Vista aérea de la ciudad en los primeros años sesenta.
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El fin de año se ha dedicado tradicionalmente a hacer balance. Puede que ahora se haya perdido esa costumbre o cuando menos no se cultive como antaño cuando el 31 de diciembre, y como mucho al día siguiente, 1 de enero, que, por cierto, salían los periódicos, en los medios de la época no faltaban las páginas habituales resumiendo el acontecer del ejercicio que terminaba, por más que en la práctica fuera un mero relato, sin ningún tipo de análisis, de cuanto había sucedido en la anualidad recién terminada, que venía a ser una especie de relleno para cubrir el expediente. Aquello, para qué engañarnos, era del agrado del lector habida cuenta el contexto en que se movían los medios de la época, al menos los locales.
De modo que nunca está de más echar un vistazo al pasado especialmente si se hace con una perspectiva amplia para situarse, por ejemplo medio siglo atrás, y observar que en 1963 uno de los problemas que preocupaba a la corporación municipal era el abastecimiento de carne a la ciudad a cuyo efecto el alcalde Alberto Heras en solemne rueda de prensa –no proliferaban como ahora que se convocan a diario para no decir nada- hizo saber a los informadores, llamados “a su despacho oficial”, que se había instalado en la recientemente demolida Plaza de Abastos una cámara frigorífica “a 18º bajo cero con capacidad para almacenar seis mil kilos de carne, lo que permite que esta se venda a precios asequibles”, o la elección de la zona noreste del Parque del Castillo para construir el Parador de Turismo en detrimento de la antigua Huerta de San Francisco -la primera opción considerada- a los pocos meses de que el consistorio ofreciera terrenos en la parte más alta para la colocación de un poste repetidor de televisión que mejorara la recepción de las emisiones. Cuando no las circunstancias que aconsejaban la disolución de la Banda Municipal de Música acordada en el pleno del 7 de agosto por razones de índole presupuestaria, y no otras, derivadas de la normativa estatal y de la imposibilidad de poder ser atendida por el municipio.
Aquel año -1963- se produjo la inauguración de la entonces denominada Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos y la del Magisterio y las Anejas en la actual Ronda de Eloy Sanz Villa al tiempo que se daba el empujón definitivo para que un plazo relativamente corto desapareciera del centro urbano la estación vieja, que tantos problemas de todo tipo estaba ocasionando para el ensanche de la ciudad. Además era un hecho la construcción del que nació como Colegio Menor femenino (la Casa de la Sección Femenina) en la Plaza de José Antonio (ahora de Odón Alonso), junto al campo de San Andrés, y la presa de Los Rábanos, de la que nadie dijo absolutamente nada en su momento pero que tanto ha condicionado y sigue condicionando el paso del Duero por la ciudad.
Por lo demás, se anunciaba que el edifico que había comenzado a construirse veinte años antes en las afueras de la ciudad, muy cerca de la ermita del Mirón, para ser utilizado como sanatorio antituberculoso iba a ser Hospital General después de varias décadas de zancadillas e impedimentos de todo tipo de los poderes fácticos cuando realmente lo que comenzaba a demandar la sociedad soriana era una Residencia de la Seguridad Social, que aún tardaría en llegar.
En lo político, hubo relevo en el Gobierno Civil y por defecto en la Jefatura Provincial del Movimiento, pues en los primeros días del mes de marzo tomaba posesión el que sería nuevo inquilino del edificio de la calle Alfonso VIII, número 2, Antonio Fernández-Pacheco, relevando a Eduardo Cañizares Navarro, al que la Corporación Municipal soriana le nombraba hijo adoptivo y la Diputación, reunida en sesión extraordinaria, acordaba la concesión de la Medalla de Oro de la provincia, en ambos casos, siguiendo el acostumbrado protocolo al estilo del más puro oficialismo la época. Y en la faceta cultural tuvo amplia repercusión el éxito del compositor soriano Eduardo García Beitia “Ballenilla” en el acreditado festival de Benidorm con la canción “La luna tiene dos caras”, la actuación de la Ópera de Milán en el programa de conciertos de la Asociación Musical Olmeda-Yepes y, muy por encima de todos, la ubicación en el Palacio Provincial del cuadro de Alejo Vera “El última día de Numancia” propiedad del Museo de Arte Moderno que se encontraba en calidad de depósito en la Cámara de Comercio e Industria de Salamanca.