LOS BARRIOS DE LA CIUDAD Y EL CENSO DE POBLACIÓN

La antigua fábrica de luz de La Sequilla, hoy bajo las aguas del embalse de Los Rábanos (Rodolfo Castillo)

_____

Resulta siquiera curioso, e invita a la reflexión, consultar de vez en cuando el nomenclátor antiguo de la ciudad no tanto por los números de pobladores que ofrece como de su acomodo en los barrios y parajes de antaño. Parajes y barrios que siguen teniendo vigencia en el particular vocabulario de los sorianos con independencia de que, digámoslo también, para los menos jóvenes solo quede en el mejor de los casos el recuerdo de los topónimos porque a las generaciones modernas el hecho cierto es que les suenan a más bien poco por no decir a nada.

De modo que si nos detenemos en el catálogo de municipios de 1930 puede advertirse de entrada que como asentamientos, barrios o parajes poblados de la capital aparecen, además lógicamente de la ciudad, El Arenalejo –a mitad de camino entre el Perejinal y Garray, siguiendo la senda del río-, con la consideración de casa de labor y 8 habitantes; el barrio de Las Casas, con 435, y la fábrica de harinas Flor de Numancia (donde posteriormente estuvo la fábrica de grasas, frente a la ermita de San Saturio) con 15, que fue por cierto la tercera central eléctrica de la ciudad, en torno a la cual se configuró un conjunto residencial –nada que ver con el sentido que tiene hoy- que en los mejores momentos malamente sobrepasó la treintena de personas censadas. Como asimismo la Fuente del Rey –que todavía existe-, una casa de campo sin más, en el barranco que hay detrás de la Residencia de la Seguridad Social, donde comienza el camino de Las Casas; la Huerta de la Canaleja (13 habitantes), junto al viaducto, también como casa de campo; lo mismo que la Huerta de la Muerte (6 habitantes), en las inmediaciones de la Central Lechera, y un poco más abajo la Huerta de la Rumba (8 censados). Recoge también el nomenclátor datos del caserío de Maltoso (8 habitantes), donde todavía puede verse la antigua caseta del ferrocarril; el Molino de Enmedio (en tiempos, edificio de la elevadora de aguas y en la actualidad Museo del Agua), 3 habitantes; el Molino de la Sequilla (antigua fábrica de luz), anegado cuando en los años sesenta del pasado siglo XX comenzó a embalsar la presa de Los Rábanos, también con 3 habitantes; el Royal de Arriba (casa de labor), 4 vecinos; San Juan de Duero (Monumento nacional) 7 habitantes; San Polo (casa de labor), 10 habitantes; San Saturio (ermita y casa), 2 residentes; Santa Bárbara (ermita y casa), 9 censados; Valcorba (casa-venta), donde se bifurcaban las líneas de ferrocarril, junto al matadero, 5 vecinos; Valhondo (casa de labor), entre Maltoso y la Sequilla, con 4; los mismo que en el Ventorrillo de la Cruz de Golmayo (venta), en la glorieta del Caballo Blanco, y en La Verguilla (venta), al lado de Tableros Losán.

Asimismo ofrece datos globales de pobladores y edificios diseminados, que no cita expresamente, distinguiendo según que la distancia al mayor núcleo de población excediera o no de 500 metros, que la verdad tampoco es que digan mucho.

Soria ciudad tenía una población de derecho de 9.692 habitantes y 9.443 de hecho. 1.218 edificios de viviendas, de los cuales 36 eran de un solo piso, 85 de dos pisos, 212 de tres pisos, 675 de cuatro pisos y 237 de cinco y más pisos.

Entonces y hasta la implantación de la democracia el nomenclátor no se publicaba con una periodicidad regular, como ahora. Por ello, resulta interesante observar como diez años después, en 1940, habían desaparecido del documento estadístico algunos de los barrios y parajes que acaban de citarse y, por el contrario, aparecían otros como el Monte Peñaranda (el de las Ánimas), con 7 habitantes censados; la granja Matamala con 8; Los Royales (ya no precisaba si se trataba del de Arriba) con 23; el de San Saturio, que por las cifras comprendía ya más que la ermita, asimismo con 23, y Valonsadero, con 20. El resto eran los mismos, con cifras muy parecidas. La que si había crecido era la ciudad, que diez años después contaba con una población de 12.889 habitantes de derecho y 12.470 de hecho. El número de edificios destinados  a viviendas había subido a 1.364: 123 eran de un piso, 133 de dos, 338 de tres, 365 de cuatro y 263 de más de cuatro.

Son solo unos datos que podrían ser el punto de partida para estudiar la evolución de la ciudad desde otros ámbitos.

LA CIUDAD (V) – UN CICLO INTERRUMPIDO

El Polígono de la Estación Vieja recién urbanizado (Archivo Histórico Provincial)

_____

En pleno verano del año 1969 llegaba a la alcaldía de la ciudad el madrileño Raúl Ladera Vivas, Fiscal Municipal destinado en el Juzgado de Soria.

Al nuevo primer edil tuvo que ponerse de inmediato manos a la obra. Porque, en efecto, el 30 de enero de 1970 la constructora Ginés Navarro entregaba a la Delegación de la Vivienda la obra de urbanización del Polígono de la Estación Vieja. Y unos meses después se efectuaba la permuta del relativamente moderno parque de bomberos de la calle Sagunto por una parcela propiedad de la firma Revilla en el paraje de los Prados Bellacos, cuyas tierras, por cierto, todavía se cultivaban. Para ello fue preciso desarrollar una compleja operación, si bien la realidad es que cuando aún no se habían cumplido dos años, el 22 de marzo de 1972 se inauguraban las instalaciones al tiempo que el Ayuntamiento autorizaba a la construcción del conocido como edificio Revilla en el paseo del Espolón. Antes, todavía en 1970, habían comenzado las obras de la Telefónica en la calle Cardenal Frías, en el corazón de un barrio en expansión a caballo entre las traseras de la Tejera y la zona más oriental de las eras de Santa Bárbara, y casi al mismo tiempo entró en servicio el ambulatorio de la Seguridad Social en el paseo del Espolón en tanto que la construcción de la tan cacareada y demandada desde hacía décadas Residencia de la Seguridad Social (la que se conoce ahora como Hospital de Santa Bárbara) no tenía vuelta atrás aun a pesar de que determinados y conocidos poderes fácticos llevaban décadas boicoteándola. No obstante, la anhelada Residencia aún tardaría en ser realidad porque el 8 de junio de 1970 el Ministro de la Gobernación de uno de los gobiernos del general Franco, Tomás Garicano Goñi, inauguraba el Hospital General (al actual del Mirón) después de que se anunciara el abandono del proyecto inicial de Sanatorio Antituberculoso, la mole que recién terminada la Guerra Civil comenzó a construirse en las afueras de la ciudad. Por cierto, aquel 8 de junio de 1970 se inauguró también la pista de exámenes de Tráfico en Valonsadero y la instalación aneja en la antigua casilla de peones camineros, una vez habilitada para las nuevas necesidades a que se iba a destinar. Unas semanas antes –el 6 de mayo- se bendijo la controvertida nueva iglesia de El Salvador. El 5 de septiembre de aquel mismo año (1970) se inauguró la residencia El Parque de la Caja de Ahorros en el alto de la Dehesa, del mismo modo que la iniciativa privada promovía el hotel Leonor, en el paseo del Mirón, y en el otro extremo de la ciudad, en la confluencia de la calle Eduardo Saavedra con la avenida de Valladolid, unos meses después –enero de 1971- era realidad el hotel Caballero. También en 1971 el Ayuntamiento de la ciudad iniciaba las gestiones para construir el grupo escolar Las Pedrizas, en las laderas de Santa Bárbara, y en la festividad de la Virgen de la Merced -24 de septiembre-, patrona del Hogar Infantil dependiente de la Diputación Provincial, se inauguraba la Residencia Juvenil –en la actualidad Centro Integrado de Formación Profesional La Merced- enclavada en el decrépito barrio del Matadero Viejo. El 15 de septiembre del año siguiente -1973-, el Ministerio de Educación y Ciencia creaba el “Colegio Universitario de Soria”, adscrito a la Universidad de Zaragoza.

A comienzos del citado año 1973 se producía cesión a la Secretaría General del Movimiento del solar ubicado en el triángulo formado por las calles Campo, Mesta y San Benito -en el que en su día se construyó un refugio antiaéreo, el más grande de la ciudad, con motivo de la Guerra Civil- para levantar la que se dio en llamar Casa del Movimiento, que no llegó a utilizarse como tal, pues una vez acabadas las obras desapareció el partido único tras la muerte de Franco y el nuevo Régimen le dio un uso diferente: el administrativo que viene teniendo en la actualidad compartido con las instalaciones de Radio Nacional de España (la antigua Radio Soria de la Cadena Azul del Frente de Juventudes, para no perdernos) y Televisión Española. A lo largo de ese mismo año se dieron igualmente los primeros pasos para construir el Polígono Industrial de Las Casas.  Por otra parte, el 1 de noviembre del repetido año 1973 había cerrado el campo de deportes de San Andrés para proceder a una remodelación. Esta etapa estuvo marcada también por la urbanización de la zona de Santa Clara y, desde luego, por la reforma de la Casa Consistorial –la anterior a la más reciente, la acometida durante el mandato de Encarnación Redondo en la legislatura 2003/2007- después de un larguísimo proceso que se estuvo eternizando en el tiempo. Y, en fin, el 9 de marzo de 1974 se oficializaba,  la construcción de la Residencia de la Seguridad Social al final de las eras de Santa Bárbara.

En todo caso, la trayectoria de  Raúl Ladera Vivas en la alcaldía, fuertemente criticada por el látigo del poder, el concejal Fidel Carazo, a su vez editor-propietario del periódico Soria-Hogar y Pueblo, se vio truncada por al accidente de tráfico que sufrió en un viaje oficial a Madrid que le obligó a solicitar el relevo en los primeros días del mes de febrero de 1975.

URINARIOS PÚBLICOS

Plaza Mayor, de la Constitución cuando se construyeron los urinarios públicos, en primer término (Archivo Histórico Provincial)

_____

Los que hasta no hace tanto se conocían popularmente como servicios higiénicos o sanitarios constituían antaño una de las preocupaciones prioritarias del municipalismo. Así se explica que, en el caso concreto de Soria, ya en el año 1883 al ayuntamiento de la ciudad le intranquilizara esta problemática y decidiera colocar en puntos estratégicos del casco urbano los primeros “recipientes urinarios”. El periódico El Avisador Numantino se hacía eco de la novedosa actuación destacando la colocación “de estos nuevos servicios en la Plaza Mayor y la de Herradores” y se pronunciaba, con recelo, al respecto: De todos modos –argumentaba mostrando abiertamente su desacuerdo- no debemos ocultar que las impresiones que su presentación ha producido en la opinión general no ha sido muy favorable por dos razones: la una por el sitio en que se han colocado, tan al descubierto, y la otra porque deja también al id (obviamente, al descubierto) al paciente, atestiguando su operación”.  Pero, en fin, aquello no dejó ser una anécdota porque algún tiempo después –en los albores del siglo XX-, el pleno de la corporación acordaba la adquisición de dos urinarios nuevos para colocarlos en la Plaza Mayor y en la de San Esteban respectivamente, y albergaba la posibilidad de comprar uno más con la intención de ubicarlo en la entrada del parque de la Alameda de Cervantes, como así fue.

Pues, en efecto, apenas unos meses después se conocía la instalación de una columna mingitoria en el lugar en que estuvo instalada la fuente del Campo, a la entrada de la Dehesa, y esta vez sí, el Avisador Numantino que había sido beligerante con la novedosa iniciativa apoyó la decisión de la corporación pues entendió “de gran precisión en aquel sitio la colocación de un kiosco de necesidades”.

En este contexto se llega al último tramo de los años veinte, momento en el que la corporación presidida por el recordado Eloy Sanz Villa, médico de profesión, encarga al arquitecto municipal Ramón Martiarena el proyecto de construcción de un evacuatorio subterráneo en la entonces Plaza de la Constitución, más tarde del Generalísimo, pero siempre la Plaza Mayor, que llevaba anejo la urbanización de los jardincillos, o lo que es lo mismo la remodelación –una de las muchas de que ha sido objeto en el transcurso del tiempo- de la plaza más representativa de la ciudad. Una actuación que supuso la construcción de los urinarios propiamente dichos y de los jardincillos, a la que por aquel entonces también hubo que añadir la pequeña casa, no exenta de tipismo, que se levantó con el mismo fin dentro del parque municipal, en la zona de la fuente, junto al palomar. De modo que hubo un momento en que la ciudad llegó a disponer de tres urinarios públicos localizados en las plazas Mayor y Mariano Granados –en ambos casos subterráneos- y en la Alameda de Cervantes que estuvieron funcionando durante años hasta que en el ecuador de los cincuenta del siglo pasado la construcción del monumento al General Yagüe se llevó por delante la soriana plaza del Chupete y, por ende, los urinarios de esta; algún tiempo después desaparecieron los de la Plaza Mayor, también por obras, y ya en la década de los setenta, siendo alcalde Fidel Carazo, el pleno de la corporación que presidía decidió suprimir los de la Dehesa bajo el argumento de su escasa utilidad pública y el elevado costo de personal pues, a mayor abundamiento, la contratación para la explotación de la que los sorianos seguimos conociendo como “terraza del Orejas” obligaba al nuevo concesionario a construir y atender unos evacuatorios públicos anexos y a tenerlos abiertos al público durante el horario de funcionamiento del establecimiento.

LA TUNELADORA SATURIA Y LA PRENSA DE TRAIMSA

La prensa de Traimsa camino de la factoría de la carretera de Burgos.

_____

Estos días se ha hablado lo suyo de la llegada de la tuneladora Saturia, la máquina que va a perforar el túnel emisario de la nueva depuradora de residuales de Soria, que está siendo el cuento de nunca acabar.

Y, como viene siendo habitual, el anuncio se ha hecho a bombo y platillo, es decir rodeado de un aura que no viene a cuento porque de hecho debería encajarse dentro de la normalidad más absoluta de una actuación que para bochorno de los políticos que han tenido responsabilidad en la materia los sorianos llevamos esperando estoicamente la friolera de un montón de años, y lo que es peor, soportando los malos olores de la actual instalación y la incomodidad que produce junto a las rehabilitadas márgenes del Duero. ¡Ya está bien de tomadura de pelo!

En fin, y sin  perder el hilo argumental, algo semejante, y situados en la época de bastante mayor calado por lo que suponía para la actividad socio-laboral de la ciudad se produjo hace más de cincuenta años. Pues, en efecto, en la primavera de 1970, el 8 de abril para ser precisos, llegaba a la factoría de Traimsa, en la carretera de Burgos, junto a La Verguilla, una prensa desembarcada en el puerto de Bilbao utilizando un transporte especial, muy comentado en su día, para el que los responsables de la Jefatura de Obras Públicas se vieron en la necesidad de diseñar una ruta alternativa por Almenar y Almazán, una vez había llegado a Cadosa, ante la imposibilidad de poder cruzar el viejo Puente de Piedra que a juicio de los técnicos malamente podía soportar una carga superior a las 30 toneladas de peso bajo el riesgo de que se viniera abajo. Idéntica operación hubo que llevar a cabo quince días después con una segunda pieza.

PASEAR POR LAS MÁRGENES DEL DUERO (I)

El conocido como puente de los soldados fue construido por efectivos del Batallón de Minadores en los primeros años cincuenta (Archivo Histórico Provincial)

_____

En la legislatura municipal (2003-2007) de Encarnación Redondo (PP) se llevó a cabo la recuperación de las márgenes del río, fundamentalmente la derecha, en el tramo comprendido entre las inmediaciones del viaducto (en Soria no hace falta precisar que es el del ferrocarril) hasta el puente de piedra.

Una nueva corporación municipal, la siguiente, encabezada en este caso por el socialista Carlos Martínez Mínguez, acometía empeño semejante en la margen izquierda, entre las inmediaciones de San Juan de Duero y el Perejinal.

Desde entontes las rehabilitadas y no suficientemente conocidas hasta ese momento zonas de las márgenes del Duero están siendo infinitamente más frecuentadas y disfrutadas por los sorianos que lo fueron durante décadas cuando transitar por ellas resultaba tarea harto imposible. Hoy pasear, por ejemplo, tanto por el entorno de La Rumba hasta el Puente de Piedra, como por el del Perejinal, partiendo de San Juan de Duero, se ha convertido en un hábito pues atractivos, además de los paisajísticos, no sólo no faltan sino que, por el contrario, abundan.

Si hasta hace unos pocos años, situándose uno en el viaducto, el restaurado puente de Carlos IV –en la antigua carretera de Madrid-, se conocía prácticamente de pasada, ahora  puede contemplarse con detalle, y, sin demasiado esfuerzo, las ruinas de la que fue casilla de peones camineros tan cerca de él. Del mismo modo que algo más arriba, en la finca de Maltoso, la caseta del ferrocarril en la línea Soria-Torralba, próxima al puente de hierro de La Rumba, una infraestructura esta última, de la que aún quedan restos visibles de los anclajes, que, tras dejar de prestar servicio ferroviario y hasta que fue retirada al final de los años cuarenta, tuvo temporalmente uso peatonal pues era el camino más corto para trasladarse desde la ciudad a lugares no demasiado lejos como Valhondo y la Sequilla –hace años anegada-, si es que no al propio Maltoso, cuando una de las contadas costumbres veraniegas de los sorianos pasaba por ir de campo. Por cierto, del antiguo tendido para el alumbrado que transportaba la luz desde de La Sequilla, aún puede verse una de las torres junto a la vía del tren, en las proximidades del estadio de fútbol nuevo.

En cualquier caso, la puesta en funcionamiento del embalse de Los Rábanos, a mediados de los años sesenta, modificó sustancialmente no sólo el entorno sino la práctica totalidad del tramo del río a su paso por la capital hasta la zona del Perejinal y la fábrica de harinas, de tal manera que buena parte de las fértiles huertas del barrio de La Rumba, donde bastantes familias residentes en él trabajaban y vivían de ellas, quedaron bajo las aguas. No corrieron mejores tiempos para las pasaderas instaladas en 1943, en el conjunto de una serie de obras abordadas con motivo de la celebración del Centenario de la canonización de San Saturio, frente a la ermita del Patrón, algo más abajo de donde está ahora la pasarela peatonal, que han podido verse tantas cuantas veces –no muchas, ciertamente- se ha abierto la presa de Los Rábanos y las aguas del río han vuelto a discurrir por el cauce antiguo. Por el contrario, y salvo parcelas muy concretas, sobrevivieron y allí siguen, ahora al borde del río, en las proximidades de la salida de las aguas residuales, una vez depuradas, dos antiguas construcciones –ambas sin uso-, una de ellas perfectamente identificable, es el caso de un viejo transformador de luz, y la otra una caseta contigua desde la que mediante unos equipos, parte de los cuales pudieron verse en el interior hasta no hace mucho, se elevaba el agua hasta la vía del tren para una vez en ella, y a través de una conducción paralela, hacerla llegar a la estación del Cañuelo con el fin de abastecer a las viejas e inolvidables máquinas de vapor.

LA CIUDAD (IV) – CLAVES DE UNA DÉCADA

Vista parcial de la huerta de San Francisco en torno a la cual surgió uno de los barrios más modernos de la ciudad (Archivo Histórico Provincial)

_____

Por lo general, antaño, el mandato de los alcaldes no se ajustaba, al contrario que ahora, a un periodo de tiempo determinado, o al menos no se conocía que hubiera norma escrita que lo regulara. Respondía, aunque no de manera rigurosa, más bien al ciclo del Gobernador al frente de la provincia porque, como es bien sabido el nombramiento no se producía mediante elección sino en virtud de designación a dedo por la máxima autoridad; los concejales, sí, pero a través de un procedimiento diferente, en la práctica restringido y dirigido. De ahí que por los inescrutables caminos de la política tampoco resultara extraño que el nuevo inquilino del edificio de la calle Alfonso VIII, núm. 2 se tomara un tiempo antes de decidir a quién ponía para dirigir los destinos de la ciudad.

A punto de cumplir un año entre los sorianos desde que Antonio Fernández-Pacheco hubiera reemplazado a Eduardo Cañizares al frente del Gobierno Civil, se producía el relevo en la cúpula del ayuntamiento de la ciudad (lo habitual, conste que no hay razones objetivas para dudarlo, era porque el alcalde saliente había dimitido, al menos esa es la versión oficial que trascendía). De manera que el último día del mes de enero de 1964 Amador Almajano Garcés tomaba posesión como alcalde de la ciudad sustituyendo a Alberto Heras Hercilla con el boato propio de la época pues lejos de tratarse de un hecho que encajara en el ámbito de la normalidad del día a día resultaba ser uno de los acontecimientos de mayor relevancia siempre esperado por los ciudadanos no sin una buena dosis de curiosidad más que de otra cosa porque la realidad tampoco es que importara demasiado. En aquel momento, a punto de llegar al ecuador de los sesenta, la ciudad tenía planteados ya otros problemas que el nuevo primer edil fue acometiendo tan pronto como comenzó a ejercer. El primero, acaso por lo que tenía de novedoso, la aplicación ese mismo año –noviembre de 1964- del nuevo plan de ordenación del tráfico que había dejado listo su antecesor en el cargo. Un importante y progresista proyecto que contemplaba no tanto la remodelación física de los espacios céntricos de la ciudad como las normas a observar en el casco urbano que trajeron consigo la instalación y puesta en funcionamiento de los primeros semáforos y a la postre una auténtica revolución hasta el punto de que especialistas en la materia no dudan en afirmar que se trató de la primera peatonalización. Fue un periodo especialmente intenso en el que se continuó avanzando en la clausura y demolición de la estación vieja y se dieron los primeros para la ordenación urbana del polígono resultante al tiempo que emergía una moderna zona junto a la Dehesa configurada por la que se dio en llamar Casa de la Sección Femenina (Colegio Menor de las chicas en el lenguaje soriano de la época, ahora Residencia Juvenil Antonio Machado), en la entonces plaza de José Antonio, desde no hace tanto de Odón Alonso, que inauguró la Delegada Nacional de la Organización de mujeres del Movimiento, Pilar Primo de Rivera. Muy poco tiempo después se estrenó la Biblioteca Pública, en la época Casa de Cultura, y sin tardar mucho comenzó a funcionar también el Pabellón Polideportivo de la Juventud a pesar de que no llegara a inaugurarse oficialmente ni se llevara a cabo en el transcurso de su larga vida. Además, el Consejo de Ministros había dado luz verde a la construcción de un nuevo Instituto Mixto de Enseñanza Media (el Castilla de ahora), nacido en lo popular con el nombre de Instituto Femenino, puesto que el de siempre, el actual Antonio Machado, resultaba insuficiente para atender las necesidades derivadas del notable incremento de la demografía. De manera que una vez reconvertida la Huerta de San Francisco y urbanizado el entorno con el nacimiento, entre otras, de la calle de Santa Luisa de Marillac, la zona, con la Escuela del Magisterio y las Anejas recién estrenadas, pasó a ser en muy poco tiempo uno de los barrios más pujantes y modernos de la ciudad, si no el que más. Pero el cambio de imagen no solo afectó a este barrio tan próximo al centro de la capital porque muy cerca, en la plaza de Mariano Granados, surgía el enorme edificio de la Caja de Ahorros –en la actualidad en proceso de reconversión-, y sin pretender ser exhaustivos el Parque del Castillo sufría la agresión que suponía levantar, sin saber por qué pues el emplazamiento inicialmente elegido fue otro, el Parador de Turismo, por otra parte, una insignificancia al lado del mamotreto actual, en uno de los miradores naturales más bellos y visitados de la antigua fortaleza de la ciudad, por cierto escasamente atendida siendo generosos.

UN BARCO TURÍSTICO EN EL DUERO (II)

 

 

El río Duero con el Puente de Hierro al fondo (Rodolfo Castillo)

____

El Ayuntamiento de la ciudad ha presentado el proyecto Orígenes que entre otras contempla actuaciones en torno al Duero y en particular un barco turístico por el río, con el mayor de los descaros y como si a nadie se le hubiera ocurrido antes y fuera la gran idea al cabo de un montón de años, cuando el hecho cierto es que el equipo de gobierno municipal socialista no ha hecho más que apropiarse de una iniciativa que el entonces Delegado Provincial del Ministerio de Información y Turismo, José Rus Guirado, ya planteó hace la friolera de cincuenta años.

En este mismo blog se publicó la histórica iniciativa hará pronto tres años: http://www.joaquinalcalde.es/Blog/2018/11/15/un-barco-de-recreo-en-el-duero/ – y bastante antes este autor en la prensa local y en su libro «Soria curiosa», editado en 2013-, en el que puede seguir consultándose.

A PROPÓSITO DE LA NUEVA COMISARÍA

Edificio de la Comisaría de Policía y del Gobierno en la plaza de los Condes de Lérida (Archivo Histórico Provincial)

_____

No hace muchos días, el 24 del recién terminado mes de septiembre, el director general de la Policía, Francisco Pardo Piqueras, en comparecencia de descarado contenido propagandístico con el alcalde Carlos Martínez Mínguez, anunciaba en el Ayuntamiento de Soria el comienzo de las obras de la nueva Comisaría que situó “a finales del mes de noviembre o principios de diciembre”, en todo  caso “antes de que finalice el año” [2021]. Una información, por otra parte prescindible, que más bien poco o nada venía a añadir a las ya conocidas.

Fue a finales del mes de julio de 2007 -¡casi nada!- cuando el alcalde socialista, Carlos Martínez Mínguez, que acababa de llegar a la alcaldía pidió al Delegado del Gobierno en Castilla y León, el también socialista Miguel Alejo, en su primera visita institucional a Soria, la construcción de una nueva Comisaría que agrupara a la Policía Nacional y a la Policía Local. Alejo se comprometió a trasladar la petición al Ministerio del Interior.

El caso es que a partir de ese preciso momento corrieron ríos de tinta acerca de un proyecto que cuando verdaderamente se ha movido o se han conocido avances sustanciales hasta que por fin tiene toda la pinta de ser irreversible, aunque en política nada se sabe, fue a partir de la visita en noviembre –ahora hará tres años- del Ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, a Berlanga de Duero (de donde es originaria la entonces Delegada del Gobierno en Castilla y León, Virginia Barcones, que le acompañó en la visita). Aquel día dijo el Ministro que la construcción de una nueva Comisaría de Policía iba a llevarse a cabo en terrenos que cedería el Ayuntamiento en los Prados Bellacos, junto al parque de bomberos, descartándose, por tanto, ubicarla en el edificio de la Subdelegación del Gobierno, como pretendía al gobierno del Partido Popular.

Sea como fuere, no se trata tanto de hacer un relato cronológico como de señalar las diferentes ubicaciones que ha tenido la Comisaria de Policía en los últimos ochenta años, es decir, a partir de la guerra civil, siempre como unas dependencias más en los sucesivos edificios que vino ocupando el Gobierno Civil en su recorrer por la ciudad hasta que llegó el momento en que se tomó la decisión de separarla y por consiguiente de llevarla a un edificio diferente.

La Transición se daba por concluida y el Partido Socialista Obrero Español había obtenido una victoria aplastante en las Elecciones Generales de 1982. Unos meses después, el 14 de abril –fecha harto significativa- de 1983, siendo Gobernador el socialista José de la Puente  -principal impulsor de la iniciativa- se consumaba el traslado de las dependencias policiales desde el Gobierno Civil (hoy Subdelegación del Gobierno) a un inmueble de la calle Nicolás Rabal, el que ocupó el Hotel Florida, uno de los establecimientos emblemáticos de la época, que desde el primer momento adoleció de falta de idoneidad.

Con anterioridad, la Comisaria de Policía había tenido su sede en la calle Alfonso VIII desde que en 1945 comenzara a funcionar allí la representación del Gobierno de la Nación. Con anterioridad había estado en la plaza de los Condes de Lérida (frente a la iglesia de Santo Domingo) a la que había llegado procedente de unos locales del Palacio de los Condes de Gómara, en ambos casos sede del Gobierno Civil. Es decir, que su sino había ido siempre ir de la mano del Gobernador Civil, máximo y único representante del Gobierno de la Nación en la provincia.

EL PRIMER SUPERMERCADO

 

El primer supermercado de la ciudad se instaló en la plaza del Vergel (foto cedida por Carmelo García)

_____

El primer supermercado como tal llegó a la ciudad en los primeros años sesenta del pasado siglo XX. En ese momento el pequeño comercio, por lo general de condición muy modesta, era el que predominaba y en la práctica el único que existía y tenía la exclusiva del abastecimiento.

Y por extraño que pueda parecer hoy, no tanto en la época que lo seguía viendo como una nota más de normalidad, el primer supermercado –que así se llamó- no lo promovió la iniciativa privada sino el Gobierno de la Nación a través de la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes y su Delegación Provincial en Soria, que no era sino el organismo estatal encargado de garantizar a los ciudadanos el abastecimiento de los productos de primera necesidad, entre una de las competencias que le atribuía la ley.

En cualquier caso, el origen de lo que sin duda constituyó una auténtica novedad en el comercio y revolucionó al empresariado del sector, pero, sobre todo, a los consumidores sorianos, hay que situarlo al final de los años cincuenta cuando la Organización Sindical (el antiguo sindicato vertical) tuvo el decidido propósito de sacar el proyecto adelante. El propio Delegado Provincial Sindical convocó una “importante Asamblea de industriales del ramo de Alimentación de acuerdo con las normas dictadas por el Gobierno de la Nación, encaminadas a regular el mercado y llevar a cabo la renovación y estabilización claramente necesaria del comercio”, dijo en su referencia el órgano informativo de los sindicatos, el boletín Recuerda, que incidía en que “las características de estos establecimientos (supermercados) son las de autodespacho para servir los alimentos en unas condiciones de presentación especial, en unos locales también acondicionados para ello”, y abundaba en consideraciones de índole sanitaria y de consumo además de resaltar la comodidad y lo atractivo que iba a resultar para el consumidor realizar las compras. Un lavado de cerebro en  toda regla, para qué engañarnos.

Lo cierto es que, siempre según el mismo medio, “como resultado de la reunión, se acordó constituir la Sociedad correspondiente y formular la solicitud oficial para que en el menor plazo posible sea una realidad en nuestra capital la apertura de un importante establecimiento de Autoservicio”. Es decir, que el proyecto, al que todo dios dijo amén –si hubo voces opositoras no trascendieron-, contaba con el beneplácito de los más directamente implicados y, en definitiva, tenía luz verde..

Pues bien,  pese a los buenos propósitos de los principales actores, el supermercado en cuestión –en realidad un barracón prefabricado y por consiguiente desmontable- se instaló en la Plaza del Vergel, en la cara norte del llamado todavía oficialmente Instituto Nacional de Enseñanza Media.  El acto de apertura, el 14 de diciembre de 1962, es decir, unos días antes de las celebraciones navideñas, se tuvo el buen cuidado de revestirlo de una gran solemnidad, algo por otra parte muy propio de la época, sin que faltara la bendición de las instalaciones por don Gaudencio, el párroco de La Mayor. Fue tal la novedad y el revuelo que se produjo que el primer día de apertura al público fueron alrededor de tres mil las personas según el periódico Campo Soriano – en no más de mil las estimó el otro medio que salía en la capital, Soria Hogar y Pueblo- las que compraron en él. Hubo, en todo caso, coincidencia en la importante afluencia de público que acarreó colas en las cajas del establecimiento.

Del inicio de la actividad, las informaciones de prensa destacaron por ejemplo que “la presentación al público del extraordinario surtido en ultramarinos, licores, frutas, fiambres, conservas de pescado, repostería, jabones y otros, es altamente esmerado”; que “todos los artículos se hallan empaquetados y estampillados con sus precios respectivos”, uno de los caballos de batalla de siempre; que “el cliente al entrar recibe una bolsa de plástico en la que va echando aquello que ha elegido”, y que, en fin, “después, en caja, se toma nota de las mercancías y, detalladas previa operación aritmética electrónica, el cliente hace efectiva la cantidad correspondiente”. Es decir, la mecánica rutinaria de hoy, a la que nadie da importancia, pero que entonces fue una novedad en toda regla.

El día de la apertura el litro de aceite puro de oliva costaba poco más de 24 pesetas, alrededor de 15 céntimos de euro; una lata de 400 gramos de sardinas en aceite, 16 pesetas, o sea, 10 céntimos de los de ahora; el kilo de garbanzos andaba entre las 12 y 14 pesetas, poco más de 7 céntimos de euro; el kilo de jamón serrano se cobraba a 105 pesetas, aún no 65 céntimos de la moneda actual, y por resumir y no alargar la lista, los licores tenían “unos precios muy módicos”. De ahí que algún tiempo después el tomo de la publicación oficialista España en Paz dedicado a Soria  recogiera con el tono triunfalista que propiciaba la ocasión que con la instalación del supermercado “se consiguió no sólo cortar de manera radical la continuada alza de precios, sino la reducción de los mismos en un 15 por 100 aproximadamente”, y que su éxito queda reflejado en las ventas conseguidas, que “han superado todos los cálculos previstos”.

El supermercado de la Plaza del Vergel estuvo funcionando durante algunos años con notable grado aceptación por parte de las amas de casa y  de los consumidores en general, aunque no por ello pudo sustraerse a la puesta en práctica de sistemas para incitar a comprar en el establecimiento porque a menudo podían leerse en los periódicos anuncios insertados como publicidad, por lo general en la primera y última páginas y no en las interiores, anunciando el resultado del sorteo del regalo semanal “consistente en una afeitadora marca Remigton”. De donde no resultará exagerado colegir que tras la euforia lógica de los primeros momentos el establecimiento no tuvo más remedio que andar procurando su cuota de mercado como cada quisque.

Las nuevas tendencias y hábitos de la sociedad la llevaron irremediablemente a los circuitos de consumo tras los duros años del racionamiento acabando con lo que para los sorianos fue novedoso proyecto. La estructura pudo verse al cabo de los años en el patio de un colegio de Ólvega.

 

LA CIUDAD (III) – UN PASO HACIA LA MODERNIDAD

Andenes de la Estación Vieja. Al fondo la iglesia de San Francisco con el campanario (Archivo Histórico Provincial)

_____

Habida cuenta el procedimiento por el que en aquellos tiempos se nombraba y cesaba a los alcaldes, en la práctica, el capricho o conveniencia –como se quiera- del Gobernador de turno, nunca se sabrá si los casi seis años y medio al frente de la alcaldía y la intensa actividad que se desplegó en este periodo (1952-1958) con el consiguiente e inevitable desgaste le pasaron factura y en último término fueron las causas determinante que llevaron a la entonces primera autoridad de la provincia a relevar a Eusebio Fernández de Velasco. Puede que hubiera de lo uno y de lo otro, aunque no falta quien atribuye que el detonante pudo ser el conocido episodio -aquí contado- vivido en los primeros meses del año 1958 cuando el ayuntamiento que presidía se vio en la necesidad de decidir el desembolso de los fondos de las arcas municipales la cantidad de 125.000 pesetas para que llegara por vez primera a Soria la Vuelta Ciclista a España de la que lejos de mostrarse escéptico no ocultó por las circunstancias que fuera –nunca trascendieron- su clara oposición a un evento que una mayoría lo suficientemente representativa de la corporación, con una visión más progresista sin duda, consideraba del mayor provecho para la ciudad. Fernández de Velasco no tuvo más remedio que plegarse a lo que no ofrecía –salvo para él- duda ninguna, de tal manera que la ronda española, como se decía entonces, llegó a Soria. Pero a la luz de los acontecimientos cabe pensar que fue la chispa que aceleró su cese porque aquel mismo año, en los primeros días de septiembre, cuando el verano estaba dando los últimos coletazos, Eusebio Fernández de Velasco, uno de los incombustibles del aparato, abandonaba la alcaldía de la ciudad. Le sustituyó el conocido abogado soriano Alberto Heras Hercilla, presidente del Numancia la temporada histórica del ascenso a Segunda División y curiosamente cuñado de Mariano Íñiguez García, a su vez predecesor de Fernández de Velasco en el sillón consistorial.

La densa y cargada agenda de Heras Hercilla al frente del concejo capitalino tuvo su miga. Puestos a sintetizar, quizá el proyecto de mayor calado para el futuro siquiera a medio plazo de la ciudad que tuvo que acometer fue sin duda la aprobación del Plan de Urbanismo del año 1961, o lo que es lo mismo, e1 segundo, tras el de 1948, norma, esta nueva, que a base de remiendos –entiéndase modificaciones puntuales o como técnicamente se llamen- estuvo vigente hasta bien entrados los años noventa con las consecuencias que todos conocemos. Ello permitió abordar, por ejemplo, la ordenación de la zona de la plaza de toros y que el núcleo urbano se ensanchara surgiendo nuevos barrios que terminarían consolidándose con el paso de los años. Fue en esta época cuando el ayuntamiento compró el Palacio de los Condes de Gómara, que había sido declarado Monumento Nacional en 1949, por cinco millones de las antiguas pesetas, con la intención de trasladar a él la sede del ayuntamiento porque el edificio de la plaza Mayor malamente reunía las condiciones de idoneidad mínimas, iniciativa que finalmente no prosperó como tampoco la posibilidad de ubicar en el histórico inmueble el Parador de Turismo, de lo que también se llegó a hablar, aunque finalmente se desechara decantándose por el parque del Castillo no sin antes desestimar asimismo la opción de la Huerta de san Francisco –otro de los grandes misterios de aquellos años, jamás revelado-, que llegó a adquirir el municipio con este fin concreto. Con Alberto Heras el Collado estrenó alumbrado; se inauguró en la Dehesa la Cafetería Alameda, una de las referencias del ocio de finales de los años cincuenta y comienzos de los sesenta; y después de un largo peregrinaje y de interminables gestiones el ayuntamiento lograba por fin la inscripción registral de los terrenos que ocupaba la estación Soria-San Francisco -la Estación Vieja- en el centro de la ciudad.

Mención aparte merece el doloroso acuerdo tomado por la corporación en el verano de 1963 obligada por exigencias de una normativa estatal fundamentalmente de índole económica que le abocó a la necesidad de tener que disolver la Banda Municipal de Música, situación que derivó en la crisis de mayor de calado por la que ha atravesado la agrupación musical en los últimos cincuenta y muchos años, felizmente resuelta mediante una fórmula de gestión que no se supo si satisfacía o no a las partes concernidas pero al menos resolvía un problema que estuvo enquistado bastante tiempo y no había manera de resolver.