UN CAMPING EN EL PEREGINAL Y LA ESCULTURA DE MACHADO

La escultura de Antonio Machado durante las contadas horas que estuvo instalada frente al Parador de Turismo (Joaquín Alcalde)

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El anecdotario de la ciudad crece a diario. Como la vida misma. Son aquellas pequeñas/grandes cosas que no tienen cabida en los medios, o cuando menos no aparecen bajo los grandes titulares pero a cambio reflejan a la perfección cómo es el día a día.

Así, por ejemplo, pasó inadvertido en la última campaña de las elecciones municipales, las de la pasada primavera (mayo de 2019), la perla que con que obsequió a la audiencia en un debate  en la televisión local la número uno en la candidatura del Partido Popular al Ayuntamiento de Soria y presidenta provincial de la formación conservadora Yolanda de Gregorio, con el también número uno de la candidatura del Partido Socialista, Carlos Martínez –que pretendía seguir en la alcaldía- cuando  tras alardear de currículo jurídico en materia de medio ambiente por sus trabajos -dijo- como funcionaria soltó, sin pensárselo dos veces, que en el programa de su grupo figuraba la construcción de un camping en El Pereginal, junto a la antigua fábrica de harinas, lo que el contertulio le rebatió de inmediato argumentándole que le parecía mentira que una persona experta en derecho medioambiental hablara de construir un camping en una zona inundable, como bien sabemos en Soria, remachó con contundencia el bregado candidato del PSOE. El golpe directo al mentón -permítaseme el símil del boxeo- ante semejante despropósito si es que no barbaridad, no tuvo respuesta. De nota, vamos.

Tampoco tiene desperdicio el peregrinaje en una especie de ir y venir lo que ocurrió con la escultura de Antonio Machado basada en la foto de su boda cuando a finales del mes de noviembre de 2018 fue trasladada de la noche a la mañana desde su ubicación original en la Plaza del Vergel al Parque del Castillo, frente el Parador de Turismo, en medio de un hermetismo total y, sin necesidad de entrar en detalles, sin ningún tipo de argumentación sólida alguna que lo avalase. Lo verdaderamente curioso es que la viajera escultura estuvo poco más de veinticuatro horas en el nuevo emplazamiento, las que tardaron en reaccionar diferentes sectores de la sociedad soriana clamando por tan unilateral como sorprendente decisión. Tal fue la más que justificada reclamación que la escultura volvió de inmediato a su lugar de origen. Tan rápido fue el viaje de semejante peripecia, si es que no despropósito en toda regla, que fueron contados los que pudieron contemplar la escultura de Machado frente al Parador.

EL VÍA CRUCIS DEL CAMINO DE SAN SATURIO

La estación XIV y última del vía crucis en la escalera exterior de acceso a la ermita (Programa de fiestas de San Saturio de 1967. Archivo Alberto Arribas)

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La aparición de las cofradías al final de los años cuarenta y comienzo de los cincuenta y la implantación del nuevo orden litúrgico en 1956 provocaron una profunda reestructuración de la Semana Santa soriana. En este contexto quizá no falte quien pueda interpretar que el Vía Crucis a la ermita de San Saturio fue uno de los primeros movimientos innovadores de la época y lo asocia a una de las cofradías penitenciales, pues ciertamente la del Ecce-Homo lleva a cabo tan piadoso ejercicio que hace ya tiempo cruzó la frontera de lo habitual para formar parte de la tradición y de la historia de las celebraciones de la tarde-noche del Miércoles Santo, que este 2020 no podrá ser.

Sin embargo, la realidad es bien distinta. Lo dijo el Abad Santiago Gómez Santa Cruz en una especie de llamamiento a los sorianos fechado el 9 de noviembre de 1947 cuando anunció que “un soriano piadosamente devoto de San Saturio y que desea ser ignorado” le había enviado una limosna (sic) de 5.000 pesetas para que las emplease a su voluntad, “en lo que juzgue más conveniente para dar mayor culto a nuestro Santo Patrono”. Y abundando en ello argumentaba que habló con el Cabildo Colegial y el Ayuntamiento y que de acuerdo con ambas corporaciones había determinado “erigir un serio, devoto y, en lo posible artístico Vía Crucis”.

Dicho y hecho. Se puso manos a la obra y comenzó a recabar colaboración bien económica o de la de índole que fuera con el compromiso de que una vez conocido y aceptado el proyecto y el presupuesto de ejecución no se recibirían más cantidades que las estrictamente necesarias para llevar a cabo la construcción. Pero no se quedaba ahí, pues en el supuesto de que los ofrecimientos no llegasen a cubrir el importe de la obra se devolverían las cantidades recibidas excepto las 5.000 pesetas que serían destinadas y empleadas en conformidad con las instrucciones del generoso donante.

La iniciativa no tenía vuelta atrás y enseguida comenzaron a llegar las primeras aportaciones. Se encargó el proyecto al arquitecto Luis Jiménez [Fernández] que importó 12.000 pesetas, no incluyendo cantidad alguna por sus honorarios pues como soriano y devoto del Santo se daba por bien pagado y honrado. El emplazamiento elegido fue a la izquierda del camino y las estaciones, de acuerdo con lo proyectado, llevarían cimentación de hormigón en masa coronada, en su enrase con el terreno, con una base de piedra labrada de forma completamente geométrica, y sobre ella la sencilla Cruz de madera, pintada al óleo, de un color oscuro, resaltando el número de la estación que iría en blanco. La primera Cruz quedaría enclavada más allá de la entrada del llamado barranco grande, y la XIV en el segundo quiebro de la escalera de acceso a la ermita, dando frente al tramo de la misma escalinata.

El viernes 17 de septiembre de 1948 tenía lugar la bendición del Vía Crucis en un acto solemne que presidieron el Gobernador civil, el Alcalde en funciones, concejales del ayuntamiento, el Abad de la Colegiata, el Cabildo, la Comunidad de los Padres Franciscanos y numerosísimos fieles. El 20 de marzo de 1951, martes santo, la cofradía del Ecce Homo celebró por primera vez el vía crucis en el camino de la ermita de San Saturio.

Y desde entonces hasta hoy, si bien es cierto que en torno a 1980 las primitivas cruces de madera se sustituyeron por las actuales de cemento.

EL INACABADO CUARTEL DE ARTILLERÍA

El cuartel de Artillería comenzó a construirse al final de la carretera de Valladolid, en la margen izquierda saliendo de la ciudad (Archivo Histórico Provincial)

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Por resumir. Corría el mes de febrero de 1940 cuando el presidente de la Diputación Provincial, José Carrera Cejudo, informaba a la Corporación que Soria contaría con un regimiento de Artillería con guarnición en la capital. Y ahí se quedó. Un par de meses después el periódico el Avisador Numantino anunciaba el comienzo inmediato de las obras.

Después de considerar diversos lugares se decidió que fuera en terrenos ubicados en la parte izquierda de la carretera de Valladolid algo más arriba de los Cocherones de Obras Públicas.     El proyecto contemplaba la construcción de tres pabellones para la tropa y un edificio más destinado a viviendas para la oficialidad. El presupuesto –aprobado y consignado- ascendía a tres millones y medio de pesetas, que finalmente fueron ocho porque que hubo que contar con más espacio de manera que pudiera cubrir las necesidades de la plantilla y del material de que disponía para el ejercicio de su misión, lo retrasó el arranque de las obras. . El General Juan Yagüe fue el gran valedor.

En todo caso, aquel mismo verano comenzaron los trabajos de construcción. Las edificaciones fueron hacia arriba a un ritmo impensable en la actualidad en que hasta lo más elemental se eterniza, por más que en un momento determinado, mediada la década de los cuarenta, se interrumpieron las obras cuando las estructuras de los tres pabellones estaban ya levantadas. Las instalaciones, ubicadas en una parcela situada detrás de la fábrica de los Nietos de Casto Hernández, en la margen izquierda de la avenida de Valladolid, saliendo de la ciudad, se mantuvieron en pie bastantes años, hasta que comenzó a desarrollarse urbanísticamente el entorno en la década de los setenta y lo que eran fincas rústicas, que se cultivaban, pasaron a ser zona urbana.

Unos años antes –en febrero de 1962- el ayuntamiento de la ciudad había puesto a disposición de Construcciones Militares los terrenos necesarios para construir en ellos un cuartel y la Zona de Reclutamiento y Movilización con sus dependencias anejas.

 

FUENTES PÚBLICAS (y II)

Fuente en la calle y plaza de Tirso de Molina, donde esta en la actualidad la Escuela de Arte (Archivo Histórico Provincial))

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Pero además de las fuentes citadas en el capítulo anterior, había otras muchas, igualmente públicas, en torno a las cuales se va a intentar hacer un recorrido aún siendo conscientes del riesgo de omitir alguna.

En efecto, si comenzamos por el centro de la ciudad habría que situarse necesariamente en la que se conoce como plaza de Mariano Granados –popularmente del chupete- porque en el centro se encontraba la desaparecida fuente que le dio nombre. Y si se continúa por la aledaña plaza de El Salvador, quién no recuerda la que estaba en la fachada del antiguo Hospital de Peregrinos -para los sorianos el familiar hospitalillo-, junto a la antigua iglesia. Como tampoco la de la plaza de La Blanca, muy próxima también a la que acaba de citarse, colindante con la casa de la frondosa parra cuyas uvas malamente dejaban madurar los chicos del barrio.

Si se pasa a la contigua de los Condes de Lérida habría que mencionar la existente entre el convento de las clarisas y la iglesia de Santo Domingo, con lo que se llegaría a la Plaza de Abastos para hacer referencia a la que existía en la esquina del callejón de San Miguel de Montenegro, el que conecta el mercado con la calle Doctrina, concretamente en el que fue Colegio de la Presentación, en la actualidad sede de las Aulas de la Tercera Edad. Muy próxima, la de la plaza del Carmen –oficialmente de Ramón Ayllón-, junto a las escaleras de acceso a la calle Condes de Gómara; a pocos pasos, con sólo cruzar la Cuesta de la Dehesa Serena, la de la plaza Cinco Villas, delante del colegio de La Arboleda, donde sigue; y algo más arriba, la existente en la calle Tirso de Molina, en el solar en que está la Escuela de Arte.

En otros barrios de la ciudad podía encontrarse uno con la fuente que existía detrás de los corrales de la plaza de toros, más o menos en lo que es el bar Albero, subiendo a Santa Bárbara,  y por supuesto con el abrevadero próximo para el ganado que se había trasladado desde la calle Campo, con conducción independiente de agua potable para el consumo humano; la del ventorro, al final de la avenida de Mariano Vicén, poco antes del paso a nivel; o la de la muralla de la ermita del Mirón, que continúa allí y se sigue utilizando. Del mismo modo que la que había en el Tovasol, en el paseo del Postiguillo, en la muralla, junto al puente de piedra, y cruzado éste, si se sale del casco urbano por la carretera de Zaragoza, la de la fachada del inmueble conocido como la posada; la del parque del castillo, junto a los depósitos viejos, que también está en funcionamiento, o la del final de la calle Teatro, sin olvidar, en fin, la que se encontraba en la plaza de San Clemente adosada a la pared de la iglesia.

Todas, y a pesar de que la práctica totalidad de las viviendas de la ciudad -salvo excepciones concretas- contaban con un servicio tan básico como el del agua potable, seguían cobrando sentido, sobre todo para los chicos del entorno más próximo que tenían en ellas, además de un elemento de diversión, la posibilidad de mitigar la sed y atenuar el sofocón entre juego y juego, con mayor razón en el verano, porque no hay que olvidar que entonces los más jóvenes se pasaban el día en la calle -es un decir- y la vida transcurría en el barrio.

Luego había manantiales propiamente dichos, asimismo de agua potable y por tanto apta para el consumo, que no dejaban de tener su clientela avalada por una serie de efectos estimulantes que tradicionalmente les venía otorgando la sabiduría popular por más que rara vez llegaran a conocerse los efectos prácticos que se les atribuía. Pudiera ser el caso del de la Fuente del Rey, en el camino antiguo de Las Casas, bajando desde la Residencia de la Seguridad Social; el de la calle Nuestra Señora de Calatañazor, bajando hacia el Soto Playa, popularmente llamado de la paciencia, acaso por el caudal tan pobre que daba, o el que existía junto a la que fue bautizada como casa del carbonero en el paseo de San Prudencio.

Y no podían faltar en este recorrido la de los leones, que hasta su actual ubicación en la Plaza Mayor rara vez se pudo ver con agua, y la del Sagrado Corazón, en el parque del Castillo, que tampoco es que se prodigara en plenitud. Porque la de surtidores de la plaza Mayor y la retirada de la plaza de San Esteban se concibieron más que nada como elemento ornamental, aunque en el caso de esta última no dejó de ser sino un armatoste que lejos de mejorar el entorno produjo un impacto negativo que afectó, y de qué manera, a la majestuosidad que irradiaba el edificio el Banco de España.

FUENTES PÚBLICAS (I)

La Fuente de la Teja después de su restauración (Joaquín Alcalde)

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Un par de días antes de la Compra del Toro de 2007 llegaba a la alcaldía – en ella sigue- Carlos Martínez Mínguez, cabeza de lista del PSOE en las elecciones, que ganó, celebradas el último domingo de mayo.

Y una de las primeras actuaciones abordadas fue la ejecución de un atractivo programa que afectaba a varios manantiales –seis, se dijo- existentes en la periferia de la capital, entre ellos los más conocidos y frecuentados en otros tiempos por los sorianos, todos con el denominador común de su evidente estado de deterioro y en algún caso de abandono.

Uno de los manantiales recuperados fue la Fuente del Caño, que se encontraba seca desde hacía muchos años. Ubicada en el camino de los toros, muy cerca de la Barriada, junto a los huertos, fue felizmente recuperada aunque con un cambio importante y es que en lugar de salir el agua mediante un pequeño tubo colocado prácticamente a ras del suelo, como ocurría antes, la nueva actuación posibilitaba un uso más cómodo al haber sido elevada la conducción hasta una altura razonable. La Fuente de la Teja, en la antigua carretera de Madrid, también sufrió un importante lavado de cara.

Con el problema del abastecimiento de agua a la capital en el horizonte crecieron sucesivas generaciones de sorianos. Es posible que sea esta una de las causas por la que las fuentes públicas siempre gozaron de una especial consideración si es que no llegaron a constituir un elemento más de la cultura tradicional soriana. Porque en la mayoría de los barrios de la ciudad, bien entrada ya la segunda mitad del siglo XX, todavía seguían funcionando; aún hoy algunas continúan ubicadas en su emplazamiento original y en pleno uso.

Las fuentes públicas se alimentaban por lo general mediante la captación de manantiales. De ahí que, por ejemplo, de las tres existentes en la Dehesa junto al palomar, se bebiera preferentemente de las laterales –de la del centro sólo en contadas ocasiones- pues no en balde existía la creencia generalizada de que el agua que echaban era procedente de manantial, y se le atribuiría alguna propiedad desconocida en tanto que la del medio se decía que la tomaba del río. El caso es que no eran pocos los que provistos de su correspondiente garrafón acudían habitualmente al parque municipal a recoger agua para el consumo familiar. Del mismo modo que a la anteriormente aludida Fuente de la Teja e incluso, quienes conocían el enclave, a la que el ayuntamiento presentó en el plan a que se ha hecho referencia al principio como Fuente de la Teja II, muy cerca de la otra, pero adentrándose por el camino que conduce a la sierra de San Marcos.

Las que acaba de señalarse puede que fueran, por clásicas, las más utilizadas junto a la de Fuente Cabrejas, en la plaza del mismo nombre, y la existente en las inmediaciones de la entonces Colegiata, al final de la calle Real, un bello rincón del que no queda más que el recuerdo.

LA PLAZA DE SAN ESTEBAN CAMBIA DE NOMBRE

La plaza de San Esteban en una imagen de 1930 cuando se llamaba plaza del Vizconde de Eza (Foto de Luciano Roisin. Colección Tomás Pérez Frías)

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El pleno del Ayuntamiento del pasado 20 de febrero acordaba el cambio de denominación de la céntrica plaza de San Esteban por el de “las Mujeres”. No hubo unanimidad en la Corporación pero la mayoría del Grupo de Gobierno (PSOE) fue suficiente para que saliera adelante la petición del Consejo Municipal de la Mujer, que fue el que formuló la propuesta.

          La decisión del cambio de nombre vuelve a poner de manifiesto las carencias que tiene el callejero, y lo que es más importante: el criterio o criterios que se manejan –suponiendo que existan, pues uno tiene fundadas dudas- a la hora de poner denominación a las nuevas calles o como en el caso que nos ocupa para cambiarlas el nombre, que en aras de la tan constantemente pregonada transparencia merecería la pena que se dieran a conocer con la publicidad suficiente para evitar cualquier malentendido por muy justificada que pueda estar la decisión.

Dicho lo cual, la céntrica plaza de San Esteban no es la primera vez que cambia de denominación y puede que tampoco sea la última. No hay más que echar una vista al callejero.

Pero, vamos, sin entrar en demasiados detalles, lo de plaza de San Esteban tiene que ver con la iglesia de esta advocación desmantelada en 1804, como bien constata el investigador y estudioso José Ignacio Esteban Jáuregui en un documentado y riguroso estudio sobre nombres de antiguas calles y plazas de Soria.

Con la instauración de la Primera República, desde el 5 de octubre de 1868 la Plaza de San Esteban pasó a denominarse Plaza de Serrano, nombre que mantuvo hasta 1922, pues a partir del 16 de marzo tomó el de Plaza del Vizconde de Eza. Fue el año en que, como bien recuerda Jáuregui, se debatió el cambio del nombre de la provincia de Soria por el de Numancia.

La proclamación de la Segunda República llevó consigo el cambio de nombre. De tal manera que desde el 5 de abril de 1931 se acordó denominarla Plaza de la República, nombre que mantuvo hasta el 10 de septiembre de 1936, cuando un nuevo acuerdo del Ayuntamiento decidió que las calles que habían cambiado de nombre en 1931 volvieran a tomar las antiguas denominaciones, la Plaza de San Esteban fue una de ellas, que es el que se ha venido conservando hasta ahora.

Sin embargo, los sucesivos cambios de denominación jamás terminaron de ser asumidos por los sorianos, muy especialmente a raíz de la construcción del edificio del Banco de España, pues en efecto desde ese momento -se quiera o no- la Plaza de San Esteban pasó a ser conocida como la “plaza del banco”, que es el nombre que ha pervivido por encima de cualquier otro.

Por lo demás, quizá convenga señalar también, que la Plaza de San Esteban, desde ahora “de las Mujeres”, sufrió un importante cambio de imagen en los primeros años cuarenta del pasado siglo XX cuando tras retirar los jardines que le conferían personalidad propia, en 1947 fue objeto de la urbanización que, con muy ligeras modificaciones, conocemos hoy.

Y tampoco estará de más hacer un breve recorrido por los contados edificios de referencia y establecimientos comerciales con los que crecieron sucesivas generaciones de sorianos, que merece la pena recordar. En efecto, tomando como punto de partida el edificio del Banco de España, a su derecha, mirando al Collado se encontraba la casa de la Caja General de Ahorros y Préstamos de la Provincia de Soria –la Caja de siempre-, el edificio que conocemos ahora como Centro Cultural Gaya Nuño; la peluquería de caballeros (sic) de Miguel Gómez; el comercio de Redondo y Jiménez, con fachada asimismo al Collado, y delante de este el carrillo de los helados de los Fuentes durante el verano. En la acera de enfrente, la tienda de tejidos de Ángel del Amo (luego Nuevas Galerías), con doble fachada también al Collado y a la propia plaza; y la conocida como casa de Hermenegildo García con esquina a la Plaza del Olivo en cuyo semisótano estuvieron los recordados futbolines. Y en el centro, en la parte más próxima al Collado, frente al recordado bar Argentino aquel puesto de venta de prensa, de vida efímera, de la Hemeroteca Nacional, y el tenderete de “las garrapinchas”. Sin olvidarnos, por supuesto, de la tómbola que en alguna ocasión se plantaba al final de la zona de descanso de la plaza, como tampoco de la polémica del parquin, recién comenzada la década de los noventa, que no tuvo más remedio que reconducir el Ayuntamiento del Popular Virgilio Velasco ante la cada vez más creciente presión de la calle, decantándose finalmente porque ocupara únicamente la plaza del Olivo.

Un último apunte. El Boletín Oficial de la Provincia del viernes 6 de marzo de 2020 dio oficialidad al acuerdo con un texto tan lacónico y poco ilustrativo como el siguiente: “El Pleno municipal [del Ayuntamiento de Soria] en sesión de fecha 20mde febrero de 2020 adoptó el siguiente acuerdo: “Cambiar la denominación de la Plaza de San Esteban por Plaza de Las Mujeres”. En el lugar y fecha indicados. Soria, 4 de marzo de 2020.- El Alcalde, Carlos Martínez Mínguez”. Sin comentarios.

LAS CALLES DE LA ESTACIÓN VIEJA

Vista parcial de la Estación Vieja que se corresponde con la actual avenida Duques de Soria (Archivo Histórico Provincial)

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De vez en cuando solemos ocuparnos de las calles de la ciudad y sus nombres.

Acababa de ser demolida la recordada estación de tren Soria-San Francisco, la estación vieja para los sorianos, de tal modo que ordenado urbanísticamente el polígono resultante enseguida se produjeron movimientos para dar nombre a las calles. Uno de ellos fue el del médico Eduardo Dodero Martínez, que el 3 de marzo de 1969 dirigía una solicitud al alcalde de la ciudad en la que manifestaba que para “instalar adecuadamente su consulta ha adquirido recientemente un piso en el bloque de casas construido en la calle del Embarcadero” y que “si tal denominación tiene indudable arraigo en ciudades marineras no sucede lo mismo en la nuestra, en la que la referida denominación procede del embarcadero de ganado que propiedad de Renfe existía en la zona hasta hace unos meses, asociándose a la idea de ganado y no a la del mar”. Por lo que consideraba conveniente el cambio de nombre proponiendo el de calle de los Linajes de Soria en atención a que en el entorno existían ya la de Cortes de Soria y Fueros de Soria “y al parecer –argumentaba- se ha solicitado para otra nueva del Polígono de la Estación el de Bandera de Soria, con lo que todas ellas tendrían el común denominador de referirse a instituciones históricas de nuestra ciudad”.

Al día siguiente tenía entrada en la oficina de registro del ayuntamiento una segunda petición, formulada, en este caso, por Santiago Palacios Cayuela, en su condición de Jefe Local del Movimiento, y también concejal de la corporación, en la que tras una larga y enfervorizada exposición pedía que “como personificación del esfuerzo combatiente de Soria en la Guerra de Liberación” se dé el nombre de Bandera de Soria “a una calle suficientemente céntrica para que el ejemplo que tal nombre representa pueda servir de ejemplo y de recuerdo con frecuencia”. Y añadía que si bien existía otra con esta denominación debía ser suprimida y trasladada al Polígono de la Estación de San Francisco, reforzando el criterio del médico Eduardo Dodero. Pero Santiago Palacios no se quedaba ahí pues “al propio tiempo, con el sentido de sencillo homenaje y recuerdo para uno de los Alcaldes de nuestra Ciudad que ha dejado huella en ésta [pedía] igualmente se dé el nombre de D. Eloy Sanz Villa a otra de las vías del referido Polígono de San Francisco, o a la cuesta que une la Normal de Maestros con la actual calle del Embarcadero”.

Ninguna de las peticiones cayó en saco roto pues a los pocos días  el Ayuntamiento celebraba sesión extraordinaria y tomaba un doble acuerdo. Por una parte atendía la solicitud del Jefe Local del Movimiento, e incluso la ampliaba, decidiendo que a las tres calles trazadas en el Polígono de la Estación Vieja, que desembocan en la avenida de Mariano Vicén, se les den los nombres de Bandera de Soria a la primera; Tercio Numancia a la segunda, y Alférez Provisional a la tercera; del mismo modo que a la calle principal el de avenida de la Victoria y “a la Calle o Ronda que sube hacia la Escuela de Magisterio el de Ronda de D. Eloy Sanz Villa”. No obstante, el cambio de denominación de calle del Embarcadero por el de Los Linajes de Soria encontró más escollos, porque informada negativamente por la Comisión de Gobernación la pretensión de Eduardo Dodero fue el pleno el que finalmente decidió; Santiago Palacios fue el principal valedor para que la iniciativa prosperara con el apoyo de los concejales Jesús Hernández de la Iglesia, Fidel Carazo Hernández y Jesús Romero Bartolomé. El Ministro de la Gobernación, no obstante, debía pronunciarse favorablemente, y se le evacuó la propuesta, que aceptó.

Con el paso del tiempo, algunas de las calles transversales y la avenida de la Victoria cambiaron de nombre.

LA POLICÍA LOCAL Y SUS SEDES

La Policía Municipal formada ante su sede de la calle Rabanera, hoy San Juan de Rabanera (Archivo Histórico Provincial)

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Hubo un momento en el que el cuerpo de la entonces Policía Municipal sufrió un cambio cualitativo y cuantitativo importante pues al tiempo que se rejuvenecía e incrementaba el número de efectivos de la plantilla el ayuntamiento ponía a disposición de este colectivo los conocimientos y la experiencia de un guardia urbano de Madrid, del que llamó especialmente la atención su particular manera de regular el tráfico pero sobre todo los que se entendían como exagerados ademanes, que durante una temporada se desplazó a Soria para instruir a los agentes locales, al tiempo que recibían clases de francés; eran los primeros años sesenta del pasado siglo XX.

Hacía ya años –en 1948- que el cuerpo de serenos se había fusionado con la Policía Municipal o Urbana, como se prefiera, lo que quiere decir que la plantilla había experimentado un incremento notable. La Policía Urbana, con esta denominación aparece en el directorio de la Guía de la Ciudad editada en el año 1946 por el Ayuntamiento de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Soria, tenía su sede en la calle de Rabanera (hoy San Juan de Rabanera), en las traseras del viejo y destartalado caserón ocupado en buena parte por la Jefatura de Obras Públicas ubicado en la calle de la Diputación, donde se levanta la sede central de la Caja Rural. El ensanche de la zona entre la plaza de Ramón y Cajal o de la Leña y la del Generalísimo (plaza Mayor) a lo largo de la plaza del Olivo y las calles de Caballeros, Rabanera y las Fuentes no solo no se llevó por delante parte de la casona y con ella las instalaciones municipales sino también el muro del jardín posterior del Banco de España en el desarrollo de uno de los proyectos urbanísticos más ambiciosos acometidos en la ciudad en la segunda mitad del siglo pasado, una actuación, situados en el momento presente, comparable a la de peatonalización del centro urbano que lleva tiempo emprendiendo el gobierno municipal socialista. Lo cierto es que la Policía Urbana se vio en la necesidad de trasladar sus dependencias a los bajos de la Casa del Común, en el Arco del Cuerno, una especie de edificio multiusos porque no en balde en sucesivas etapas había sido sede del Peso, más tarde del Parque de Bomberos cuando no de la Biblioteca Pública en los pisos superiores, e incluso la planta baja llegó a ser utilizada como local de ensayos de la Banda Municipal de Música hasta su rehabilitación para darle el uso de Archivo Municipal que tiene. Un nuevo traslado de la Policía Municipal le llevaría temporalmente al edificio de la Casa Consistorial para terminar recalando en la ubicación actual de la calle Obispo Agustín, donde estuvo el matadero municipal, a cuyas reconstruidas estancias se trasladó el arco del convento de las Concepciones una vez desmontado el lienzo que quedaba en pie junto a la plaza de toros.

NUESTROS VECINOS DE OTRO TIEMPO (y II)

La calle Sanz del Río está en el barrio de Los Pajaritos (Joaquín Alcalde)

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Busto de Mariano Granados y Campos en el parque de la Dehesa (Joaquín Alcalde)

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Esculturas de sorianos ilustres o de personajes que han tenido relación con la ciudad, y constituyen sin duda una referencia de lo soriano, hay colocadas algunas –quizá menos de las que debieran ser- en distintos lugares de la capital. A continuación se indican algunas de ellas, las que más a mano se encuentran, conscientes de que con más que probable seguridad alguna pueda quedarse en el rincón del olvido. Lo sentiríamos.

Si de sorianos hablamos, son contadas las que hay. Deben citarse el busto de Mariano Granados y Campos, obra del escultor soriano Ignacio López, instalado en la Alameda de Cervantes en 1935, que tras desaparecer durante la Guerra Civil fue repuesto con posterioridad, con el texto original: “Soria a su Ilustre Hijo Mariano Granados Campos MCMXXXV”. Asimismo, el monumento a Francisco García Muñoz y Jesús Hernández de la Iglesia, también en la Dehesa, junto a la antigua Cafetería Alameda, promovido por la Asociación de Jurados de Cuadrilla e inaugurado el 6 de mayo de 1989, en cuya placa puede leerse: “El Común de Vecinos de Soria a los autores de las Canciones Sanjuaneras. Mayo 1989”. O el busto del matador de toros soriano José Luis Palomar junto a las taquillas del coso (donde estuvo la báscula) con motivo de los cuarenta años de alternativa, oficializado el 7 de octubre de 2018. Y aquí se acaba la historia porque las demás –que tampoco es que proliferen- se refieren a visitantes ilustres, a poetas para ser más precisos, que en un momento determinado anduvieron por aquí.

En efecto, en la plaza del Vergel, en la fachada norte del Instituto Antonio Machado, hay un doble recuerdo del poeta: la cabeza obra del escultor Pablo Serrano, colocada el 19 de noviembre de 1982, y pegada a ella la estatua sedente del autor de Campos de Castilla que se puso el 31 de julio de 2010, el mismo día que la de su esposa Leonor Izquierdo delante de la iglesia de La Mayor, donde se casaron. Hay otro recuerdo en la avenida Duques de Soria (originariamente de la Victoria), recordando la llegada de Antonio Machado a Soria a la antigua estación de tren Soria-San Francisco. Es la conocida como escultura del Viejo Caminante, obra del artista soriano Agustín Ruiz, que estuvo desde 2007 en la plaza de Mariano Granados, hasta su peatonalización. Un tercer testimonio hay en el paraje de los Cuatro Vientos, en el Mirón, mirando al Duero, desde que el 30 de julio de 2007 se descubrió una escultura con el perfil del poeta Antonio Machado y su esposa Leonor Izquierdo obra de J. M. Llorente y Héctor Herrero. Y finalmente una cuarta escultura, sedente, de Antonio Machado colocada en el mes de julio de 2019 frente al Parador de Turismo

Gerardo Diego también es recordado mediante la efigie del poeta instalada en los soportales del Collado, en la puerta del Casino de la Amistad, el 26 de abril de 2011, coincidiendo con el comienzo de la Feria del Libro; su autor, el escultor soriano Ricardo González.

Y aquí se acaban los recuerdos de los que hemos en llamar “Nuestros vecinos de otro tiempo”. Dicho lo cual, se echan en falta otros muchos nombres, que están en la memoria de los sorianos, o al menos de una mayoría significativa. El listado resultaría largo y el riesgo de omitir alguno elevado. De modo que aquí lo dejamos para que cada cual añada los que estime, que, repetimos, hay para dar y tomar. ¡Una verdadera pena!

EL PALACIO DE ALCÁNTARA

El Palacio de Alcántara en una imagen reciente (Joaquín Alcalde)

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El alcalde de la ciudad, el socialista Carlos Martínez Mínguez, nos sorprendía unos días antes de las fiestas de Navidad con el anuncio de que el Ayuntamiento estaba en conversaciones con los propietarios del Palacio de Alcántara, sito en la calle Caballeros con fachada a la plaza del Olivo, para adquirir el inmueble. Fue a propósito de la firma del convenio con Fundos (la Fundación de Unicaja Banco, la antigua Caja Duero) para gestionar el Centro Cultural Gaya Nuño, en la plaza de San Esteban, que se encuentra cerrado como consecuencia, sin duda, de los sucesivos avatares sufridos por la que fue entrañable y querida entidad de ahorro soriana. Hasta ahora, que uno recuerde, y va cumpliendo años, jamás había oído hablar, ni remotamente, de semejante iniciativa, que seamos sinceros no deja de resultar novedosa.

La verdad es que el alcalde tampoco fue más explícito. De tal manera que para argumentar la iniciativa no dio la menor pista, limitándose a decir que en el entorno además del edificio del mencionado Centro Cultural Gaya Nuño se encuentra también el del Banco de España –lo que el más ignorante da por sabido-, al que hasta el momento y después de muchos años de estar mareando la perdiz sigue sin saberse qué hacer con él. Pero ni de lejos habló del posible uso que hubiera pensado dar al Palacio de Alcántara, si es que tiene algún destino claro o piensa convertirlo en uno más de los muchos chiringuitos que han sido rehabilitados en los últimos tiempos y tienen escasa o nula utilización y sufren un deterioro imparable, como por ejemplo el lavadero de lanas. Vamos, que no dijo nada.

De todos modos nuestra pretensión lejos de especular acerca del posible destino del edificio, si es que la operación anunciada llega a feliz término, se limita a hacer un muy breve recordatorio de lo que en el pasado reciente fue uno de los inmuebles más representativos del centro de la ciudad, destinado fundamentalmente en la etapa moderna a viviendas particulares, algunas de conocidas familias de la ciudad. No faltó una fonda, en la que llegaron a alojarse futbolistas del recién refundado Club Deportivo Numancia mediada la década de los cuarenta, y en los locales situados en la planta baja estuvo funcionando mucho tiempo la Imprenta de la Casa de Observación de Menores, donde estaban la redacción y los talleres del periódico Campo Soriano; el mítico bar España, cuyo letrero aún puede verse en lo más alto de la puerta de entrada al local, eso sí, según un diseño moderno que nada tiene que ver con el original, del que en las tardes de los domingo de invierno los aficionados acudían él para conocer los resultados de fútbol; y en el ala derecha, según se mira al edificio, el concesionario de venta de maquinaria agrícola Jorge Moya, el mismo local que años más tarde fue almacén y venta al por mayor de la emblemática Droguería Patria –es bien recordado el aparatoso incendio que se produjo en él la tarde del 21 de septiembre de 1970, cuando el verano estaba dando los últimos coletazos- y con bastante posterioridad, y en ese mismo espacio, las dependencias de la Gerencia Provincial de la Agencia de Desarrollo Económico, una de las tantas oficinas que la Junta de Castilla y León tenía dispersas entonces por la ciudad.

En la actualidad el edificio está sin uso, y cerrado a cal y canto; esa es al menos la impresión que transmite contemplado desde el exterior, con el portalón de acceso asimismo cerrado.