era una fecha destacada del calendario, de precepto en lo religioso, con la obligación de ir a misa, y recuperable en el mundo laboral, es decir que no se trabajaba, siguiendo la disposición de la Delegación Provincial de Trabajo, pero que por ineludible obligación había que compensar a base de prolongar la jornada diaria una hora más los días laborables inmediatamente siguientes a la fiesta que la motivaba. Era una fecha, en fin, la del Pilar, en la que tradicionalmente celebraban conjuntamente su patrona –cuando menos la ceremonia religiosa- la Guardia Civil, los funcionarios de Correos y Telégrafos y los Cuerpos de la Administración Local, aunque con el transcurrir del tiempo lo hicieron por separado para terminar desapareciendo estas dos últimas, siquiera con la notoriedad de antaño. El escenario de la celebración central, que no era sino el oficio litúrgico, fue cambiando con el paso del tiempo, sobre todo cuando cada uno de los colectivos decidió hacerlo por separado. Hasta entonces –al final de los cuarenta y comienzo de los cincuenta- lo habitual era acudir a la iglesia de Santo Domingo, en la que, como ocurrió el 12 de octubre de 1950, a las once de la mañana el R.P. (Reverendo Padre) José B. Biaín (el popular y recordado padre José), vicario –en aquel momento- de los Franciscanos, ayudado por sus compañeros de congregación los padres Luis Ruiz de Luzuriaga y Saturnino Nalda, ofició el santo sacrificio de la misa, que fue “cantada magistralmente por las religiosas clarisas”, según la referencia de un periódico de la época, que desarrollaba la información señalando que “el altar estaba artísticamente adornado, y a la imagen de la Virgen del Pilar servía de fondo una bandera nacional. Rindió honores –añadía- un piquete de la benemérita. A la misma –entiéndase la misa- asistieron representaciones de los centros militares, oficiales, docentes y de la Prensa local y numerosos fieles. Finalizado el santo sacrificio las autoridades presenciaron el desfile de las fuerzas de la Guardia civil, que desfilaron con toda marcialidad”, concluía la reseña informativa, complementada con un breve añadido dejando constancia de que “después de asistir a la misa que se celebró en Santo Domingo, los oficiales de la Guardia civil, retirados, conmemoraron la festividad de su excelsa Patrona la Virgen del Pilar reuniéndose en fraternal banquete en un acreditado restaurante de esta capital”.
Los nuevos tiempos han traído aires renovadores porque ahora, desde no hace mucho, la fiesta de la Guardia Civil, al menos el acto con mayor trascendencia pública, se celebra de unos años a esta parte en el centro de la ciudad; de las otras dos más bien poco, o nada, se ha vuelto a saber.