La calle Alfonso VIII y la avenida de Navarra en una imagen que no volveremos a ver después de la peatonalización (Joaquín Alcalde)
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Circular por la ciudad, sobre todo si se hace en coche, es una auténtica aventura. A los enormes y destartalados autobuses urbanos (verdaderos armatostes) que proliferan por nuestras calles, casi siempre vacíos, que tantas molestias causan a los peatones y especialmente a los conductores, hay que unir una retahíla de obras que, incluso para el ciudadano que pretender moverse a pie por el núcleo urbano, suponen tener que salvar un conjunto de incomodidades que crecen a diario, como las setas en otoño.
La circulación en sentido doble por Nicolás Rabal, con los servicios públicos tan utilizados que alberga, es ejemplo palmario de lo que no debe ser el tránsito compartido de vehículos y peatones en el desmedido intento de peatonalización ¿? a que tiene sometida a la ciudadanía desde hace tiempo el equipo de gobierno municipal de la ciudad.
En todo caso, si, por ejemplo, frecuentar la zona de Santa Bárbara, la del hospital y su entorno, resulta de suyo complicado, sobre todo si coincide con los horarios de salida y entrada de los colegios próximos, cuanto ni más con el momento álgido de la actividad que genera por sí mismo el centro sanitario, hacerlo por cualquiera de los demás barrios de la ciudad tampoco es que resulte precisamente tarea fácil. Pues, en efecto, el tramo final de la avenida de Valladolid, hasta lo glorieta del Caballo Blanco, se encuentra en obras; lo mismo que la entrada a la ciudad por la estación de ferrocarril del Cañuelo, que por lo que se nos ha contado van para largo, en tanto que las obras en el Puente de Piedra están a punto de comenzar. Y hoy mismo se han anunciado otras que afectarán la zona de la carretera de Logroño y a la entrada a la ciudad por la antigua carretera de Zaragoza.
En el centro urbano ocurre algo parecido, pues a las obras peatonalización de la calle Alfonso VIII, la avenida de Navarra y la calle Linajes, que comenzaron semanas antes de las fiestas de San Juan y apenas ofrecen avances significativos, hay que unir las que se están acometiendo en el entorno de La Arboleda, en la calle Doctrina a causa del aparcamiento subterráneo, sin olvidar las de la plaza del Carmen, que tampoco es que destaquen por la celeridad. Hasta la calle de San Benito se ha sumado últimamente a la lista.
De modo que con el añadido de alguna incidencia puntual, que viene a complicar cierto que temporalmente –lo que suele durar la reparación de la avería- el panorama, bien puede decirse que la ciudad se encuentra “patas arriba”. Todo ello con los más variados y pobres argumentos de los responsables municipales de que se hace con fondos europeos, condicionados por los plazos de ejecución, o se trata, según una vieja reivindicación que viene de décadas, de la cesión al municipio de los tramos de las antiguas carreteras nacionales a su paso por el núcleo urbano; vamos que según pregonan para que se escuche bien no cuestan un euro a las arcas municipales. Eso sí, con las socorridas, además de rutinarias e innecesarias, disculpas a la población por las molestias que se le puedan ocasionar.
En fin, y yendo al grano, cuando está a punto de cumplirse el primer cuarto del siglo XXI, ¿tan difícil resulta programar las actuaciones de manera bastante más coherente de lo que se están haciendo, de modo que circular por la ciudad, o simplemente moverse por el centro urbano, no suponga hacerlo con los riesgos que a puro de eternizarse en el tiempo los ciudadanos acabamos asumiendo con la más absoluta normalidad?