Obras en la calle San Juan con la Casa Diocesana recién terminada (Archivo Histórico Provincial)
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El exterior del edificio de la Casa Diocesana, nombre por el que se le conoce comúnmente, está siendo objeto de una “ambiciosa obra de rehabilitación”, se ha dicho. No estará demás hacer un poco de historia del inmueble sito en la céntrica calle San Juan.
Un 2 de octubre –el de 1960- se inauguraba la oficialmente denominada Casa Diocesana de Obras Apostólicas y Sociales Pío XII –la Casa Diocesana a secas para mejor entenderse-, que fue uno de los acontecimientos más destacados del año en el ámbito local junto a la ordenación del tramo de la calle Real más próximo a la concatedral; el inicio de las obras de la alineación urbana de la zona comprendida entre la plaza de Mariano Granados (entonces del General Yagüe) y la del Generalísimo, que no era otra sino la Plaza Mayor, a través de la plaza del Olivo y las calles Caballeros, Rabanera –más tarde San Juan de Rabanera- y Fuentes, y por qué no, la llegada por primera vez a Soria de la Vuelta Ciclista a España, por citar tan sólo unas efemérides.
Pues bien, aquel lluvioso, por cierto, día de San Saturio de hace 63 años el Nuncio apostólico en España de Su Santidad Juan XXIII, monseñor Hildebrando Antoniutti, bendijo la Casa Diocesana, en la no mucho después profundamente renovada zona del centro urbano, luego de haber oficiado el solemne pontifical en el primer templo soriano en honor del santo anacoreta y de haber asistido a la posterior recepción ofrecida por el ayuntamiento en la Casa Consistorial según la costumbre. El Nuncio había llegado a Soria la víspera por la tarde a la Plaza Mayor para inaugurar al día siguiente el edificio que había comenzado a construirse casi cinco años antes, la mañana gris del 9 de abril de 1956.
Las obras comenzaron por expresa voluntad del prelado sin ningún tipo de celebración especial, entendida ésta como la colocación de la primera piedra, acto siempre tan socorrido. De tal manera que según contó en su día con tono desenfadado y detalle el canónigo Carmelo Jiménez se encontraban en la antigua residencia episcopal -en la conocida como Casa del Obispo en la calle Las Fuentes- el reverendo Alejandro Moreno, los arquitectos Luis y Pablo Jiménez, el constructor Francisco Soto y él mismo, cuando conjuntamente comenzaron a derribar con la mano unos trozos de ladrillo de una vieja tapia mientras decían bromeando al primero de los citados (Alejandro Moreno) que mandase preparar una copa de vino para celebrar el comienzo de las obras, que lógicamente no llegó.
Anécdotas al margen, la realidad es que el 2 de octubre de 1960 el flamante edificio estaba listo para ser inaugurado tras un rápido proceso de construcción. Luego de la bendición de las dependencias fue el salón de actos el marco elegido para la celebración principal y dar oficialidad a la singular efeméride. “Desbordado el recinto de público, encendido el ánimo de los oradores y el de la espectadora muchedumbre”, según la crónica publicada por uno de los periódicos locales, fueron pasando por la tribuna los diferentes intervinientes. El presidente de la Junta Diocesana de Acción Católica, Luis Fuentes Amezua, hizo una exposición detallada del inmueble y de las tareas llevadas a cabo para su construcción; el obispo Rubio Montiel, habló de corazón (por el seminario) y de cerebro (en referencia a la que pretendía que fuera la Casa Diocesana), mientras que el Nuncio, que había recibido el título de Hermano Mayor de Honor de la Cofradía de San Saturio subrayó que como con este nombramiento “entiendo que me queréis hacer soriano, lo acepto con singular alegría y desde hoy me obligo a pedir por vosotros. No os faltará nunca mi recuerdo y mi interés”. Por la tarde el Nuncio visitó en Ágreda el convento de la Venerable Sor María de Jesús y la basílica de los Milagros.