Portada y contraportada del programa de la VI Travesía a Nado de la Laguna Negra del año 1958 (archivo Joaquín Alcalde)
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Este primer domingo de agosto, es decir, el día 7, se celebrará una nueva edición de la Travesía a Nado de la Laguna Negra Urbión. Una prueba con tradición y solera que ha tenido sus momentos de gloria y otros no tanto.
El 17 de julio de 1952 nacía y se inscribía en el Registro del Gobierno Civil el Centro Excursionista Soriano. Una asociación creada al margen del más puro oficialismo dela época en la que no obstante cabían gentes de todas las tendencias, como de hecho así ocurrió con el presidente que firmó los primeros estatutos, el inspector médico de la Seguridad Social y destacado dirigente del sindicato vertical, el médico Ramón Villuendas Berzosa, o el vocal, el Inspector de Escuelas Antonio Sanz Polo, también un hombre del Movimiento Nacional. El caso es que este grupo amante de la naturaleza y de la montaña comenzó a desplegar una actividad notable que tuvo en la travesía a nado de la Laguna Negra la primera gran proyección hacia el exterior. Pues en efecto, el 23 de agosto de 1953 –no tardó en pasar al primer domingo del mes, con alguna excepción para que no coincidiera con otra ya asentada y de prestigio en la sierra madrileña, la de Peñalara- se celebraba por vez primera esta competición hoy emblemática del deporte soriano que, para mayor satisfacción de sus promotores –Manuel Rodríguez Arcocha, José Luis Corral y Pedro María Ontoria- y, por supuesto, de la entidad, no tardaría en adquirir una dimensión entonces impensada que le llevó a sobrepasar los límites de una prueba deportiva más al uso, al margen de su singularidad, convirtiéndola en un acontecimiento extraordinario dotado de un fuerte componente social y por qué no en una de las referencias de los veranos sorianos. Es cierto que la prueba se desarrollaba, como ahora, en las cumbres de Urbión, pero la gran movida, si se está por utilizar el lenguaje moderno, tenía por escenario la ciudad. Pues en efecto, de la capital salían muy de mañana y a ella volvían ya bien entrada la noche los expedicionarios que se habían desplazado en autobuses a las cumbres de Urbión. El programa no variaba. A las siete de la mañana del domingo había misa en san Francisco (antiguo Hospital Provincial). A la salida, media hora después, se tomaban allí mismo los autocares hasta Santa Inés, desde donde, cuando todavía no había carretera ni siquiera pista forestal, los expedicionarios subían por el cortafuegos conducidos por expertos en la montaña. La travesía era a las doce y media. Comida y salida de regreso de la Laguna alrededor de las seis de la tarde para tomar de nuevo las autobuses en Santa Inés y volver a Soria, a la que se llegaba alrededor de las nueve, después de una jornada que resultaba agotadora. Se trata de un solo de un brevísimo apunte pues la convocatoria daba evidentemente para bastante -muchísimo- más.