La calle Venerable Palafox en obras (Archivo Histórico Provincial)
_____
Era a finales de los años cuarenta y comienzo de los cincuenta cuando el ayuntamiento de la ciudad, siendo alcalde el ingeniero de Obras Públicas Mariano Íñiguez García, una de las figuras clave de la sociedad soriana de la época, acordó sacar a subasta los solares del campo del Ferial que a corto plazo iba a suponer la ordenación de la zona y sus inmediaciones. Hasta ese momento, el mercado de cochinos de los jueves se ubicaba en la parte baja, detrás de Correos, aunque entre las previsiones de desarrollo se buscaba un nuevo emplazamiento en Las Pedrizas mediante la construcción de una instalación fija que no llegó a convertirse en realidad por más de los intentos desplegados a través de varios ámbitos y de que durante algún tiempo estuviera funcionando junto al emblemático monumento a los Héroes de la Independencia, la picota para los sorianos, a la entrada de las eras de Santa Bárbara, algo más arriba de donde se encuentra ahora. Los numerosos e interminables rebaños de merinas tanto en la primavera cuando subían a la sierra como a su regreso a los pastos de invierno en fechas próximas a los Santos hacían noche en la que en el callejero es la plaza del Rey Sabio, para situarnos, en la plazoleta de las traseras de Correos, cuando la calle Sagunto no existía como tal, pues se encontraba todavía en proyecto e incluso sin nombre, que tomó algunos años después. En el entorno, algo más arriba, ya en las proximidades de la calle Tejera, donde está el edificio de Cultura, inicialmente pensado para Casa del Movimiento, se establecía además del ferial de ganados propiamente dicho una especie de rastrillo en el que se vendía de todo: desde aperos para el ganado hasta fruta de temporada y trastos viejos, sin que faltaran los inolvidables e irrepetibles charlatanes, una figura que no faltaba en cualquier feria que se preciara.
En el parcelado y ordenado urbanísticamente Campo del Ferial, la ciudad comenzó a desarrollarse en torno a él y a ensancharse hacia el norte, en una amplia franja, incluida las eras de Santa Bárbara, en las que algunos agricultores todavía trillaban y llevaban a cabo las tareas de la recolección, y en el invierno se utilizaban como improvisadas canchas para jugar al fútbol. Se habían sacado del paraje más próximo a la plaza de toros las serrerías que habían dado más de un susto gordo, bien recordados todavía por los más mayores. Acababa de edificarse junto al antiguo convento de Las Concepciones el parque de bomberos y de construirse las conocidas como Casas de los Maestros en la calle de san Benito, frente a la puerta grande del coso taurino, además de haber sufrido todo él una profunda remodelación. La circulación de vehículos seguía produciéndose por la antigua carretera nacional Zaragoza-Soria-Valladolid. En cualquier caso, la ciudad estaba necesitada de nuevos espacios urbanos y, en fin, planeaban sobre la zona aires de modernidad.
Fue entonces cuando desde la plaza de toros hacia arriba, es decir, hasta las afueras, comenzaron a construirse nuevas edificaciones que en el transcurso de un relativamente corto periodo de tiempo dieron a la ciudad una nueva imagen. Como sucedió con el grupo de viviendas conocido como las Casas de los Guardias (todavía se conserva alguna), entonces aisladas, en la calle Santo Ángel de la Guarda –antaño patrón de los cuerpos de policía, de ahí el nombre, sin duda-, construidas para funcionarios de la Policía Armada (ahora Policía Nacional), en la parte izquierda subiendo hacia Santa Bárbara, al que se unieron otras edificaciones que fueron surgiendo hasta conseguir cambiar de arriba abajo la zona. De tal manera que en el caso del espacio que ocupa el Conservatorio de Música se encontraba en aquel momento el basurero de la ciudad. En fin, el barrio que nació junto a la plaza de toros y aledaños no tardó en consolidarse y adquirir la configuración que tiene ahora. El de Santa Bárbara es otra historia.