EL MONUMENTO A LOS CAÍDOS

Monumento a los Caídos. AHPSo 13583a (3)

El Monumento a los Caídos cuando fue inaugurado (Archivo Histórico Provincial)

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El 30 de noviembre de 1949 el Ayuntamiento de la ciudad celebró sesión ordinaria el Pleno de la Corporación que presidía el alcalde Mariano Íñiguez García. En el Orden del Día figuraba una moción suscrita por varios concejales (cabe suponer que fueran la totalidad o cuando menos la mayoría) proponiendo se erigiera “un monumento en memoria de los Caídos en la pasada Guerra de Liberación” y se fijara su emplazamiento en una de las plazas de la ciudad. La propuesta, como cabía esperar, se aprobó por unanimidad.

Pero hasta dos años y medio bien cumplidos después no se volvió a tener noticias de la iniciativa, curiosamente cuando tras el cese de Jesús Posada Cacho como Gobernador y la incorporación del coronel Luis López Pando se produjo el relevo del alcalde Mariano Íñiguez García. Fue en otro pleno de la Corporación, el celebrado el 21 de junio de 1952, cuando el flamante primer edil Eusebio Fernández de Velasco anunció que se había reunido con la Junta señalada para designar el emplazamiento del Monumento a los Caídos y que el lugar elegido era el que ocupaba la fuente de los Leones en el alto de la Dehesa. Aun con todo tuvieron que transcurrir otros dos años y medio para que la obra fuera una realidad y se inaugurara.

En fin, la tarde del viernes 19 de noviembre de 1954 era bendecido el Monumento a los Caídos por Dios y por España (sic) como preparación del “Día del Dolor” y decimoctavo aniversario del asesinato de José Antonio Primo de Rivera, una fecha emblemática del Régimen. La Jefatura Provincial del Movimiento desplegó un amplio operativo en el que no dejó absolutamente nada a la improvisación. Publicó una “orden de servicio” estableciendo el protocolo a seguir que contemplaba con escrupulosa minuciosidad desde la hora y el lugar de concentración en el Palacio de los Condes de Gómara de las autoridades, corporaciones y “camaradas encuadrados en las diferentes Delegaciones de Servicios del Movimiento [y] demás afiliados” y el puesto asignado a cada uno en la comitiva que se organizaría, hasta el itinerario a seguir por el centro de la capital con destino al alto de la Dehesa y, por supuesto, el desarrollo de la ceremonia en el Altar de los Caídos, que era un componente más de la instalación. El propio Alcalde de Soria hizo público un bando invitando al vecindario a unirse a la celebración.

Y así fue. Camaradas del Frente de Juventudes con antorchas encendidas flanquearon a la amplia y heterogénea comitiva que cerraban los gobernadores civil y militar, Luis López Pando y Gabriel Palacios, respectivamente. Al desfile, calificado de “impresionante en extremo”, siguió la bendición del Monumento, que corrió a cargo del Abad de la Colegiata (Segundo Jimeno Recacha) “ayudado por el reverendo señor don Demetrio Gómez Aguilar, en medio de un silencio sepulcral”, según las crónicas. Más tarde, las primeras autoridades hicieron la ofrenda de coronas, se recitó la oración por los Caídos y tras recordar a estos y al fundador de Falange Española todos los asistentes “refrendaron tan emocionado recuerdo con el ¡Presente! de ritual”.

Pero el Monumento a los Caídos y su entorno no tardaron en languidecer hasta acabar convirtiéndose en mingitorio público cuando no en lugar habitual de otro tipo de prácticas relacionadas con actividades que nada tenían que ver con la construcción. Al comienzo de la legislatura (2003-2007) el equipo de gobierno municipal que siguió al del tripartito en el consistorio, o sea, la mezcolanza Partido Popular-Iniciativa para el Desarrollo de Soria (PP-IDES), acordó tirarlo con lo que la zona, que estaba hecha unos zorros, se recuperó felizmente.