El tirador olímpico soriano José Luis Calvo momentos antes de depositar la antorcha olímpica en su parada en Medinaceli (Archivo Histórico Provincial. Manuel Lafuente Caloto)
_____
El pasado día 5 –este último viernes- comenzaron los Juegos Olímpicos de Río.
Los sorianos nos sentimos particularmente identificados con las olimpiadas. Todavía nos parece tener cerca, casi como si las estuviéramos tocando, las sucesivas participaciones de Abel Antón y, sobre todo, de Fermín Cacho. Pero si nos remontamos aún más en el tiempo nos encontraremos con los futbolistas Alberto Vitoria y Gerardo Ortega de Francisco. Y si todavía se quiere seguir mirando hacia atrás, con el tirador José Luis del Villar pero sobre todo con el también tirador José Luis Calvo, que puede ostentar con legítimo derecho haber sido el primer olímpico soriano, con cuatro convocatorias como deportista y una más, en Barcelona 92, como seleccionador y entrenador nacional del equipo de tiro. El técnico Enrique Pascual Oliva y el comisario de ciclismo Joaquín Alcalde Rodríguez completan, por ahora, la nómina de sorianos en las citas olímpicas de los últimos cincuenta años, a la que hay que añadir en la presente edición a la atleta navarra afincada en Soria, Estela Navascués.
De todos modos, y aunque en otro ámbito, la provincia de Soria también ha tenido su particular contribución al movimiento olímpico. Esta aportación sí que resulta menos conocida y está alejada en el tiempo.
La convocatoria era en Méjico. La llama olímpica se había encendido el 23 de agosto de 1968 en la mítica ciudad griega de Olimpia. El punto de referencia de la provincia de Soria era la histórica Medinaceli, donde estaba previsto, como así fue, el desarrollo de una serie de actos para celebrar el acontecimiento, que diseñó y se encargó de organizar “El Comité Local del Paso de la Llama Olímpica” -cuya composición no llegó a conocerse en la calle-, que fue el encargado de cursar la invitación para asistir al evento.
La villa medinense, que registraba entonces una importante actividad cultural propiciada fundamentalmente por el Centro de Iniciativas y Turismo, y suponía de hecho la referencia de una serie de movimientos que fueron decayendo con el paso del tiempo, acababa de celebrar las fiestas patronales en honor del Beato Julián de San Agustín. Es decir, que se daban todos los ingredientes para que el evento estuviera a la altura de las circunstancias.
Y, efectivamente, a las siete y media de la tarde del martes 3 de septiembre llegó a la provincia la antorcha de los Juegos, procedente de Zaragoza. En el confín la recibieron los atletas sorianos, que en turnos de relevo la llevaron hasta su destino en Medinaceli. “No hubo retraso en los relevos y así a la hora señalada llegó a Santa María de Huerta, a las nueve menos veinte de la noche. No obstante la temperatura poco estival, había público como lo hubo igualmente en los diferentes puntos de la carretera nacional N-II que atravesó: Arcos de Jalón, Somaén y Jubera. Expectación también en la estación de F. C. (ferrocarril) de Medinaceli al iniciarse la subida hacia el histórico cerro donde se asienta la villa. Poco después de las nueve y media de la noche llegaba la Llama Olímpica al “altar del fuego” frente al emblemático Arco Romano, donde se desarrolló un escrupuloso ceremonial, después de que el olímpico José Luis Calvo Álvarez, que la había portado los últimos 800 metros, encendiera el pebetero y la depositara en él.
Momentos antes se había procedido a izar la Bandera Olímpica a los acordes del Himno Olímpico. El Gobernador Civil, Antonio Fernández-Pacheco y González, acompañado del alcalde de Medinaceli, Gonzalo Ramírez, asistieron al acto.
Para celebrar la llegada de la antorcha se organizó un programa de actos en la Plaza Mayor con la actuación del Coro Diocesano y del grupo de danza gimnástica del Círculo Juvenil de la Sección Femenina; se reprodujo el “Paso del fuego”, de San Pedro Manrique; hubo fuegos artificiales y no faltó una verbena amenizada por la Banda Municipal de Música de Covaleda.
A las dos y media de la tarde del día siguiente, 4 de septiembre, la Llama Olímpica siguió el camino con dirección a Guadalajara. En el límite de la provincia con Guadalajara les fue entregada la antorcha a los atletas alcarreños; antes había cruzado la localidad soriana de Esteras.