Atrio de la ermita de Santa Bárbara (Joaquín Alcalde)
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Este domingo es la festividad de Santa Bárbara, lo que quiere decir que el pequeño y rústico templo ubicado al final de las antiguas eras volverá a abrir sus puertas y habrá culto en la ermita, que como cada 4 de diciembre se llenará (en tiempos se anunciaba la víspera con el disparo de cohetes). Tocará, sin ser volteada –acaso como medida de seguridad-, la única campana que hay en la espadaña, y será oficiada una sencilla, pero al mismo tiempo solemne, función religiosa que antaño celebraba el párroco de El Salvador –a cuya jurisdicción pertenecía la ermita-, Simón Castilla (don Simón), al tiempo que Asesor Eclesiástico de los antiguos sindicatos. Así quizá pueda entenderse mejor que durante bastantes años el Sindicato Provincial del Combustible hiciera coincidir la solemnidad con su fiesta anual y el acto central de la celebración tuviera lugar allí. En estos tiempos la fiesta, que de hecho pasa inadvertida en la ciudad, no tiene ni de largo la repercusión social de antaño pero a cambio continúa rezumando un profundo casticismo no exento de la sorianidad que durante décadas se encargó de oscurecer la programación oficialista, con la cofradía de Santa Bárbara, pese a sus limitaciones de todo tipo, y, por supuesto, la parroquia, como garantes de la pervivencia de una tradición secular desconocida por una mayoría importante de sorianos.
En fin, al filo del mediodía habrá fiesta grande en la ermita concretada en la celebración del sacrificio de la misa con su correspondiente homilía, y, a su conclusión, la esperada subasta de roscos con el nombre de la Santa que tiene lugar en el atrio a no ser, como ocurrió el año pasado, que estaba cubierto de nieve, helada, y no quedó más remedio que trasladarla al interior de la ermita. Una vez finalizada la puja, la cofradía de Santa Bárbara y el párroco invitarán a los asistentes a pastas y moscatel en una de las dependencias de la que fue casa del santero, con lo que se dará por concluida la celebración. Muy parecido ceremonial, aunque con otro motivo, tiene lugar ya bien entrada la primavera, el domingo de la Santísima Trinidad, día en que tiene lugar la bendición de campos, otra fiesta cargada de sabor y, como la que acabamos de referirnos, venida a menos.