CON DENOMINACIÓN DE ORIGEN

Edificio de la fábrica de «El asperón», en la zona que conocemos hoy como U-25, junto al Polígono de la Estación Vieja (Amancio Arancón)

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Habría que hacer un verdadero ejercicio de memoria para recordar alguna de las industrias de antaño que han pervivido y siguen funcionando en la actualidad.

Sin seguir un orden predeterminado no estará de más comenzar por una de las empresas de siempre, la conocida en Soria como fábrica de velas, en realidad Ceras del Álamo, que se publicitaba con el mensaje “Su suelo como un espejo con cera plástica”, ubicada en el conocido en la época como Barrio Iglesias, en la calle de Venerable Carabantes, dedicada en sus inicios a la producción de velas litúrgicas, velones y ceras para pisos y muebles (velas y bujías y encáusticos para el suelo puede leerse en alguno de los anuncios de la época), que sigue estando en el mercado, para continuar con otra, como fue la conocida comúnmente como “El asperón” –“todo lo limpia sin jabón”, resaltaba en los reclamos publicitarios-, que no era sino un producto de limpieza aplicable a los suelos de madera y comercializado bajo la firma Hijos de Casto Hernández, que extendía su actividad a otras ramas, alguna relacionada con la construcción.

En el sector de la limpieza bueno será dejar también constancia de las fábricas de jabones de Francisco Beltrán López, Simón Sainz y Clemente Valladares, cuando se tenía por costumbre que las propias amas de casa hicieran esta pasta para consumo propio, y las Industrias Químicas Sainz cuyos productos emblemáticos eran la “lejía concentrada El Blanquito, más tarde también La Soriana, [y] las bolas Milagrosas Sainz para el lavado de toda clase de ropa”, los tres muy acreditados.

Si de materiales y prefabricados para la construcción se habla, hay que hacer referencia necesariamente a la fábrica de baldosas y azulejos de Indalecio del Río en la plaza del Carmen y calle Sanz Oliveros, y volver a citar de nuevo a los Hijos de Casto Hernández, que se dedicaba a la “fabricación de mosaico, piedra artificial y tubos vibrados”. Aunque, claro, no hay que olvidarse de las tejeras y particularmente de la llamada popularmente del Resti, frente a la gasolinera del Caballo Blanco, dedicada a la elaboración de ladrillos y tejas.

En el ramo del hierro, acero y metal, era bien conocida la herrería de la Viuda de Claudio Alcalde, en la plaza de Ramón y Cajal (de la Leña para los sorianos), que tenía como actividad la “cerrajería, forja y fontanería”, y alguna otra instalada al final de la Tejera, cerca de la plaza de toros. También en la calle del Campo existía algún que otro taller de herrero dedicado a la reparación de aperos de labranza. Fábrica de hierro y metal propiamente dicha  era la de Feliciano Sanz Aceña, en la avenida de Valladolid, poco antes de los Cocherones de Obras Públicas, dedicada a la fundición de metal.

En el entorno de la plaza de toros, desde la actual calle de Rota de Calatañazor hasta las calles Santo Ángel de la Guarda, San Benito y las Concepciones, se registraba la concentración de una buena parte de las serrerías de la ciudad y, en general, de las empresas dedicadas a la industria de la madera; es el caso, entre otras que se recuerdan, de la de Hernansanz, Donato Hergueta, Vicente Hernández, Simeón Mateo y Demetrio Tarancón Muñoz. Claro que en la zona opuesta, bastante más abajo de la Estación Vieja –al final de la actual avenida Duques de Soria, originariamente de la Victoria- y en Los Pajaritos –entonces el arrabal- estaban ubicadas las instalaciones de Felipe Rodríguez y de Ángel de la Orden respectivamente, además de la factoría de las Explotaciones Forestales de la RENFE. Tampoco debe omitirse las dos carreterías establecidas en la ciudad dedicadas a la construcción y reparación de carros de madera, la de los Martínez  Legorburu, en la calle García Solier, y la de la familia Valtueña al final de la calle Doctrina, junto al arco que la comunica con la plaza del Carmen, ni por supuesto la “fábrica de persianas”, denominación que resultaba suficiente para identificarla sin necesidad de tener que recurrir al nombre de su dueño, Ramón Siscart.

Otro tipo de actividades industriales de la época nos llevan a las fábricas de gaseosas, hielo y refrescos en general. Las principales industrias del sector, o al menos las más conocidas y puede que las únicas, eran la de Ricardo Blasco, en la avenida de Valladolid; la “fábrica de hielo, gaseosas y Seltz” de José Lenguas Santa Ana, en la calle de Nicolás Rabal, junto a la iglesia de San Francisco; la de la familia Ayllón en el Alto de la Dehesa, al lado del desaparecido sanatorio Sala de Pablo; y la de Manuel Pérez López, en la avenida de Mariano Vicén. Y por afinidad, no estará de más citar aquí la fábrica de aguardientes, anises y licores, de Bernardino Rivera -publicitariamente “Destilerías Rivera”-, existente en el bajo de la conocida como Casa de Antonio Jodra, en el rincón de la Plaza de Abastos, que comercializó entre otros el coñac “Las Tres Espadas” y elaboraba en la planta de la calle de los Beteta.

Y quién no recuerda, en fin, la central eléctrica de la Sequilla, uno de los parajes con más encanto de los alrededores de la ciudad que quedó anegado a raíz de la construcción del azud de Los Rábanos, o la Térmica y su torre enhiesta, detrás del antiguo convento de San Agustín, junto al puente de piedra y el añorado Mirador Bar, o lo que es lo mismo, las barcas del Augusto en el lenguaje soriano.

LA ESCRITORA CARMEN POSADAS VUELVE A SORIA

La escritora Carmen Posadas cuando estuvo en las Confesiones de Autor de la Fundación Duques de Soria (Valentín Guisande. Diario de Soria-El Mundo)

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Se celebra estos días en nuestra ciudad la quinta edición de las Jornadas de la Novela Histórica. La escritora Carmen Posadas ha vuelto a Soria, lo que nos ha llevado a reeditar el texto publicado en nuestro libro “Soria curiosa” (agotado) cuya versión original reproducimos tal cual salió:

Desde hace ya bastantes años, los veranos sorianos tienen como referencia en la faceta cultural los Cursos que organiza la Fundación Duques de Soria, que en sus ediciones más recientes tampoco han podido librarse, como tantas otras actividades y manifestaciones de la índole más diversa, de las limitaciones derivadas de las dificultades económicas por las que atraviesa el mundo globalizado. Sea como fuere, en una de las últimas programaciones veraniegas de la acreditada institución cultural soriana [el 7 de julio de 2009] pasó por el auditorio del Aula Magna Tirso de Molina la mediática escritora Carmen Posadas en la sesión inaugural de las tradicionales, y muy seguidas, por el público Confesiones de Autor que ha venido dirigiendo el soriano Santos Sanz Villanueva. Tratándose de Confesiones y en un lugar tan aparente como el que fue iglesia del antiguo Convento de la Merced, parece lógico que la protagonista se presentara al auditorio, que prácticamente ocupaba la totalidad de la sala, con indumentaria informal, es decir, vestida con pantalones vaqueros y blusa verde, sin mangas, luciendo media melena. Muy acorde, por tanto, con la situación y el momento, dando muestras evidentes de cercanía y proximidad, lo que el auditorio valoró positivamente de entrada, pues servía para crear el ambiente adecuado que pretendía la invitada para una comparecencia de este tipo.

Y la verdad es que las expectativas no sólo no defraudaron sino que por el contrario alimentaron con creces el desarrollo de una velada que se prolongó por espacio de  casi tres horas, en cuyo transcurso la autora se centró fundamentalmente más que en su extensa obra literaria en ofrecer perfiles, sin duda más prosaicos, de su intensa vida personal, que fue la que cautivó al personal. En este contexto de campechanía dijo, por ejemplo, que era la primera vez que venía a Soria, una ciudad que no conocía, y se detuvo en detalles de su currículo, la mayoría, si es que no la totalidad, conocidos. Aludió a su nacimiento en la ciudad de Montevideo (Uruguay), en el seno de una buena familia. Siendo muy joven residió en España, en Madrid, ciudad a la que fue destinado su padre, diplomático. Con posterioridad vivió en Rusia, Buenos Aires y Londres. Manifestó ser una persona muy tímida, por más que lejos de dejarlo entrever en su comparecencia se manifestara con aire desenfadado si es que no con el desparpajo propio de una mujer curtida por la intensidad con que ha vivido. En este línea de comportamiento no ocultó que al nacer pesó 5 kilos, o lo que es lo mismo, muy gorda, y además peluda, en contraste con el resto de su familia, todos ellos bien parecidos, para entendernos, vino a decir; de ahí que siempre diga –añadió- que ella ha sido el “patito feo” de la familia, lo que ya siendo una chiquilla le llevaba a meterse en su habitación e iniciara su afición a esto de la escritura, vamos que, como ella misma se definió, era niña “pija” que se dedicaba a escribir, algo que en sus tiempos de adolescencia no estaba bien visto. Una persona –subrayó que siempre ha ido en dirección contraria a los convencionalismos de la sociedad hasta el punto de que en su juventud en lugar de dedicarse a estudiar se casó con 21 años y tuvo hijos. Contó, por cierto, la curiosidad de que su matrimonio en Rusia con un español, cuando su padre estuvo destinado en el país soviético y cómo el ramo de novia en lugar de ofrecérselo a cualquiera de las vírgenes de la iglesia católica, siguiendo la tradición cristiana, lo hizo al mausoleo de Lenin, según la costumbre de los rusos. Y revelo algo “políticamente incorrecto”, como que en el banquete de su boda se sirvió carne de oso habida cuenta de que por decisión de las autoridades era la que se consumía en aquel momento dadas las necesidades del país.

En otro momento de su comparecencia no tuvo el menor reparo confesar que carece de preparación universitaria –lo más que hizo fue el bachillerato superior- y que comenzó a dedicarse profesionalmente al oficio de escribir después de asistir a un Taller cuando buscaba afanosamente en los periódicos un anuncio de oferta de trabajo aunque en su mente bullía la idea de cultivar champiñones. Y no pudo faltar una referencia, con la mayor naturalidad, a su matrimonio con Mariano Rubio, el que fue Gobernador del Banco de España, veintidós años mayor que ella, imputado en el caso Ibercop que terminó siendo uno de los escándalos descubiertos durante el gobierno socialista de Felipe González y de los más sonados en la actual etapa democrática.

Un personaje interesante, sin duda, la escritora Carmen Posadas, que tuvo la habilidad de quedarse enseguida con un auditorio ávido, en su mayoría, de conocer este tipo de historias de la crónica rosa más que se su producción literaria, que fue para lo que se le había convocado. De todos modos, a su paso por Soria dejó perlas como las que acaban de contarse.

El PAES DE FRANCO

Las autoridades sorianas con Franco el 8 de marzo de 1961 entregándole la Memoria con los problemas vitales de Soria y las posibles soluciones.

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Desde que el viernes 6 de mayo de 2005 el Consejo de Ministros aprobara el Plan de Actuación Específico para Soria (PAES para no perdernos), que algún sector afín llegó a calificar de histórico, no han dejado de anunciarse y proliferar iniciativas semejantes, de muy diversa denominación y origen. Otra cosa bien distinta es el resultado a la vista de la realidad actual.

En cualquier caso, aquel viernes de mayo de 2005 debió ser histórico cuando menos para un sector de la clase política soriana personificada en la imagen que tuvo la oportunidad de presenciar uno mismo, al caer la tarde, ante la puerta principal de la Subdelegación del Gobierno, con un conocido y exultante parlamentario socialista como protagonista –el nombre es lo de menos-, cuyo rostro henchido de felicidad al abandonar el edificio y los expresivos ademanes fruto del ensimismamiento en que se hallaba sumido malamente podían contener la importancia que, al menos él, concedía a la decisión que acababa de tomar el gabinete ministerial y el momento de dulzura que, sin duda, estaba viviendo; vamos como si estuviera en una nube.

Sin embargo esto del Plan Actual Específico para Soria, o sea PAES, no supuso ninguna novedad extraordinaria aunque en su día se vendiera como tal y se anunciara a bombo y platillo porque en el Régimen anterior también se aprobaron algunas iniciativas de esta índole, o parecida, aunque quizá la de mayor repercusión mediática fuera la “Memoria en la que se detallan los problemas vitales y posibles soluciones de la provincia de Soria” que las autoridades sorianas se encargaron de presentar al Jefe del Estado el 8 de marzo de 1961. Resulta, que exactamente un año antes había sido nombrado Gobernador Civil de la provincia Eduardo Cañizares Navarro; y una de las primeras actuaciones que emprendió fue la elaboración de un exhaustivo catálogo de las iniciativas a desarrollar en el que implicó a las instituciones públicas sorianas con el fin de hacérselo llegar al General Franco y que conociera de primera mano una realidad que ya entonces era apremiante.

A “la visita que efectuó nuestro gobernador civil, don Eduardo Cañizares Navarro, acompañado del obispo de la diócesis, doctor don Saturnino Rubio Montiel, del subjefe provincial del Movimiento, don Gabriel Cisneros Hernández, y de una Comisión de primeras autoridades sorianas [al Jefe del Estado] con el fin presentar a Su Excelencia” el aludido documento, el trisemanario oficialista Campo Soriano dio una cobertura especial subrayando en la entradilla de la información que “la Comisión fue presidida por los ministros de la Gobernación y Secretario General del Movimiento” y que el Generalísimo “estrechó la mano a todos y cada uno de los componentes de la misma”, con los que estuvo reunido “exactamente una hora”, prometiéndoles estudiar “con sumo cariño” el proyecto que “bajo la dirección de nuestra primera autoridad civil  ha sido redactado por los técnicos que prestan sus servicios en los diversos Organismos de la provincia”. Todo ello bajo un gran titular a toda página, en la primera del periódico, y un cuerpo de letra de tamaño desacostumbrado: “Un amplio plan para el resurgimiento de Soria ha sido presentado por nuestro Gobernador a Franco”, reforzado con el subtítulo “Comprende mejoras ganaderas y agrícolas, industrialización de la madera, instalación de fábricas y el aumento de energía eléctrica”, que se completaba con el siguiente: “Caso de ser aprobado se conseguirá un incremento de la renta “per cápita” en  unas veintidós mil quinientas pesetas”, antes de entrar en los detalles pormenorizados del documento, que no se escatimaron.

El hecho debió ser lo suficientemente importante porque el otro periódico que salía en la capital, Soria-Hogar y Pueblo, nada sospechoso, más bien lo contrario, de seguir los dictados del oficialismo, no dudó abrir la edición con titular tan pomposo como “Puede ser un día histórico para Soria”, que conociendo la línea editorial ahorra cualquier comentario.

POETAS DE LO COTIDIANO

Julio Herrero, el último de los poetas de lo cotidiano (Mari Carmen Sánchez)

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En Soria cuando se habla del arte de escribir para contar la actualidad diaria en verso se acude a Francisco [Paco] Soria Montenegro “El sorianillo”, que firmaba sus ripios en Campo Soriano. “El sorianillo” era el redactor responsable del gacetillero local y el autor de unos poemas muy leídos entonces pero que vistos con la perspectiva de hoy no dejarían de encuadrarse en la categoría de lo chabacano, dicho sea sin otro ánimo que el de intentar reflejar de la manera más fidedigna este tipo de creación poética. Él fue, sin duda, el precursor de este género en la etapa moderna del periodismo soriano.

Cuando lo dejó  “El sorianillo”, o acaso coincidiendo durante algún tiempo, fue el periódico Hogar y Pueblo el que acogió en sus páginas hasta su fallecimiento, pero en cualquier caso superada con creces la mitad de los años setenta, trabajos semejantes firmados por Antonio Rodríguez Fuentes, el inolvidable Chamberí.

Con la desaparición de este último pareció concluir una larga etapa de los cultivadores de este género, al menos tal y como se entendió entonces. Nada más lejos de la realidad, pues sin que pasara mucho tiempo volvió a surgir la figura del rapsoda, poeta, bardo, juglar, vate o como se le quiera llamar. De tal manera que también por aquel entonces y durante bastantes años, asimismo en las páginas del entrañable Soria-Hogar y Pueblo, y en una época más tardía en Soria Semanal y sus sucesores tras un breve intervalo en Campos de Soria, no faltaron los versos firmados indistintamente por Retógenes, El Clarín Soriano, Aryso –acrónimo de su natal Arnedo y Soria- y Lucio Arévaco, por citar sólo algunos de los seudónimos que utilizó en su dilatada y prolífica trayectoria, que en realidad respondían a un sólo nombre, el de Julio (Julito para los allegados y amigos) Herrero, que era lo mismo que decir un riojano con profundas raíces sorianas.

Sin desmerecer ni mucho menos a sus predecesores, puede afirmarse sin duda ninguna que Lucio Arévaco elevó el nivel de la crítica en rima de lo local añadiéndole el poso de que, sin duda, adoleció la de sus antecesores, aunque no le dejara de ocasionar algún que otro dolorcillo de cabeza e incluso la incomodidad de tener que sentarse en el banquillo de la justicia.

Francisco [Paco] Soria Montenegro “El sorianillo”, Antonio Rodríguez Fuentes “Chamberí” y Julio [Julito] Herrero “Lucio Arévaco” han sido los más conocidos y habituales en el cultivo de este género. Pero hubo otros que con mayor o menor asiduidad también estuvieron empeñados en tarea semejante. Es el caso de Celestino Monge, director de Campo Soriano, que acostumbraba a firmar con su nombre o con el seudónimo Equis y puede que algún otro, pero eso sí rara vez  faltó a la cita anual con los versos que dedicaba a los jurados de cuadrilla.

DE LA REBOTICA A LA FARMACIA ROBOTIZADA

La farmacia Carrascosa en una imagen de los años cuarenta (Archivo Histórico Provincial)

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Parece que fue ayer y han pasado ya más de una década. El anuncio de la entrada en funcionamiento de una nueva oficina de farmacia robotizada qué duda cabe que no dejó de constituir, cuando menos, motivo de curiosidad si es que no sorpresa entre los usuarios de este tipo de establecimientos, que, para qué engañarnos, somos todos.

Lo hasta aquí dicho no puede por menos que retrotraernos en el tiempo y conducirnos irremediablemente a unas cuantas décadas atrás cuando en algunas –no todas- de las farmacias abiertas en la capital existían físicamente y funcionaban todavía las tradicionales y entrañables reboticas en las que se desarrollaban aquellas interminables charlas diarias, por lo general siempre con asistencia de los mismos contertulios, en las que sin necesidad de guion previo se hablaba de lo divino y de lo humano; unas estancias –en realidad, verdaderos santuarios- y unas costumbres que, pese al arraigo que tenían, los nuevos tiempos se llevaron por delante sin dejar más rastro que el del recuerdo, que lamentablemente se va perdiendo.

El caso es que al contrario de lo que sucede en la actualidad, en que no está al alcance de una generalidad lo suficientemente representativa relacionar con precisión las farmacias que funcionan en la ciudad y mucho menos la ubicación que tienen, antaño no era necesario realizar un ejercicio especial de memoria pues, de una parte, la ciudad, si se toma la referencia de su configuración formal, tenía un tamaño evidentemente mucho más reducido que el que presenta ahora, sin apenas barrios periféricos, y por otro lado la vida diaria de sus gentes se articulaba, con mayor acentuación que hoy, en torno al Collado, la referencia tradicional del acontecer ciudadano que sigue siéndolo.

Sea como fuere, antaño no sólo absolutamente nadie en la ciudad desconocía que la capital contaba con cinco farmacias, algunas con secciones independientes de laboratorio, droguería, fotografía, perfumería y óptica, entre otras, todas ellas en la arteria principal, o sea, en el Collado y su prolongación de Marqués del Vadillo, y relativamente próximas. Eran la de Felipe Pérez, en el que en Soria llamamos “estrecho del Collado”, muy cerca de la Plaza Mayor; la de Esperanza Domínguez, frente al Casino, entonces casinos, sí, en plural, porque funcionaban los dos; García Oñate, junto al emblemático comercio de la Viuda de Evaristo Redondo; Carrascosa, delante de la plaza de San Esteban, y Martínez Borque, al comienzo de la calle Marqués del Vadillo. Algunas han desaparecido o trasladado su ubicación y cambiado de titular y los locales que ocuparon están dedicados a otra actividad que nada tiene que ver con la originaria. Otras, por el contrario, convenientemente remozadas siguen funcionando e incluso están regentadas por sucesores en la línea familiar de quien les dio nombre y así se siguen conociendo después de muchos años de permanecer abiertas y, por consiguiente, de estar prestando servicio a los sorianos.

Porque de la farmacia de Monge, de la que cada vez menos se seguía hablando en los años 40 para localizar un determinado lugar de la geografía urbana, de tal manera que a la generación del momento le resultaba ya como algo muy lejano, no quedaba más que la referencia difusa de la acera llamada popularmente por el apellido del conocido farmacéutico, que no era otra sino el tramo comprendido entre la Plaza de Herradores y la actual calle Ferial, anteriormente Acera Nueva, recordaban los más mayores, al tratarse de edificios, en su mayoría, modernos.

ANUNCIARSE POR TRADICIÓN Y COMPROMISO

Etiqueta de la lejía La Soriana, muy demandada en la época (Archivo Histórico Provincial)

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Se lleva años hablando de la revitalización del comercio tradicional, con tanto peso en la economía de los sorianos y tan fuertemente arraigado.

El problema, no obstante, no es nuevo. Hace décadas ya existía inquietud semejante, es decir, que el comercio también se promocionaba pero lo hacía de manera diferente pues no se disponía de los medios ni de las técnicas de que puede utilizar en la actualidad.

Sin emisora de radio local y, ni mucho menos, televisión, que aún tardaría en llegar, era el único medio escrito que se editaba en la capital el portavoz del comercio o actividad que fuera mediante la inserción de la correspondiente propaganda localizada en fechas muy concretas del año no tanto con la pretensión de lanzar o dar a conocer un producto determinado como por tradición y, si se quiere, compromiso. Pero aun no saliendo más que un medio existía otro tipo de fórmulas capaces de producir impacto. La más utilizada en la época era la publicación de monográficos, a modo de guías propagandísticas de la provincia, de marcado carácter oficialista, por lo general con motivo de las fiestas locales, y en particular de las de San Juan, buena parte de ellos dedicados a la publicidad.

Si se tiene la curiosidad de hojear uno de ellos, por ejemplo la revista editada bajo el título SORIA 1946 en los Talleres tipográficos de la Casa de Observación, podrá encontrarse con un anuncio del “Escultor F. Barral. Marmolista. Arte funerario. Fuentes 14 duplicado”, otro de la “Fábrica de gaseosas y Agua de Seltz Ricardo Blasco. Avenida de Valladolid, 15. Soria”, y a continuación el de “Joaquín Jorge (Recauchutados Soria). Reparación de toda clase de gomas. Avda. de Navarra, 1 – Teléfono 55. Soria”, o el de “Ultramarinos finos. Especialista en Quesos, Mantecas y Embutidos. Manuel Ruiz Esteban. Plaza de Ramón B. Aceña, 12 – Teléfono núm. 125 – Soria”. Naturalmente no podía faltar un espacio para la empresa editora de la publicación, es decir, la “Casa de Observación. Talleres tipográficos. Libros. Folletos. Impresos de arte. Toda clase de trabajos de imprenta. Caballeros, 27 – Apartado 60 – Teléfono 119. Soria”, como tampoco para otro tipo de establecimientos o actividades como el “Bar Cervantes. Campo, 2 – Soria. Julián Sánchez Blázquez (El aceitunero)” que promocionaba la “Cerveza Fresca – Exquisitos vinos [y un] Esmerado Servicio de mostrador”, si es que no la “Chacinería” del mismo titular en la “Plaza de Abastos, cajón núm. 11 – Soria”, en la que ofrecía productos como “Lomos, embuchados, jamones, toda clase de chacinería de libre contratación [y la] Especialidad en quesos”, o la “Academia de Corte y Confección [de la] Profesora Carmen García y García” publicitando que confeccionaba “toda clase de ropa de Señora y niños a precios económicos [en] Caballeros, 2-1º derecha – Soria”.

A través de la repetida guía, podía saberse igualmente que la “Oficina Jurídico-Informativa y de reclamación a ferrocarriles, integrada por personal especializado, viene demostrando desde su fundación, la enorme ventaja que para los señores industriales reportan sus servicios, habiendo reclamado a la RENFE sumas considerables por excesos de portes, así como solucionado infinidad de reclamaciones por roturas, averías, faltas de mercancía, dejes de cuenta, etc., todas ellas sin gravar en absoluto a los usuarios del ferrocarril que, sin distraer tiempo alguno y libres de las preocupaciones propias entregan sus asuntos a la Oficina de Reclamaciones instalada en la calle de Caballeros, 12-2º, teléfono 351”, pudiéndolo hacer también en las sucursales de Burgos, León, Valencia, Aranda de Duero, Calahorra y Calatayud. O que, en fin, la Caja General de Ahorros y Préstamos de la Provincia de Soria contaba con sucursales en Burgo de Osma, Almazán y Ágreda y que concedía préstamos al 3, 4 y 4,50 por ciento anual. Es sólo una pequeña muestra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Etiqueta de lejía La Soriana, muy demandada en la época (Archivo Histórico Provincial)

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Se lleva años hablando de la revitalización del comercio tradicional, con tanto peso en la economía de los sorianos y tan fuertemente arraigado.

El problema, no obstante, no es nuevo. Hace décadas ya existía inquietud semejante, es decir, que el comercio también se promocionaba si bien lo hacía de manera muy diferente, pues no se disponía de los medios ni de las técnicas de que se dispone en la actualidad. Llegados a este punto se hace preciso señalar que sin emisora de radio local y, ni mucho menos, televisión, que aún tardaría en llegar, era el único medio escrito que se editaba en la capital el portavoz del comercio o actividad que fuera mediante la inserción de la correspondiente propaganda localizada en fechas muy concretas del año no tanto con la pretensión de lanzar o dar a conocer un producto determinado como por tradición y, si se quiere, compromiso. Pero aun no saliendo más que un medio había otro tipo de fórmulas capaces de producir impacto. La más utilizada en la época era la publicación de monográficos, a modo de guías de la provincia, de marcado carácter oficialista, por lo general con motivo de las fiestas locales, y en particular de las de San Juan, buena parte de ellos dedicados a la publicidad. Si se tiene la curiosidad de hojear uno de ellos, por ejemplo la revista editada bajo el título SORIA 1946 en los Talleres tipográficos de la Casa de Observación, podrá encontrarse con un anuncio del “Escultor F. Barral. Marmolista. Arte funerario. Fuentes 14 duplicado”, otro de la “Fábrica de gaseosas y Agua de Seltz Ricardo Blasco. Avenida de Valladolid, 15. Soria”, y a continuación el de “Joaquín Jorge (Recauchutados Soria). Reparación de toda clase de gomas. Avda. de Navarra, 1 – Teléfono 55. Soria”, o el de “Ultramarinos finos. Especialista en Quesos, Mantecas y Embutidos. Manuel Ruiz Esteban. Plaza de Ramón B. Aceña, 12 – Teléfono núm. 125 – Soria”. Naturalmente no podía faltar un espacio para la empresa editora de la publicación, es decir, la “Casa de Observación. Talleres tipográficos. Libros. Folletos. Impresos de arte. Toda clase de trabajos de imprenta. Caballeros, 27 – Apartado 60 – Teléfono 119. Soria”, como tampoco para otro tipo de establecimientos o actividades como el “Bar Cervantes. Campo, 2 – Soria. Julián Sánchez Blázquez (El aceitunero)” que promocionaba la “Cerveza Fresca – Exquisitos vinos [y un] Esmerado Servicio de mostrador”, si es que no la “Chacinería” del mismo titular en la “Plaza de Abastos, cajón núm. 11 – Soria”, en la que ofrecía productos como “Lomos, embuchados, jamones, toda clase de chacinería de libre contratación [y la] Especialidad en quesos”, o la “Academia de Corte y Confección [de la] Profesora Carmen García y García” publicitando que confeccionaba “toda clase de ropa de Señora y niños a precios económicos [en] Caballeros, 2-1º derecha – Soria”.

A través de la repetida guía, podía saberse igualmente que la “Oficina Jurídico-Informativa y de reclamación a ferrocarriles, integrada por personal especializado, viene demostrando desde su fundación, la enorme ventaja que para los señores industriales reportan sus servicios, habiendo reclamado a la RENFE sumas considerables por excesos de portes, así como solucionado infinidad de reclamaciones por roturas, averías, faltas de mercancía, dejes de cuenta, etc., todas ellas sin gravar en absoluto a los usuarios del ferrocarril que, sin distraer tiempo alguno y libres de las preocupaciones propias entregan sus asuntos a la Oficina de Reclamaciones instalada en la calle de Caballeros, 12-2º, teléfono 351”, pudiéndolo hacer también en las sucursales de Burgos, León, Valencia, Aranda de Duero, Calahorra y Calatayud. O que, en fin, la Caja General de Ahorros y Préstamos de la Provincia de Soria contaba con sucursales en Burgo de Osma, Almazán y Ágreda y que concedía préstamos al 3, 4 y 4,50 por ciento anual. Es sólo una pequeña muestra.

LA DESAPARECIDA IGLESIA DE SAN CLEMENTE

La iglesia de San Clemente poco antes de su demolición (Archivo Histórico Provincial. Fondo Carrascosa)

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El 28 de julio de 1956 se inauguraba, con la pompa habitual de la época, el sistema automático de teléfonos de Soria.

La puesta en funcionamiento del sistema automático de teléfonos llevó consigo la construcción de un nuevo edificio para albergar la central y sus correspondientes instalaciones técnicas en la céntrica plaza de San Clemente.

Para que el proyecto fuera realidad hubo que demoler previamente la iglesia que dio nombre a la plaza. En el solar, la Telefónica levantó en un tiempo récord un edificio de nueva planta, que todavía se mantiene en pie, aunque hace tiempo enajenado y posteriormente rehabilitado y obviamente dedicado a otros usos, en la plazoleta del Tubo.

La información de que se dispone sobre la desaparecida iglesia de San Clemente no es precisamente abundante. Existen algunos trabajos y estudios de diversa índole en modo alguno exhaustivos, aunque sin duda acordes con la importancia del templo, y material fotográfico procedente del Archivo Carrascosa que se encuentra depositado en el Archivo Histórico Provincial.

Entre ellos el del ilustre soriano Juan Antonio Gaya Nuño, quien en su obra “El románico en la provincia de Soria” describe la iglesia de San Clemente como de tipo rural, de una sola nave, presbiterio y ábside, pero todo muy deformado por adiciones sucesivas. San Clemente –según Gaya- debió ser un buen edificio del tercer cuarto del siglo doce.

A mediados del siglo diecisiete el templo acogió temporalmente a la comunidad de monjas concepcionistas con motivo del incendio acaecido en el Convento e iglesia de la Concepción abriendo comunicación con la casa-palacio contigua (actual sede del Archivo Histórico Provincial), que les fue cedida como provisional refugio. Ciento cincuenta años después volverían de nuevo a esta iglesia y casa cuando a causa de la guerra de la Independencia fue por segunda vez pasto de las llamas su primitivo cenobio.

La iglesia de San Clemente llegó a formar, hasta su derribo, una unidad con el Palacio de los Ríos y Salcedo. Quedó el muro norte, que se mantiene en pie y hoy puede verse en el patio central del edificio que alberga las dependencias del Archivo Histórico.

Según los libros sacramentales de la desaparecida iglesia, las últimas inscripciones anotadas son las siguientes: defunciones, el 27 de diciembre de 1948; matrimonios, el 19 de septiembre de 1949; bautismos, el 27 de agosto de 1950. Apenas unos días después de esta última, el arquitecto municipal [Guillermo Cabrerizo Botija] informaba de que con el objeto de evitar el hundimiento de la parte de la iglesia que se encontraba en estado de ruina inminente aconsejaba su apeo, el vallado de la zona con carteles anunciadores del peligro y la supresión del culto por el riesgo de derrumbamiento que ofrecía.

De poco sirvieron los intentos del párroco [Manuel Ciriano] de recabar ayudas para restaurar el templo porque el destino parece que estaba claro. Así pudiera entenderse, al menos, de la respuesta que le dieron el Ayuntamiento de Soria y la Diputación Provincial. Mientras esta última lamentaba simplemente no poder contribuir con cantidad alguna, el ayuntamiento “dejaba pendiente la petición después de estudiarla”.

En cualquier caso, las excusas parecieron tan rutinarias y banales como escasamente creíbles porque, en efecto, no mucho después el ayuntamiento de la ciudad conocía oficialmente en sesión plenaria el interés de la Compañía Telefónica de dotar a Soria de teléfono automático junto al deseo de que le fuera vendido un edificio o un solar en un lugar estratégico de la ciudad y las gestiones que había realizado el alcalde acerca de diversos dueños de edificios, de los que por lo visto pedían cifras elevadas. En el propósito de que la capital no perdiera la oportunidad de contar con tan importante mejora –siempre según la referencia de la prensa de la época-, el alcalde [Eusebio Fernández de Velasco] se entrevistó con el obispo [Saturnino Rubio Montiel] a quien manifestó que no contando con lugar adecuado para la construcción del edificio de teléfonos le solicitaba la venta de la iglesia de San Clemente.

La visita debió surtir efecto porque no mucho después se firmaba la escritura de compra-venta, lo que suponía el cierre con acuerdo de la negociación y, en definitiva, un paso más hacia la desaparición del templo.

Del derribo de la iglesia de San Clemente apenas quedan testimonios.  El dato más aproximado se ha podido encontrar en el acta de la sesión de la Comisión Provincial de Monumentos del 4 de marzo de 1953 cuando se informa a los componentes de que “había comenzado a ser derribada en enero de ese año”.

Consumada la demolición, se procedió a levantar en un abrir y cerrar de ojos el edificio para las nuevas instalaciones de la Telefónica con un presupuesto que no llegó a los tres millones y medio de pesetas (alrededor de veintiún mil euros de hoy). Pero esta es otra historia.

LA SEMANA SANTA SE MODERNIZABA

La procesión de las 7 Palabras saliendo de la iglesia de Santo Domingo en una imagen de 1970, por encontrarse en obras la nueva iglesia de El Salvador (Archivo Histórico Provincial)

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Antaño el prólogo de la Semana Santa soriana era diferente al de ahora, como lo eran en general no tanto las celebraciones en sí como la articulación de la programación, y no precisamente por los efectos derivados del coronavirus. En cualquier caso, no cabe hacer comparaciones. Pero es bien cierto que llegadas estas fechas lo habitual era encontrarse uno en el periódico y en el Boletín Oficial de la Provincia con la consabida circular del Gobernador anunciando la supresión de todos los espectáculos públicos, salvo los de índole religiosa, desde el mediodía del jueves hasta la mañana del sábado, y tampoco se puede por menos que hacer referencia al Septenario y al llamado Jueves de Romero como veíamos hace unos días.

La Semana Santa soriana llevaba ya unos cuantos años percibiendo aires renovadores que en los primeros cincuenta comenzarían a tomar cuerpo. Porque, en efecto, en una convocatoria celebrada el 23 de marzo de 1953, se reunía un grupo de trabajo, el equivalente a la actual Junta de Cofradías, bajo la presidencia del canónigo Odón Fuente, de la que formaban parte el franciscano Ciriaco Rupérez; Santiago Aparicio, Hermano Mayor de la Cofradía de las Siete Palabras; Víctor Higes, de la del Santo Entierro; Ángel Atienza, Hermano Mayor de la del Ecce Homo; Felipe del Amo, representante de la cofradía de la Soledad, y Luis Fuentes Amezua, en representación de la de las Siete Palabras. El colectivo estudiaba dotar de mayor realce a la Semana Santa mediante la posibilidad, entre otras, de cambiar el itinerario de la procesión del Santo Entierro además de tomar en consideración la celebración “el próximo año (1954), ya que en el presente no puede hacerse, la bendición de palmas en la I.I. (Insigne Iglesia) Colegiata, con asistencia de los cofrades de todas las cofradías [y] que en este día pueda salir la procesión, conocida en otros lugares con el nombre de la Borriquilla, a la que asistirían los niños de los colegios y escuelas”, del mismo modo que se abordaba la conveniencia de que todas las hermandades hicieran estación en día distinto. Ese mismo año 1953 se fundaba la cofradía de la Flagelación el 22 de marzo, en tanto que la del Ecce-Homo editaba una revista-programa de la Semana Santa soriana que constituyó una de las novedades. La modernización de la Semana Santa soriana era un hecho.

JUEVES DE ROMERO Y SEPTENARIO

Procesión de las Siete Palabras la mañana del Viernes Santo a su paso por las plazas del Olivo y San Esteban (Archivo Histórico Provincial. Fondo Lafuente Caloto)

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Con el Domingo de Ramos, que será el próximo día 28, comienza la Semana Santa.

En un ejercicio de síntesis puede señalar que en la Semana Santa soriana habría que distinguir cuando menos dos épocas. Una, anterior a la aparición de las cofradías, y otra más reciente que puede situarse a partir de la fundación de la mayoría de estas asociaciones pararreligiosas al final de la década de los cuarenta y los primeros años cincuenta del siglo pasado. No debe obviarse tampoco el notable impulso de cambio que produjo la implantación del nuevo orden litúrgico el año 1956, pues junto a la importante remodelación que hubo que acometer contribuyó a la desaparición de viejas costumbres, muy arraigadas.

Hasta la aparición, o mejor dicho, proliferación de las cofradías, todo quedaba reducido básicamente a las celebraciones del Jueves y Viernes Santos, aunque el Domingo de Ramos no dejaba de tener su peculiaridad y no tanto en su manifestación externa, que tampoco tenía mucho que ver con la de hoy.

En efecto. Antaño existía una tradición en la ciudad, que se perdía en la memoria del tiempo, según la cual el jueves anterior al Domingo de Ramos era costumbre que vendedores llegados de los pueblos próximos a la capital instalaran sus puestos en las inmediaciones del Ferial (detrás de Correos últimamente donde tenía lugar el mercado de cochinos) ofertando ramos de romero de cara a festividad tan solemne y celebrada, que serían bendecidos en las celebraciones dominicales y posteriormente colocados durante el resto del año en los balcones y ventanas de los domicilios particulares. De ahí que a este día tan señalado del mercado semanal se le conociera como Jueves de Romero (este año se correspondería con el 25 de marzo) que, en la práctica, suponía ni más ni menos que la inminencia de la Semana Santa; todavía en el arranque de la década de los sesenta seguía funcionando aunque, naturalmente, su decadencia era evidente hasta el punto de que no tuvo que transcurrir mucho tiempo para que se consumara su desaparición.

Todavía antes, el sábado anterior al “Jueves del Romero” comenzaba, “siguiendo la tradicional costumbre”, el ”Septenario en honor de la Santísima Virgen de la Soledad”, a cuyo fin el viernes de la semana que precedía a la del Viernes de Dolores era trasladada desde su ermita y en procesión, muy concurrida por cierto, a la iglesia del Espino, donde tenía lugar la celebración. Solía ser a las seis de la tarde y discurría por la conocida popularmente como Plaza del Chupete (Mariano Granados en el callejero), Marqués del Vadillo, Plaza de San Esteban y las calles Diputación y Caballeros. Al día siguiente –sábado- se iniciaba a las cuatro y media de la tarde “el solemne Septenario dedicado a los Dolores de la Santísima Virgen”. Así hasta el viernes de la semana siguiente, es decir, el de Dolores (el 26 de marzo este 2021), en el que una vez terminado el ejercicio religioso era devuelta a su lugar de origen, asimismo procesionalmente y por idéntico itinerario. Desde hace tiempo, el Septenario tiene lugar en el interior de la ermita de la Soledad, por tanto, sin la proyección exterior de antaño.

EL LAVADERO DE LANAS DEL ALTO DE SAN FRANCISCO

En el centro el levadero de lanas de la calle Francisco de Ágreda de vida tan errática como efímera.

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El antiguo lavadero de lanas, ese caserón ubicado en el paseo de San Prudencio, junto al Soto Playa, que fue objeto de una profunda remodelación hace ya unos cuantos años continúa sin uso conocido alguno y aunque no en el lamentable estado de descuido que había jalonado su vida durante décadas sí presenta un aire de abandono que no se escapa a nadie. El edificio había pasado, en fin, a engrosar desde el primer momento el nutrido inventario de inmuebles de titularidad, por lo general municipal, que se reacondicionan con fondos del erario público a los que no se les da utilidad alguna.

Esta era la situación cuando en las postrimerías de 2009 se anunció una nueva reforma de la casona que había cedido el ayuntamiento de la capital a la Administración General del Estado con el compromiso ubicar en él la sede del Centro Internacional de Estudios de Derecho Ambiental (CIEDA) –pomposo nombre-, dependiente de las instalaciones que tiene el CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) en Lubia.

Sin embargo, en Soria, cuando a las generaciones más maduras se les habla del lavadero de lanas irremediablemente se sitúan no en este, que no llegaron a conocer desarrollando actividad, sino en el que a comienzos de la década de los cincuenta promovió el sindicato vertical y en particular el Delegado de Sindicatos, Eusebio Fernández de Velasco, con el apoyo del General Juan Yagüe y del Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento, Jesús Posada Cacho, y la implicación de los organismos de la Administración afines. La operación fue de tal magnitud que no se escatimaron medios para desarrollar una campaña de propaganda (sic) en toda la provincia que culminó con un acto informativo el jueves 9 de febrero de 1950 en el Cine Ideal, presidido por el propio Gobernador, al que según la referencia de los periódicos de la época “asistieron más de 500 ganaderos [para escuchar] a los Mandos Sindicales”. La iniciativa, que merece sin duda un estudio en profundidad y riguroso sin que pese al transcurso del tiempo se haya llevado a cabo, se materializó en un moderno edificio construido en la calle Francisco de Ágreda, junto a la anterior Escuela de Magisterio, que permaneció en pie hasta tanto adquirió la zona el aspecto que, básicamente, ofrece en la actualidad. Se está hablando de los terrenos lindantes con la parte más alta de la antigua Huerta de San Francisco. En ese entorno se levantó el edificio que contaba con una nave destinada al lavado de lanas.

Pues bien, pese a todo, tan atrayente iniciativa parece que no se correspondió con la realidad, porque si a mediados del mes de junio de 1952 se dijo que la inauguración era inminente e incluso se pensaba iniciar la actividad en la campaña lanera inmediata, el hecho cierto es que cinco años después la problemática continuaba siendo la asignatura pendiente, al extremo de hablarse de la revitalización del lavadero de lanas, “una obra levantada a costa de sacrificios”, se escribió. Sea como fuere, el caso es que tras permanecer cerrado durante varios años fue el viernes 27 de mayo de 1964 cuando se procedió, al fin, a la inauguración no sin antes haber llevado a cabo una profunda readaptación de las instalaciones. De todos modos, el ciclo de funcionamiento no se recuerda que se prolongara demasiado en el tiempo.