El mítico TER dirigiéndose a la estación del Cañuelo frente al camino de San Saturio (Archivo Histórico Provincial)
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En tiempos en que todavía existían las máquinas de vapor, tener que viajar desde Soria a la capital de España suponía emprender una auténtica travesía que venía a durar algo así como ocho horas, si no más. Pero por la ciudad pasaba diariamente un tren que marcaba la diferencia. Primero se le llamó TAF (Tren articulado Fiat) y más tarde TER (Tren español rápido), en realidad dos trenes rápidos con motor Diesel Fiat conocidos comúnmente como “el automotor”, que en definitiva eran eso, automotores. La diferencia entre uno y otro puede que residiera en la época de construcción y, desde luego, en los servicios que pudiera ofrecer a bordo. Eso sí, la duración del viaje era notablemente inferior.
Se trataba de un tren de lujo que utilizaban preferentemente los más pudientes y algunos colectivos como por ejemplo el Ejército y la Justicia o los funcionarios de Obras Públicas que gozaban de importantes descuentos a la hora de comprar el billete y además tenían la seguridad de contar con plaza, que no era fácil pues siempre solía ir lleno y Soria tenía asignado un cupo determinado de asientos, siempre se dijo que no muy grande, en contraste con el convoy tradicional formado por aquellos viejos y obsoletos vagones dotados de incómodos asientos de madera con compartimentos que no obstante hacían los viajes inolvidables.
El automotor estuvo pasando a diario muchos años por Soria, incluso los domingos. Actividad tan simple y rutinaria también tuvo su componente social en el provincianismo de la época, de tal manera que vino a otorgar algo así como una especie de marca de denominación de origen a quienes viajaban en él y por añadido a quienes acudían a la estación con la menor excusa procurando coincidir –de eso se trataba- con la hora de paso, y puede que hasta marcar cada tarde el ritmo de vida de la ciudad. Porque, en efecto, había un antes y un después de su llegada.
Este tren rápido –el AVE de aquellos años, perdón por el eufemismo- solía estar en Soria alrededor de las seis de la tarde y el andén de la Estación Nueva (la del Cañuelo) era obligado punto de encuentro al encontrarse en él los que dejaban y tomaban el tren y en mayor medida quienes lo esperaban o simplemente bajaban a despedir a algún familiar, pariente o mero conocido, pues salvo en algún periodo breve los dos trenes, es decir el que venía de Madrid y el que procedía de Pamplona, se cruzaban en Soria con puntualidad exquisita.
Y como entonces la estación quedaba lejos no había más remedio que desplazarse a ella tomando alguno de los taxis que tenían la parada en la plaza de Herradores y en la de San Esteban o en el servicio regular del Despacho Central de Renfe, que primero salió de El Collado, donde más tarde estuvo El Telón de Acero, y luego del rincón de la plaza del Olivo, hasta que fue privatizado el servicio.
La reordenación de la red de comunicaciones ferroviarias acabó primero con el automotor y más tarde y sucesivamente con el resto de las líneas convencionales hasta quedar reducidos los servicios ferroviarios a ese testimonial y ridículo Soria-Madrid y viceversa.