La antigua plaza de la leña, con el Banco de España al fondo, antes de la remodelación (Archivo Histórico Provincial)
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Aunque en el callejero aparece como plaza de Ramón y Cajal no falta quien la sigue llamando –cada vez menos- de “la leña”, porque antaño era a ella a la que acudían los vendedores, muy de mañana, a colocarla en el mercado. Se trata, por si existe alguna duda, de ese recoleto y céntrico rincón ubicado entre la plaza del Olivo y la de los Jurados de Cuadrilla, Mariano Granados y Herradores, que durante muchos años tuvo como referencia el emblemático hotel Las Heras. La plaza de Ramón y Cajal, por ceñirnos a la terminología oficial, ha sufrido una transformación profunda tanto en su fisonomía como en la actividad comercial que se desarrollaba en ella.
La remodelación de la plaza, que entonces se encontraba diáfana, se llevó a cabo mediada la década de los cincuenta cuando el ayuntamiento de la ciudad abordó su “embellecimiento”, se dijo entonces. El proyecto consistió básicamente en la instalación del armatoste que popularmente se conoció como la “caseta” de Turismo, es decir, esa especie de garita, desaparecida no hace mucho.
En cualquier caso, la construcción de la Oficina de Turismo fue el inicio de la transformación que iba a sufrir la zona, sobre todo cuando unos años más tarde, al final de los cincuenta, el ayuntamiento decidió abordar uno de los proyectos urbanísticos de mayor envergadura de una larga etapa de la vida de la ciudad como fue el de la alineación desde la calle Fuentes a la actual plaza de Mariano Granados. La actuación supuso, por ejemplo, el derribo de los inmuebles existentes en la confluencia de la calle de Caballeros con las de la Alberca y Claustrilla con fachada a la propia plaza de Ramón y Cajal y a la del Olivo, que dio origen a ese breve tramo de soportales junto a la salida del parking.
La actividad de la plaza ya de Ramón y Cajal era muy diferente a la de hoy. En la acera de la izquierda, según se viene desde la plaza del Olivo, estaba el emblemático bar Soria, el primero que daba los resultados de fútbol las tardes de los domingos. Más adelante el no menos tradicional bar Regio. En el edificio contiguo, las dependencias del dispensario de puericultura de Auxilio Social en los bajos y en la planta primera el consultorio médico de la Obra Sindical 18 de Julio. En el que le seguía, la fragua de la Viuda de Claudio Alcalde, y en el último portal, en la fachada norte del edificio del hotel Comercio, la Delegación de Información y Turismo en la primera planta, mientras que en los bajos, con vuelta a la plaza de los Jurados de Cuadrilla, el bar Marfil, quizá el último ejemplo de los cafés clásicos con que contó la ciudad.
Y si se pasa a la acera de enfrente, entrando siempre desde la plaza del Olivo, el taller de bicicletas que existía en una de las casas que demolió el ayuntamiento, antes de que se encontrara uno con el ya citado hotel Las Heras, una de las contadas referencias de la oferta hotelera de la ciudad. Ya en la misma plaza se encontraba el comercio de hojalatería y saneamientos de Alejandro del Amo, con entrada también por la calle Marqués del Vadillo; un pequeño despacho de material eléctrico y similares; la tienda de tejidos del Pepe Redondo, que respondía a la denominación comercial de Sobrino de Samuel Redondo, con fachada a la calle de atrás, la del Marqués del Vadillo; la peluquería de caballeros del Adrián, igualmente con entrada desde las dos calles, para concluir en el que había sido bar Talibesay, más tarde oficina del Banco Español de Crédito y en la actualidad de la Caja Rural. A todo esto, hubo que añadir con posterioridad, y durante algunos años, el kiosco de prensa del Celestino, otro pegote que no dejaba de ser un estorbo.
Hoy la plaza de Ramón y Cajal presenta otro tipo de oferta. El hotel histórico Las Heras hace tiempo que cerró y en su lugar se ha construido el hotel Leonor Centro; donde estuvo la tienda de Alejando del Amo hay abierto ahora un bar y el comercio de tejidos del Sobrino de Samuel Redondo se ha reconvertido en otro establecimiento del ramo de hostelería, por referirnos a los más representativos de la parte de acá.
En la acera de enfrente, ha ocurrido algo parecido. Los bajos del Marfil lo ocupan las oficinas de la antigua Caja Duero; el local de la herrería de la Viuda de Claudio Alcalde fue durante algunos años un comercio del ramo de la alimentación, desde hace tiempo cerrado; donde estuvo el servicio de Puericultura de Auxilio Social funciona un bar, y en el espacio que ocupó el bar Soria una tienda de ropa. Los demás han sido presa de reconversión, pero tan céntrico espacio sigue siendo lugar de paso obligado para quien se mueve por el corazón de la ciudad.