La feria de ganado mular en las traseras de la plaza de toros (Archivo Histórico Provincial)
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La feria de ganados de septiembre se celebraba a medidos de este mes, a partir del 15, durante los tres/cuatro días siguientes. A primeros de marzo había otra que nada, más bien poco, tenía que ver con la de finales de verano.
La feria de septiembre, en el ocaso del estío, era una prolongación de aquellos añorados veranos sorianos, que servía de prólogo a la novena y las fiestas de San Saturio, ya asomando en el horizonte y preludio de aquellos largos e interminables inviernos. Los días de la feria tenían la consideración oficiosa de festivos. El teatro Avenida – el auténtico- traía compañías de postín; el Ayuntamiento programaba baile público –inusual durante el año- en la Plaza Mayor, y sin entrar en detalles que ya se han contado otras veces y no es cuestión de repetir, en la ciudad se respiraba un aire festivo. Era el final del verano.
De las ferias de septiembre, acaba de apuntarse, ya nos hemos ocupado en otras ocasiones. En esta de ahora no vamos a insistir reiterando lo que ya se ha dicho pero sí parece oportuno aportar algunos datos acerca de su origen que para algunos, puede que para muchos, resulten desconocidos.
Escribió Lorenzo Aguirre, a finales del siglo XIX, en la revista Recuerdo de Soria, que “de tiempo inmemorial, según los apuntes que sirven al autor de estas cuartillas, tenía Soria el privilegio para celebrar una feria en los días desde el 24 al 27 de Junio de cada año (nada que ver, aunque el autor no lo dice expresamente, con las Fiestas de San Juan). Por Real Cédula de Felipe IV, fecha 5 de junio de 1636 se trasladó esta fecha a los cuatro primeros días de Septiembre, y por otra Real Cédula de Carlos III expedida en el año 1783, se trasladó al 16 del mismo mes de Septiembre y los ocho días siguientes. Sin duda alguna –añadía Lorenzo Aguirre- era la principal y más concurrida de todas las que se celebraban en estos entornos. Verdad es que además de tener Soria, como parte muy importante, lo mucho y muy floreciente que después la fue segregado para formar la provincia de Logroño, contaba no solo con la riqueza de sus habitantes, entre ellos acaso veinte Títulos opulentos por sus grandes rentas, sino que también a ella concurrían los dueños de aquellas ganaderías que tanta fama dieron a las industrias pecuaria y carretería, de cuya bienandanza da muestra la multitud de palacios y ostentosas casas, cuya ruina se ve hoy con harto desconsuelo, considerando la decadencia a que el país ha llegado por la falta de tanta riqueza desde el primer tercio del presente siglo (XIX). Desde la Plaza Mayor hasta la de Herradores, no había tienda ni portal en que dejara de improvisarse un gran comercio, y basta, sin ponderación, citarse acaso cuarenta de plata y joyería, todo formado por los numerosos industriales que acudían de otras poblaciones, atraídos por aliciente de la segura venta. La [feria] de ganados era inmensa, ocupando el espacio del actual Salón ¡!, el Ferial, la Tejera y las eras de Santa Bárbara, como en parte sucede en la actualidad. Un río de oro, puede sin hipérbole decirse que corría en las transacciones, y a esto se añadía la baratura de la vida, de la cual puede juzgarse por el siguiente dato. La libra [algo de menos de medio kilo] de carne de ternera y de cordero costaba cuando más, a lo que entonces se decía seis cuartos, equivalente hoy a 18 céntimos [de las antiguas de pesetas], La concurrencia [a la feria] era tanta, que siendo reglamentaria la reunión del Regimiento Provincial, para sus llamadas asambleas, desde primero de Septiembre en que empezaba también la feria, hubo que ratificar la traslación al 16 y siguientes en que ahora tiene lugar por ocho días, conservándose en los calendarios el señalamiento del día primero”.
Desde hace unos años la feria de ganados de septiembre se celebra durante un fin de semana en el interior de la plaza de toros –el ruedo es el escenario- con un desarrollo que no tiene absolutamente nada que ver con el de antaño, aunque sea de agradecer el interés de los organizadores por tratar de mantener viva una tradición que por más empeño que se ponga se perdió ya hace varias décadas.