EL AUTOBÚS DE CADOSA Y SUS USOS

El autobús saliendo de los garajes de Gonzalo Ruiz (web Amigos del Museo Numantino)

 _____

Estos días se ha hablado bastante en la ciudad del que algunos han dado en llamar “el autobús de Cadosa” a partir de una imagen saliendo de los antiguos garajes de Gonzalo Ruiz, al final de la calle Sorovega, bajo el arco de la Torre de Doña Urraca. Un viejo ómnibus del que a primera vista se tiene la impresión de que al menos para los profanos ha quedado poco más que el esqueleto. Y ahí se han quedado pues a lo más que se ha hecho referencia es a que la salida de las abandonadas instalaciones tiene que ver con el plan urbanístico que tiene diseñado y piensa desarrollar el ayuntamiento de la ciudad para recuperar una zona tan céntrica como deteriorada que lleva décadas en un evidente estado de degradación.

Es posible, y no hay motivo alguno para ponerlo en duda, que el autobús en cuestión, con el anuncio de Cadosa en uno de los laterales, pudo prestar el servicio al “complejo deportivo”, que así se presentó a los sorianos, a partir de la inauguración de las instalaciones el domingo 24 de junio de 1979 a la taurina hora de las cinco de la tarde. Una piscina de adultos, otra infantil, pistas de tenis y frontones y el correspondiente servicio de hostelería era la atractiva y novedosa oferta que se hacía a los sorianos, pues no conviene pasar por alto que en aquel momento la única piscina al aire libre con que contaba la ciudad era la del camping que había promovido la Diputación Provincial una década antes y estaba de moda. Funcionaba la del Castillo pero, como ahora, cuando está abierta, únicamente para los niños porque la de Valonsadero llevaba años clausurada por orden gubernativa al no reunir las condiciones higiénicas y sanitarias exigibles, y el Polideportivo de la Juventud no disponía más que de la climatizada. No se nos olvida tampoco que había algunas –contadas- piscinas particulares, pero esta es otra historia.

Estaba justificado, por tanto, el autobús a Cadosa, cuyo servicio no era el único que prestaba porque el mismo vehículo, conocido como la Central pues partía del Despacho Central de Renfe, ubicado en el rincón de la Plaza del Olivo, y tenía como punto de destino la estación del Cañuelo coincidiendo con la llegada del automotor (un tren rápido que hacía el trayecto Madrid-Soria-Pamplona y viceversa y se cruzaba en Soria con el que circulaba en sentido inverso). Más tarde, la parada del autobús se trasladó a la plaza de Mariano Granados.

Pues bien, este mismo bus cubría asimismo la línea a la Barriada saliendo en este caso de la antigua plaza de la Leña (Ramón y Cajal) y con posterioridad de la provinciana plaza del Chupete, un servicio que comenzó a prestarse en los primeros días del mes de febrero de 1957. Y puede que también fuera el mismo autobús que en  los meses de verano bajaba al camping tan pronto como comenzó a funcionar.

Además, también en la temporada de verano había otro servicio al Soto Playa y los domingos a la ermita de San Saturio a la hora de la misa, en este último caso con un pequeño autobús que podía cruzar el arco de San Polo con salida de la Inspección de Policía Urbana, instalada entonces en la Plaza Mayor, en la Casa del Común (en la actualidad sede del Archivo Municipal) y más tarde de la plaza de Mariano Granados.

LA CIUDAD (y VII) – EL CAMBIO EN EL HORIZONTE

La Cafetería Alameda cerró sus puertas como establecimiento de hostelería a mediados de 1977 (Archivo Histórico Provincial)

_____

El domingo 25 de enero de 1976 fue día de elecciones municipales. Se trataba de elegir alcaldes como consecuencia de la nueva Ley de Régimen Local. Una elección todavía restringida pues para presentarse como candidato había que reunir una conjunto de requisitos perfectamente calculados por el Poder, lo que de entrada no dejaba de ser un filtro en toda regla. El caso es que aquella mañana el ayuntamiento de la capital celebró pleno extraordinario con un único punto en el orden del día. Tres fueron los candidatos: José Luis Calvo Morales, Fidel Carazo Hernández y Domingo Hergueta Modrego, que a última hora amagó con retirarse al haber fracasado –según sus propias palabras- los propósitos y los resultados de sus intenciones de presentarse a la elección. O lo que es lo mismo, si se lee entre líneas, cabe suponer que no contaba con los apoyos suficientes entre los concejales, que eran los que votaban. El elegido una vez resuelto por la Junta Local del Censo el empate a votos entre José Luis Calvo y Domingo Hergueta fue el conocido periodista soriano y dueño del periódico Soria-Hogar y Pueblo Fidel Carazo Hernández, un hombre reivindicativo y carismático donde los hubiera, que no se casaba con nadie. Era, por simplificar, la referencia de la Soria no oficial y crítica que tantos seguidores aglutinaba identificados con una peculiar manera de actuar.

A la semana justa de su elección, esto es, el 1 de febrero, tomaba posesión de la alcaldía en un momento especialmente complicado pues todavía no se había cumplido un mes desde que el Gobierno de la Nación había aprobado la construcción del Centro de Investigación Nuclear del que el propio Carazo entonces Procurador en Cortes y con estrecha relación personal con el Ministro de Industria, Carlos Pérez de Bricio, se erigió en uno de los principales y más entusiastas valedores, si no el que más, del proyecto más controvertido de la historia moderna de Soria.

Fidel Carazo permaneció poco más de un año al frente de la Corporación Municipal. Fue un periodo convulso plagado de desencuentros, broncas y tensiones en el que no faltaron mociones por la falta de confianza para seguir en el cargo y la dimisión de concejales. Una situación que no estará demás contextualizar en la complejidad del momento que se vivía tras la muerte muy pocos meses antes del Caudillo y el afán indisimulado de quienes se sentían atraídos por la política que aun sin saber por dónde podía discurrir el futuro trataban de estar bien posicionados en aquellos momentos iniciales del posfranquismo especialmente inciertos.

La ejecutoria de Fidel Carazo al frente del ayuntamiento de la ciudad apenas se tradujo en realidades tangibles, no porque, conociéndole, él no lo intentara cada instante, sino más bien porque las preocupaciones de los sorianos, como en general las de los españoles, caminaban por senderos alejados de los del día a día y sí por las expectativas del futuro más inmediato acompañadas en el ámbito de lo local de una fuerte y continuada conflictividad laboral y en determinados momentos incluso social con el citado Centro de Investigación Nuclear como telón de fondo.

De todos modos, y aunque no fueran actuaciones municipales en sentido estricto, durante su breve mandato se sometió a información pública el Plan Parcial de Ordenación del Polígono Industrial de Las Casas que Carazo había defendido en su día con uñas y dientes en otro lugar, en Valcorba; se restauraron los frescos de la ermita de san Saturio y el Instituto Nacional de Previsión cedía unos terrenos para la construcción de una residencia para pensionistas en el Alto de la Dehesa. A mediados de 1977, al sufrir un incendio, cerraba sus puertas la Cafetería Alameda, uno de los establecimientos más acreditados y frecuentados de la época. Carazo, látigo del poder, tuvo que convivir como alcalde con dos Gobernadores: Vicente Segrelles Chillida y Román Ledesma Rodríguez, su sustituto, que llegó apenas tres meses antes de que Fidel Carazo presentara la renuncia al cargo de alcalde para presentarse a las Elecciones Generales del 15 de junio de 1977, en las que obtuvo el acta de senador, por más que continuara conservando el escaño de concejal hasta su dimisión en diciembre de ese mismo año.

SESENTA AÑOS SIN LA ESTACIÓN VIEJA

Fachada principal de la Estación Vieja, una de las señas de identidad de la Soria de antaño (Archivo Histórico Provincial)

_____

El 2021 ya es historia. Llegado este momento la sociedad tiene por costumbre, junto al deseo de los mejores propósitos para el nuevo año, hacer balance del ejercicio que termina. Una tarea esta que no es producto de los tiempos modernos sino que, por el contrario, ha venido cultivándose desde antaño. De modo que para no romper con la vieja costumbre vamos a hacer aquí también nuestra particular recapitulación aunque lejos de acudir a lo más destacado de cuanto ha sucedido en los últimos doce meses retrocederemos en el tiempo casi sesenta años para situarnos en 1962.

En efecto, aquel año fue clave desde el punto de vista de la ordenación urbana del centro-sur de la ciudad. Las autoridades de la época llevaban bastante tiempo enfrascadas en la tarea de acabar con la estación de tren Soria-San Francisco, la conocida como estación vieja, que se había quedado en el corazón de la capital y además de resultar innecesaria suponía un grave e importante obstáculo para el ensanche del casco urbano, que lo estaba pidiendo a gritos. La solución llegó en pleno verano cuando la propuesta elaborada por las Cortes Españolas se convirtió en una ley que firmó Franco en el Palacio de El Pardo el 21 de julio, en virtud de la cual se autorizaba al Ministerio de Obras Públicas para que por cuenta del Estado “y con las aportaciones que se establecen” ejecutase las obras necesarias para suprimir las instalaciones y concentrarlas en la otra estación, la Soria-Cañuelo, o sea, la nueva en el argot soriano del momento y todavía ahora en el de los menos jóvenes. El camino de la solución lo había despejado definitivamente el propio ministro del ramo, Jorge Vigón, en la visita que había hecho en marzo a la ciudad para hablar con las autoridades sorianas del “Plan Soria”, y de la infraestructura ferroviaria en particular.

Pero en este abreviado repaso tampoco estará de más recordar la apertura del Cine Roma con la proyección de la película Fray Escoba. Del mismo modo que en la faceta meramente social algún celebrado enlace matrimonial en la terminología de la época que no viene al caso.

Por otra parte, la crónica rosa dispuso asimismo de su espacio con la elección de la soriana Estrellita Ribera como Miss Soria la noche del día de San Saturio en el transcurso de la velada incluida como un acto más en el programa oficial de fiestas del patrón de la ciudad que tuvo lugar en el patio central del Palacio de los Condes de Gómara, una celebración glamourosa para lo que se llevaba, de singular relevancia en la élite social, que reunió a la gente guapa y a lo más selecto de la sociedad soriana.

Los cursos de francés impartidos a los guardias municipales para perfeccionar su formación y prestar un mejor servicio a los visitantes, y en el ámbito festivo el estreno de los nuevos gigantes representando a los reyes de la baraja asimismo tuvieron eco al hacer el balance anual de aquella Soria en la que, por ejemplo, comenzaba a configurarse la avenida de Valladolid y se entregaban las viviendas sociales del Pradillo.

Y, en fin, en un ámbito muy diferente no dejaron de tener su particular cuota de protagonismo las nuevas normas –muy precisas, por cierto- dictadas para los entierros y funerales que terminaron con la práctica de un conjunto de costumbres obsoletas, y sin sentido, que se habían visto superadas por los hábitos de la sociedad moderna, y la incorporación de un innovador protocolo, en parte todavía vigente.

LA TRADICIÓN DE VISITAR LOS NACIMIENTOS

Belén gigante en la fachada principal de la Diputación, en una imagen de 1963 (Julián de la Llana)

_____

Hace ya unas cuantas décadas que aquí, en la capital, el arranque de las fiestas de Navidad tiene como referencia el encendido del alumbrado (en ocasiones ni siquiera ha llegado a desmontarse a lo largo del año) y alguna que otra iniciativa de las asociaciones de comerciantes que acaso pueda constituir novedad por más que ya en los cuarenta y cincuenta se programaran actividades semejantes desde planteamientos diferentes pero con idéntica finalidad.

Si, en definitiva, rutinario es el acontecer navideño de ahora, otro tanto ocurría antaño. Porque de la secuencia invariable y repetitiva de la época formaba parte la gacetilla del único medio escrito que aparecía entonces a través de la cual se podía conocer, por ejemplo, que “en la planta baja del Palacio de los Condes de Gómara hemos tenido el placer de admirar un bello y artístico nacimiento instalado por las Falanges Juveniles de Franco en su Hogar con insuperable acierto y buen gusto”.

Pero aun siendo muy visitado el belén del Frente de Juventudes, como realidad lo era, es bien sabido y recordado que igualmente se montaban otros nacimientos (textual) bien en las iglesias y parroquias de la ciudad e incluso en algún domicilio particular, cuya visita, casi siempre, en familia, era uno de los ritos pudiera decirse que de obligado cumplimiento especialmente el día de Navidad pero, en general, durante los domingos del intermedio y las fechas más señaladas del periodo navideño como pudieran ser Año Nuevo y Reyes.

Pues, en efecto, no hacía falta que le dijeran a nadie por más que formase parte de la información del entonces trisemanario Campo de esos días, que “también pueden admirarse artísticos nacimientos en la capilla de los Reverendos Padres Franciscanos e iglesias de Nuestra Señora de la Merced (actual Aula Magna Tirso de Molina), San Francisco y en la Casa de Observación de Menores”, en la calle Alberca, cuando no en el Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, en Santo Domingo o en la iglesia del Carmen, y, en general, en la mayoría de los templos de la ciudad, si es que no en la totalidad. Todos ellos, y no porque lo contara el periódico cual si de una muletilla que repetía cada año se tratara, eran muy visitados y llamaban poderosamente la atención.

Sin embargo, el que sin duda más curiosidad suscitaba, sobre todo entre los más jóvenes, era el del Hospital Provincial -entonces en Nicolás Rabal- con aquella gran casa que se iluminaba al introducir una perra gorda (la recordada moneda de diez céntimos de las antiguas pesetas), en la ranura que tenía en el tejado. Y por qué no, el privado que montaba la familia de Claudio Alcalde en el primer piso de su vivienda de la calle Marqués del Vadillo, esquina con la Plaza de Herradores, con acceso, lógicamente, restringido. Porque el que comenzó a instalar el ayuntamiento en la Plaza Mayor, en principio sólo para la Cabalgata de Reyes, siempre fue otra cosa.

LA CAMPAÑA DE NAVIDAD

Festival de gimnasia en el patio central del Palacio de los Condes de Gómara con motivo de una Campaña de Navidad (Archivo Histórico Provincial)

Las Navidades ya están aquí. En realidad ya llevamos unos cuantos días conviviendo con el ambiente navideño marcado en estos tiempos modernos por la rutina del encendido de las luces y últimamente por la pandemia del coronavirus, que nos está trayendo de cabeza. Pero en este caso nuestro propósito no pasa tanto por recordar lo que eran y la manera de celebrar estos días como detenernos en un aspecto concreto que antaño marcaba sin duda el arranque oficial del tiempo de Navidad, como ahora con el ya citado encendido de las luces.

Se trata de la Campaña de Navidad, una de las actuaciones emblemáticas durante una larga etapa de nuestra historia reciente, promovida cada año por el Gobernador civil y Jefe Provincial del Movimiento. Pues, en efecto, con rigurosa puntualidad cada año en los primeros días de diciembre el poncio de turno publicaba una nota, por lo general de idéntico o muy parecido contenido, en la que anunciaba el inicio de la suscripción Pro-Navidad con la cantidad de 30.000 pesetas aportada por él mismo, al tiempo que rogaba a cuantas personas e Instituciones lo deseasen hicieran un donativo en metálico entregando su importe en las Oficinas de la Junta Provincial de Beneficencia ubicada en el Gobierno civil o en la Caja de Ahorros y Préstamos de la provincia, “La Caja”, para entendernos, que ya no existe. Los donativos que se hicieran de géneros textiles, calzado, artículos alimenticios, etc. había que entregarlos en la Sección Femenina, que para la ocasión funcionaba como una especie de ONG de las de ahora.

A partir de ese momento se producía un goteo constante con la publicación de las relaciones de los donantes, con el Ayuntamiento de la Ciudad, que solía contribuir como el Gobernador con 30.000 pesetas, y la Diputación Provincial con 15.000 entre los primeros. Luego aparecían organismos públicos, corporaciones y particulares cumpliendo con una especie de rito de marcada repercusión social. Singular relevancia se le daba al donativo de 5.000 pesetas del General Juan Yagüe Blanco y a la costumbre de comunicarlo por carta al Gobernador, “que pone de manifiesto, una vez más, el cariño y amor que siente hacia los humildes”, decía el comunicado oficial. A mediados del mes de enero se hacía balance y se presentaba el detalle pormenorizado de su resultado. Por lo demás, parece oportuno recordar también que la Pro-Campaña de Navidad no se nutría únicamente de las aportaciones dinerarias y de las que se hacían en especie pues paralelamente se desarrollaban iniciativas de índole artística y cultural que se programaban durante casi todo el mes de diciembre y los primeros días del año nuevo con idéntico objetivo. En este marco se celebró el sábado 16 de diciembre de 1951 el primer desfile de modelos en el Palacio de los Condes de Gómara (sí, se ha dicho bien, no es un error), que solía utilizarse con alguna frecuencia para actividades relacionadas con fines benéficos. El pase tuvo lugar en las dependencias que ocupó la Delegación de Sindicatos (en la actualidad sala de vistas de la Audiencia Provincial) acondicionadas y perfumadas (textual) para la ocasión por la firma Marylar, que además entregó un regalo para un sorteo; la casa Redondo y Jiménez presentó modelos de jerseys y conjuntos de una acreditada marca, que no se dijo, y la empresa Tricomar (no hace tantos años desaparecida) mostró una colección de trajes infantiles. Otras veces fue el teatro-cine Avenida, cedido desinteresadamente por la empresa Hermanos Carnicero, el que acogió un festival patrocinado por el Gobernador civil de la provincia, Luis López Pando, y el Abad de la Colegiata, Segundo Jimeno Recacha. En este caso, al día siguiente de Reyes de 1953, actuó en primer lugar el Cuadro Artístico del Centro Parroquial de San Pedro que puso en escena el entremés “El Nietecito”, de Jacinto Benavente, interviniendo a continuación el equipo de Gimnasia Educativa de las Falanges Juveniles de Franco y el cuadro de Variedades Escénicas de Educación y Descanso. También en el emblemático teatro-cine Avenida actuaron el domingo 19 de diciembre de 1954 los Coros y Danzas de la Sección Femenina. Aún a mediados de los sesenta se presentaba en la desaparecida sala el Padre Sodupe, franciscano, reconocido en aquel momento como uno de los más reputados organistas de España, además del Orfeón del Colegio del Sagrado Corazón y la rondalla Los Numantinos del Colegio de San José, en tanto que la Delegación Provincial del Servicio Nacional de Concentración Parcelaria organizaba una fiesta infantil en el Auditorio del Instituto Nacional de Enseñanza Media (el actual Antonio Machado) y en el Cine Roma se pasaba en función de gala la película “Franco, ese hombre”, en el marco de la tan repetida Campaña de Navidad gestionada ahora con otro nombre por otras instituciones y asociaciones pero con idéntico fin.

EDIFICIOS QUE SON EMBLEMA DE LA CIUDAD

El edificio de La Vasco Navarra, uno de los emblemas de la ciudad (Archivo Histórico Provincial)

_____

Hace ya algunos años fue sometido a un importante lavado de cara uno de los edificios que, pese al tiempo transcurrido desde su construcción en el ecuador de los cincuenta, sigue llamando poderosamente la atención hasta constituir una ineludible referencia de nuestra arquitectura urbana. Es el comúnmente conocido como de La Vasco Navarra en razón de una importante compañía de seguros  de la que tomó el nombre. También a finales de aquel verano, más bien en el albor del otoño, el Colegio de Arquitectos colocaba una placa en la casa de la calle de San Benito señalada con el número 20, llamada por los sorianos de Casto Hernández. Un bloque de viviendas levantado en el año 1935 en la entonces Travesía de las Concepciones que según apunta la profesora Monserrat Carrasco García su construcción respondía a la necesidad de construir casas baratas modernas.

Son solo un par de ejemplos de un nutrido catálogo de inmuebles encuadrados en lo que se ha dado en llamar patrimonio arquitectónico del Movimiento Moderno. Los sorianos siempre han –hemos- sentido especial veneración por ellos y por algunos otros como la casa de Antonio Jodra, la de los miradores, en el rincón de la Plaza de Abastos. O muy cerca de esta, en la calle Estudios, el inmueble en el que estuvo la tienda de ultramarinos “La Oriental”, y el de enfrente, el que hace esquina, con fachada a la propia calle Estudios y al pasaje de Teatinos, en cuyos bajos funcionó antaño el bar Capitol, en la actualidad una tienda dedicada a la venta de productos cárnicos.

Ya en el Collado, en el llamado ensanche, la casa de Molinero, en un lugar particularmente estratégico en la Soria de la época pues era donde se bifurcaban las carreteras que atravesaban la población.

En este breve y apresurado recorrido por los que hemos dado en llamar edificios singulares de nuestra geografía urbana, no estará de más detenerse en la plaza de San Clemente –siempre la de la Telefónica- ya que en el número 2 de la Aduana Vieja se encuentra otra casa, conocida como de Román Herrero, en el conjunto de un entorno que no deja de llamar poderosamente la atención.

Otras construcciones significativas nos conducen a la avenida de Navarra a la que imprimen carácter la casa de Juan Díaz, de afamado y vigente alias por el que se sigue identificando a sus sucesores, con fachada también al norte, o lo que es lo mismo, a la ahora denominada plaza de los Jurados de Cuadrilla, inmueble con portal de acceso desde la avenida de Navarra. Y, sobre todo, la que los sorianos menos jóvenes conocen –conocemos- como “casa del ascensor” cuando hay necesidad de referirse al primer bloque que contó en Soria con semejante artilugio que en aquellos años, y a falta de otros atractivos, llegó a ser motivo de distracción de los chicos por el solo hecho de poder contemplar embobados el desplazamiento cadencioso del contrapeso visible desde la parte posterior del inmueble. Y al otro lado de la plaza, enfrente, aunque con entrada por Marqués del Vadillo, queda el edificio de Ángel del Amo Ropero en cuyos bajos estuvo establecido el bar Talibesay, más tarde la sucursal del Banco Español de Crédito y en estos momentos una de la Caja Rural.

El listado podría ampliarse, que no concluir, con la casa de Ángel y Adolfo Jiménez, en el primer tramo de Nicolás Rabal, colindante por un lado con el edificio del Gobierno Civil (ahora Subdelegación del Gobierno) y por otro con el edificio de Sanidad y a sus espaldas, en la calle Medinaceli, con una construcción muy notable, que suele pasar desapercibida.

PASEAR POR LAS MÁRGENES DEL DUERO (y III)

El Mirador-Bar con la chimenea de la térmica detrás, a la izquierda (Colección Alberto Arribas)

_____

De un tiempo a esta parte, la margen derecha del Duero, desde el Puente de Piedra hasta Peña Mala (el puente de la Variante), se ha convertido en un constante peregrinar sin tener en cuenta para nada que pueda apretar el calor o que haya que abrigarse. El caso es que se ha abierto la posibilidad de frecuentar en su totalidad un tramo del río, tradicionalmente imposible, más todavía después de que en la década de los noventa dejara de tener actividad el Mirador-Bar (lo que toda la vida se conoció como las barcas del Augusto), antaño una de las referencias del ocio veraniego de los sorianos. Es verdad que la última actuación en la zona ha estado precedida de otra, asimismo importante, aunque no por ello menos contestada, entre este punto y el viaducto del ferrocarril, como fue la remodelación del mal llamado fielato, el actual Centro de Recepción de Visitantes. Retrocediendo más en el tiempo tampoco conviene perder la perspectiva de que el Puente de Piedra (Bien de Interés Cultural) fue objeto de una profunda remodelación entrados los noventa. El compromiso del Ministerio de Obras Públicas con el Ayuntamiento de la ciudad tras la puesta en servicio de la Variante Norte, tuvo como objetivo el acondicionamiento de la calzada y la sustitución de las barandillas, además de actuaciones en los tajamares, que se completó tiempo después con la inauguración de la nueva iluminación nocturna. Todo ello posibilitó que el recorrido –en realidad un paseo agradable- entre el Puente de Piedra y el más reciente de la Variante sea uno de los más visitados, sin necesidad de salir de la ciudad. De tal manera que con el paso del tiempo se ha convertido en hábito comenzar la breve andadura por el paseo de San Prudencio y junto a uno de los ojos del Puente contemplar el desagüe del arroyo de la ciudad, para seguidamente emprender la andadura. Hasta hace poco merecía la pena observar la parte trasera del antiguo convento de San Agustín, donde estuvo funcionando la Térmica –como se la conocía-, en realidad la primera central eléctrica que abasteció a la ciudad cuya chimenea cilíndrica que la delataba no hace tanto que desapareció por más que dejara de funcionar en torno a los años setenta. Junto a la recordada y para muchos desconocida instalación quedaban, igualmente, los restos del popular Mirador-Bar (desparecidos  con la rehabilitación de la muralla) que fue durante varias décadas punto de encuentro, diríase obligado, de la juventud soriana al atardecer de los calurosos días de verano. La actuación en la margen derecha del río posibilitó, al contrario de lo que sucedía entonces, que el paseo no sólo no se acabe en lo que fue embarcadero sino que, por el contrario, pueda disfrutarse de un entorno que desde siempre no habíamos tenido más remedio que contemplar desde la otra orilla. Como consecuencia, hoy en día puede verse con detalle, asentado en la muralla, un edificio que llama poderosamente la atención, el conocido como la casa de Sánchez Dragó, en el que según la ocasión lo mismo ha convocado a los periodistas para presentar alguna de sus obras que ha sido el marco elegido para celebrar la boda de alguna de sus hijas, según ha relevado propio escritor. Muy poco más arriba quedaba la pequeña parcela de la que fue huerta de propiedad privada cuya existencia la atestiguaban los árboles frutales que se han venido conservando hasta que se han acometido las obras de la muralla además del portillo de acceso. Y, siguiendo la senda, el mítico Peñón, desde el que los bañistas más expertos mostraban sus habilidades tirándose (en lenguaje soriano) de cabeza al río. Luego, Peña Grajera, un paraje apenas frecuentado pero no por ello de menor belleza, para llegar, poco después al puente de la Variante y a Peña Mala, otro rincón atractivo del río pero escasamente visitado por desconocido, en el que antaño se pescaba en barca de botos y durante algún tiempo el rincón elegido por los suicidas sorianos, como ha recordado algún autor.

LA CIUDAD (VI) – UN ALCALDE DE TRANSICIÓN

La plaza de Mariano Granados y la avenida de Navarra, con el teatro-cine Avenida a la izquierda de la imagen (Archivo Histórico Provincial)

_____

A mediados del mes de febrero de 1975 el alcalde Raúl Ladera Vivas había presentado la dimisión al Gobernador Civil, el malagueño Francisco Hidalgo Ramos. Las causas habría que situarlas en el accidente sufrido durante un viaje oficial a Madrid que condicionó su mandato pues en efecto, aunque continuó durante algún tiempo al frente de la alcaldía, la realidad es que el primer teniente alcalde de la corporación, el conocido y joven abogado soriano José Manuel Sánchez Gil, estuvo ejerciendo el cargo en funciones durante una buena temporada. Sánchez, se había incorporado como concejal por el tercio familiar en los primeros días del mes de febrero de 1971. Cuatro años después, el 19 febrero de 1975, llegaba a la alcaldía luego del periodo de interinidad a que se ha hecho referencia. Su  breve paso por la presidencia del consistorio no fue precisamente un camino de rosas pues a la de por sí agitada vida municipal que se vivía focalizada por el asimismo concejal de la corporación y a su vez Procurador Familiar en Cortes Fidel Carazo en la figura de quien le había precedido en el primer sillón de la casa consistorial, es decir, Raúl Ladera, se unió en el mes de noviembre el fallecimiento del Caudillo.

De todos modos, José Manuel Sánchez, pese a su fugaz mandato, al margen de la interinidad previa, aún tuvo tiempo para dejar su impronta. Pues, en efecto, a los pocos meses de pasar a ser el primer edil con todas sus consecuencias se adjudicaba la ejecución de las obras de ordenación del entorno de la concatedral de san Pedro y de la antigua iglesia de san Nicolás. Aquel mismo verano de 1975 se adoptó una medida pudiera decirse agresiva como sin duda lo era la limitación del tiempo de aparcamiento de vehículos en el centro de la ciudad mediante la implantación del novedoso –al menos aquí- sistema de pago conocido como Zona Azul. Por otra parte, en vísperas de las fiestas de san Juan, el ayuntamiento comunicaba la ampliación hasta el cuarto curso de Medicina en el Colegio Universitario al tiempo que el Hospital General de Soria iniciaba las conversaciones para la adscripción del centro médico a ella, y se conocía la futura ubicación en la capital de un Instituto Politécnico Nacional; además, el Instituto Nacional de Previsión acordaba la cesión de terrenos para la construcción de una residencia para pensionistas en el Alto de la Dehesa. En lo urbanístico no debe pasarse por alto la demolición del emblemático teatro Avenida –una de las señas de identidad de la ciudad- y, como consecuencia directa, el notable cambio de imagen que en muy poco espacio de tiempo iba a sufrir el centro urbano tras la construcción unos años antes de la nueva sede de la Caja General de Ahorros y Préstamos de la Provincia de Soria, la Caja de toda la vida, en la plaza de Mariano Granados.

Sin embargo, si hay una noticia que causó verdadero impacto coincidiendo con el final del mandato de José Manuel Sánchez, y no porque tuviera absolutamente nada que ver con la actividad municipal, fue el acuerdo del Consejo de Ministros del 9 de enero de 1976 que aprobaba la construcción de un Centro de Investigación Nuclear en la provincia de Soria y activó todas las alarmas de la contestación popular contribuyendo, y de qué manera, a elevar el tono de  la irritación ante la gestión del día a día del consistorio cuando todavía no se habían cumplido dos meses de la muerte del Generalísimo por más que si bien en la lejanía del horizonte comenzaban a divisarse síntomas de cambio. Pues, en efecto, después de cuarenta años se habían convocado elecciones municipales para el 25 de enero del naciente 1976, a las que un par de semanas antes José Manuel Sánchez anunció que no se presentaría. De manera que fueron proclamados candidatos el médico José Luis Calvo Morales, el industrial Domingo Hergueta Modrego y el periodista y dueño del periódico Soria-Hogar y Pueblo Fidel Carazo Hernández, que fue el que resultó elegido. El 1 de febrero finalizaba el tiempo de Sánchez Gil después de un año menos unos días como alcalde y cinco años después de que hubiera tomado posesión como concejal. Un alcalde, pudiera decirse, de transición en una etapa particularmente complicada y difícil.

CINCUENTA Y CINCO AÑOS DE LAS CABINAS TELEFÓNICAS

Cabina telefónica en la calle Almazán, una de las pocas que pueden verse en la ciudad (Joaquín Alcalde)

_____

Ahora parece que es definitivo. Las cabinas telefónicas desparecerán en 2022. Lo acaba de hacer público el Gobierno, que elimina la obligación de mantenerlas como servicio público.

En realidad, la primera idea fue suprimirlas a partir del día 1 de enero de 2019 pero en aquella ocasión a última hora el Gobierno de la Nación las indultó aduciendo que el teléfono público seguía manteniendo la consideración de servicio universal, es decir, que formaba parte del conjunto de servicios mínimos que el Estado garantiza a todos los usuarios con independencia de su lugar de residencia.

En cualquier caso, como entonces, las informaciones que se han producido lejos de presentarse bajo grandes titulares han pasado desapercibidas, incluso en una ciudad como la nuestra en la que las cabinas telefónicas, por cierto, en muy deficiente estado de conservación todas ellas, forman parte del mobiliario urbano desde hace más de medio siglo.

Las cabinas telefónicas, escasamente utilizadas en la actualidad, fueron en su día un elemento innovador de las telecomunicaciones. Con solo hacer un pequeño ejercicio de memoria y ojear los periódicos de la época podrá percibirse la importancia que se les concedió.

Fue en las vísperas de las celebraciones navideñas de 1966 cuando comenzaron a funcionar en Soria. En la capital se instalaron 15 de ellas -algunas de ellas se conservan- en “los lugares más interesantes o en la proximidad de barriadas sociales”, se dijo entonces.

La inauguración de este novedoso servicio tuvo lugar a las cinco de la tarde del martes 20 de diciembre. La cabina elegida para el protocolo fue la situada en la plaza de San Esteban en su ángulo con la del Olivo, que fue abierta por uno de los periodistas sorianos asistentes al acto, realizándose seguidamente la primera llamada.

PASEAR POR LAS MÁRGENES DEL DUERO (II)

El río Duero durante una operación de limpieza del cauce, con la fábrica de grasas al fondo.

_____

Del curso del río a su paso por la ciudad, y de lo que representa para los sorianos, existe un antes y un  después marcados por la fecha en que comenzó a embalsar la presa de Los Rábanos.

El 13 de septiembre de 1964 se inauguraba la infraestructura por más que desde casi un año antes hubiera comenzado a producir energía y eso que en la segunda mitad de la década de los cuarenta ya se hablara de su construcción.

Por aquel entonces -1947- la población piscícola del río, a su paso por la ciudad, era rica y abundante, pudiéndose encontrar desde barbos y pollas de agua hasta angulas, truchas, bogas, cangrejos y nutrias, de la que daban buena cuenta los numerosos pescadores que conocedores de las posibilidades de la zona, especialmente la de la margen derecha, por otra parte la más degradada, era el centro de operaciones de sus capturas, no siempre en el marco de la legalidad, para qué vamos a engañarnos.

Cuando todavía faltaba más de una década para que el embalse de Los Rábanos fuera una realidad efectivos del Batallón de Minadores, recién instalados en el cuartel de Santa Clara procedentes de Guadalajara, construyeron, en el mismo lugar en que se encuentra la actual, aquella coqueta como ella sola pasarela de madera que tan bien encajó en el entorno, conocida popularmente como el puente de los soldados. Su inauguración y puesta en servicio a comienzos de 1952 supuso un notable avance respecto de las pasaderas, pero sobre todo seguridad, en el empeño de los sorianos de poder cruzar el río de orilla a orilla, si bien es cierto que tuvo una vida efímera pues no mucho tiempo después la elemental pero sin embargo no menos práctica y funcional instalación se la llevó por delante una riada.

Con posterioridad, en un otoño de mitad de los sesenta, la propia empresa Saltos Unidos del Jalón, titular de la presa, construía las tres pilastras sobre las que treinta años después se fabricó la pasarela actual.

En ese mismo paraje se había instalado a comienzos del siglo pasado la tercera fábrica de luz de la ciudad, que respondía a la denominación comercial de la Flor de Numancia, en torno a la cual se configuró un modesto conjunto residencial; más tarde se levantó el conocido como molino de abajo y, en los tiempos modernos, la odiada fábrica de grasas, demolida al final de los años ochenta y principio de los noventa después de una insistente campaña de prensa de la que el canónigo y capellán-delegado del cabildo para la ermita de San Saturio, Carmelo Jiménez, no sólo fue el ideólogo sino también su principal impulsor y abanderado. De la recuperada y “bautizada” como Noria del Carbonero ni se tenían noticias y el lavadero de lanas era un edificio en estado de ruina en el que en el mejor de los casos se cerraba ganado. Del mismo modo que la recuperada y muy ocupada actual zona de recreo a ambos lados del puente de hierro era un amplio espacio decrépito e intransitable por la cantidad de basura acumulada cuyo disfrute, es un decir, estaba fuertemente condicionado por una pequeña y estrecha franja de tierra junto a la infraestructura ferroviaria, frente a la casa del sampolero (el guarda de la finca de San Polo), que entraba en el río, conocida como la nariz, sin duda por la pestilencia que emitía teniendo en cuenta que allí mismo desembocaba la conducción de salida de las aguas fecales de la ciudad. Todo ello condicionó el desarrollo de una zona de esparcimiento natural, como era el Soto Playa, aun a pesar de los sucesivos y  reiterados empeños de rehabilitar este paraje, y de intervenir en él, sin que llegara a consumarse el propósito o, por lo menos, que las actuaciones acometidas tuvieran más continuidad en el tiempo de las que realmente tuvo. Entonces todavía estaba en funcionamiento la antigua elevadora de aguas y lo poco que quedaba del lavadero contiguo, del mismo modo que la barcaza que posibilitaba vadear el río, además de alguna otra instalación.