NUESTROS VECINOS DE OTRO TIEMPO (I)

Placa en recuerdo del filósofo Antonio Pérez de la Mata en la casa núm. 5 de la calle Real (Joaquín Alcalde)

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De las calles y sus nombres solemos ocuparnos de vez en cuando, porque el callejero es un verdadero galimatías, difícil –aunque no imposible- de desentrañar sobre todo cuando desde el Consistorio, que debiera ser el primer interesado de clarificarlo, no se ve un propósito decidido de afrontar la tarea, que por cierto no es de ahora sino que se viene arrastrando desde hace tiempo, diríamos que décadas.

Esta vez nos vamos a detener en el recuerdo que tiene la ciudad con sus vecinos y visitantes más ilustres y no para hablar de si sus nombres aparecen o no en el callejero –que de todo hay- sino para hacer un recorrido por el recuerdo que pudiera tenerse de ellos. Es decir, si en el lugar en que vivieron o en parajes que frecuentaron o tuvieron relación con ellos ha quedado alguna referencia de su particular vinculación a través de alguna placa, lápida o lo que sea, un recuerdo, vamos

Esta idea que acaba de esbozarse se cumple en algunos casos -bastantes menos de los que sería de desear- pero en la mayoría no precisamente por iniciativa municipal que se sepa y sería lo más propio, al menos que uno esté equivocado, y sí por otras entidades, instituciones y asociaciones que han tenido la sensibilidad de la que tradicionalmente han venido careciendo los sucesivos gobiernos municipales: los de antes y los de ahora.

De modo que aun a riesgo de incurrir en omisiones, constancia fehaciente de que haya sido a iniciativa del municipio cabe citar la placa dedicada a Pascual Pérez Rioja en la casa de la calle Aguirre, junto a la plaza del Rosel y la tienda de Los Tres Arcos, en la que vivió los últimos años de su vida el ilustre soriano, “cuyo a mor a Soria y ferviente deseo de verla próspera y grande fueron el ideal constante de su vida”, placa que fue colocada en 1925. Y en todo caso la que permanece en la plaza de Herradores, a la altura de la planta 2ª del entonces número 15, hoy sede de la entidad bancaria BBVA, en a que puede leerse: “A la memoria de Gustavo y Valeriano Bécquer consagra este recuerdo la ciudad de Soria en el solar donde moraron” que se salvó del pavoroso incendio de la mañana del día 25 de julio de 1922 en la ferretería de Claudio Alcalde, que conmovió a la población. Pues de la que se conserva en la fachada del inmueble número 5 de la calle Real, dedicada al ”filósofo insigne” Antonio Pérez de la Mata, se sabe que fue colocada en 1910 a iniciativa del polifacético Manuel Hilario Ayuso, cuando se le tributó un recuerdo póstumo.

En los demás y contados casos ha sido por iniciativas ajenas al municipio. De tal manera que la de la calle Estudios número 7 “en recuerdo de Leonor Izquierdo y Antonio Machado en el lugar que compartieron en la ciudad de Soria” se debe a la Diputación Provincial. La de José Tudela, en la casa de la calle Caballeros número 21, en que vivió, fue promovida “a la memoria del Ilustre Americanista” por la Universidad Alfonso VIII, o lo que es lo mismo, igualmente por la Diputación Provincial.

Pero en el marco de lo testimonial no estará de más, sin embargo, hacer referencia a la lápida de la fachada principal de la Casa Consistorial dedicada por “el Ayuntamiento de Soria a Miguel de Cervantes en el Tercer Centenario de la publicación del Quijote. 7 de mayo de 1905”. A la que puede verse en la parte superior de la puerta de entrada al convento de los Padres Franciscanos dejando constancia de que el Cardenal Roncalli Patriarca de Venecia S. S. El Papa Juan XXIII visitó esta ciudad el 27 de julio de 1954. Año Jubilar Compostelano”. A la que existe en la fachada del Convento de las Carmelitas Descalzas, en la plaza de Fuente Cabrejas, “fundado personalmente por Santa Teresa de Jesús el día 2 de junio de 1581 (Recuerdo del IV Centenario de la Reforma Teresiana. Colocado con motivo de la visita a Soria del Brazo de la Santa [el] 8-V-1963)”. El mosaico en el portal de la casa de los Marichalar, en la Aduana Vieja recordando que en ella pernoctó el Rey Alfonso XIII el 17 de septiembre de 1919, cuando vino a inaugurar el Museo Numantino. El recuerdo a Tirso de Molina en el convento de La Merced, donde vivió. Y, en fin, sendas placas una en lo estrecho del Collado, en la casa de la no hace mucho cerrada Ferretería La Llave, en recuerdo de Julián Marías, donde se alojaba con su familia durante sus estancias veraniegas en Soria; y otra también en el Collado, pero frente a la plaza de San Esteban, junto a la farmacia Carrascosa, donde estuvo la pensión de “Las Isidras”, o lo que es lo mismo, la primera residencia en Soria de Gerardo Diego.

 

OCURRIÓ HACE SESENTA AÑOS (y IV)

El toro escapado de la Saca del año 1960 en la plaza de Herradores

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Sea como fuere, el caso es que aquel mismo año (1960) estuvo jalonado también por la inauguración, coincidiendo con la celebración del Día del Ahorro -la última fecha del mes de octubre-, de las que se consideraron nuevas instalaciones de la Caja General de Ahorros y Préstamos de la Provincia de Soria («la Caja» de siempre) aunque en realidad se trataba más bien de la remodelación, cierto que integral, del inmueble en que se hallaban ubicadas las dependencias centrales en la plaza de San Esteban que el paso del tiempo y la expansión de la Entidad habían dejado obsoletas. Se está hablando del edificio conocido hoy como Centro Cultural Gaya Nuño -tan de moda últimamente- una vez consumado el traslado de los servicios a la monstruosidad que se construyó en la plaza de Mariano Granados, desde hace años desocupado salvo el período que estuvo utilizando la mole la Junta de Castilla y León hasta tanto se resolvió el polémico entuerto con el Ayuntamiento y pudo levantarse el tan flamante como incomprendido inmueble en el solar de la Estación Vieja.

Y, cómo no, en pleno verano de 1960, es decir, después de casi veinte años del inicio de la construcción del Sanatorio Antituberculoso -el Sanatorio, por cierto, una gran actuación en los albores de la posguerra-, en las proximidades de la ermita del Mirón, se anunciaba, casi de tapadillo, la reconversión del mismo en Hospital General luego de haber sufrido el proyecto primitivo un sinfín de vicisitudes en torno a las cuales siempre merodeó el secretismo más absoluto sin que llegaran a desvelarse los verdaderos argumentos a partir de los cuales se decidió el cambio de uso.

El resumen abreviado de aquel año 1960, bisiesto para más señas, con que arrancaba la década, podría completarse con un par de notas en lo deportivo: la presencia del tirador soriano José Luis Calvo Álvarez -uno de nuestros grandes- en la Olimpiada de Roma y el campeonato de España logrado por el equipo de voleibol de la Sección Femenina. Y en lo meramente festivo, el protagonismo fue para el toro escapado el día de la Saca que se presentó en la plaza de Herradores en medio del pánico generalizado.

 

OCURRIÓ HACE SESENTA AÑOS (III)

La iglesia de San Juan de Rabanera con la Casa Diocesana al fondo.

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La vida de Soria, de aquella pequeña ciudad que hace sesenta años trataba de desperezarse del letargo en que había estado inmersa durante varias décadas, no se agotaba con el relevo que a finales del mes de marzo de 1960 se producía al frente del Gobierno Civil ni con la bendición de la Casa Diocesana, por más que fueran, sin duda, las noticias más celebradas porque, efectivamente, así fue y así sucedía en la época. También hubo comicios municipales, en realidad un mero trámite derivado de las peculiaridades exigidas por la norma legal de la época para poder presentarse pero especialmente por el control y el dirigismo que se ejercía sobre este tipo de convocatorias y, en particular, acerca de los candidatos, todos ellos oficialistas, podría decirse hoy, que accedían a través de los cauces de representación habituales que no eran otros sino los consabidos tercios: cabezas de familia, sindical y entidades y corporaciones. Arsenio Sanz de Velasco y Pablo Jiménez Fernández fueron los más votados del primer grupo; José María Montejo y Saturio Carnicero por el segundo y Eusebio Brieva Bartolomé y Francisco Iglesias Calzas a través del último. El nombramiento de alcalde iba por otro lado sin que tuviera nada que ver con el procedimiento utilizado para los concejales que no siempre coincidía con las elecciones para renovar el ayuntamiento.

Sin embargo, qué duda cabe que también se produjeron algunos otros acontecimientos, puede que de bastante menor impacto, y que, por consiguiente, no merecieron la consideración de ser tratados con grandes titulares, aunque a cambio ayudaran a incorporar algunos de los elementos de modernización que estaba reclamando la sociedad soriana. El establecimiento de las innovadoras normas de circulación, acompañadas de alguna otra tendente a modernizar el Cuerpo de la Policía Municipal y actualizar y completar la formación de los agentes, que en la práctica no constituyeron sino el primer paso para la peatonalización del centro urbano, como veíamos no hace mucho y no es necesario incidir, fue una de las actuaciones vanguardistas y de indudable repercusión práctica entre los sorianos por lo que suponían el cambio de la noche a la mañana de una serie de hábitos consolidados sin posibilidad de marcha atrás.

OCURRIÓ HACE SESENTA AÑOS (II)

El emblemático Cine Rex, una de las referencias de la época (Eugenio Lafuente)

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Seguimos con lo que dio de sí el 1960. Aquel año también fue inaugurada la estación de servicio conocida como CICA (Ciriaco Caballero) en la confluencia de la avenida de Valladolid con la carretera de Madrid, en las traseras de las Casas de los Camineros, frente a la Estación de Autobuses, o lo que es lo mismo, en la actual Plaza de la Constitución, y comenzó a funcionar una nueva sala de cine, la Rex, que se venía a sumar a la ya importante oferta existente, complementada con un servicio de lujo anejo, la cafetería del mismo nombre, una auténtica novedad en su momento.

Además, se enriquecía el panorama informativo local con la aparición del hasta entonces semanario Hogar y Pueblo (el actual Heraldo-Diario de Soria) tres días a la semana –miércoles, viernes y domingos- compartiendo a partir de ese momento protagonismo en los kioscos con el oficialista Campo Soriano, que salía los martes, jueves y sábados. Y, sin pretender ser exhaustivos, Radio Juventud de Soria –la mítica Radio Soria de la Cadena Azul del Frente de Juventudes-, trasladaba sus equipos técnicos desde la planta ático del Palacio de los Condes de Gómara al edificio -hoy en desuso, donde por cierto se sigue conservando el equipo emisor- construido en el alto del Castillo donde instalaba una antena de 47 metros de altura que le permitía ampliar la cobertura y mejorar la calidad de las emisiones.

 

DEL SURTIDOR DE GASOLINA AL AUTOSERVICIO

La recientemente cerrada gasolinera, conocida como de Gonzalo Ruiz, de la calle Fueros, en obras (Archivo Histórico Provincial)

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No hace mucho, a punto de finalizar el mes de diciembre de 2019, ha cerrado la gasolinera de la calle Fueros, comercialmente de Los Linajes, y conocida por los sorianos más viejos como de Gonzalo Ruiz, su promotor, como veremos más adelante.

En el casco urbano había instalados entonces tres de aquellos viejos aparatos suministradores de gasolina, los únicos: uno frente al Hotel Comercio, en la actual plaza de los Jurados de Cuadrilla que dicho sea de paso entonces no tenía nombre, luego de que se produjera el traslado forzoso desde la aledaña de Mariano Granados del que resultó ser el primer surtidor de gasolina con que contó la ciudad a raíz de la construcción en los primeros años treinta de la conocida popularmente como plaza del Chupete según el proyecto del arquitecto municipal Ramón Martiarena. Surtidor, por cierto, que permaneció en su nueva ubicación hasta mediada la década de los cincuenta. Otro de estos artilugios –técnicamente postes, cuyo titular era Ciriaco Caballero- estuvo instalado en la calle Tejera a la altura del cruce de esta con la del Campo, cuando el entorno estaba todavía sin urbanizar, pues al tratarse de una carretera general, que se decía entonces, era lugar de paso obligado del tráfico foráneo que tenía que cruzar la ciudad cualquiera que fuera su destino. Y hubo un tercero en los talleres y cocheras de Gonzalo Ruiz, al final de la calle Sorovega, junto a la plaza Mayor, también de atención al público exceptuado el periodo de la Guerra Civil durante el cual únicamente se dispensó carburante a los coches oficiales y a los de las empresas autorizadas. Aunque con anterioridad, funcionó otro en la confluencia de la calle Santo Tomé con la carretera de Logroño, frente a los antiguos Talleres Santamaría.

En todo caso, los nuevos tiempos trajeron la modernidad a esta actividad, de tal manera que todavía en el año 1947, el pleno del Ayuntamiento de la ciudad del 14 de agosto presidido por el primer teniente de alcalde, el farmacéutico Jesús Martínez Borque, conocía un escrito del industrial de esta plaza Gonzalo Ruiz Pedroviejo manifestando que había sido autorizada por la Compañía del Monopolio de Petróleos (CAMPSA) y por lo tanto solicitaba la construcción, dicho textualmente, de un edificio en los montes cercanos a la calle de las Cortes de Soria, próximos a la estación de tren Soria-San Francisco, la del Torralba, como era llamada en la época, en los que terminaría levantándose la gasolinera conocida comercialmente como de Los Linajes, la primera y más antigua de cuantas seguían funcionando en la actualidad, en una encrucijada muy cerca del centro urbano situados en el momento. Decimos bien, seguía funcionando, pues acaba de cerrar –no ha trascendido si de manera temporal o definitivamente- por más que el cese en la actividad fuera un secreto a voces hace ya unos meses.

Más tarde, en 1960, se inauguraba la llamada originariamente estación de servicio CICA en razón del nombre de su dueño, el citado con anterioridad Ciriaco Caballero, que no fue sino la emplazada en la avenida de Valladolid, en la carretera de circunvalación, frente a los Cocherones de Obras Públicas (donde se ubicó casi treinta años después la Estación de Autobuses), un nudo clave en el que confluían las carreteras que nacionales que atravesaban la ciudad.

Dos años largos después, en el mes de noviembre de 1962, comenzaría a funcionar la de San Andrés, en el tramo intermedio de la recién nombrada carretera de circunvalación. Y más tarde la del Caballo Blanco en otro enclave estratégico a las afueras de la ciudad. Pero esta es otra historia.

OCURRIÓ HACE SESENTA AÑOS (I)

El Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento, Luis López Pando, presidiendo un acto del Partido Único (Archivo Histórico Provincial)

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Hasta no hace tanto, una de las secciones fijas de los periódicos al finalizar cada ejercicio era el tradicional resumen anual que no solía faltar en el número correspondiente al último día del mes de diciembre y, en su defecto, en el primero que salía en enero. Se trataba, por lo general, al menos en los periódicos de provincias –como pudiera ser el caso de Soria- de una crónica atropellada y sin demasiados detalles que con el paso del tiempo necesita ser convenientemente interpretada, pues de otro modo el estudioso, investigador o simplemente curioso malamente podrá llegar a algo más allá de la literalidad del texto que esté consultando. No se trata –faltaría más- de hacer ningún tipo de crítica, y mucho menos conociendo cómo era la sociedad de antaño, el trabajo en los medios y la importancia que sus responsables concedían a la información, por lo general, mediatizada. Antes bien, se pretende por el contrario, contextualizar a vuela pluma un hábito de nuestra historia reciente con la única finalidad de ayudar a entender mejor lo que se va contar a continuación.

De modo que si se echa la vista atrás sesenta años, y nos situamos en 1960 –bisiesto, por cierto, como el que acabamos de iniciar-, los sorianos nos encontraremos con que el relevo en el Gobierno Civil de la provincia fue una de las noticias de mayor relieve no tanto porque se produjera el cese después de ocho años de “regir los destinos de la provincia” –en el argot del oficialismo imperante- del Coronel del Ejército Luis López Pando, o sea, el célebre poncio al que en el momento de cesar la Diputación Provincial le concedió la medalla de oro de la provincia, especialmente recordado por el denodado empeño de intentar, sin que felizmente llegara a conseguirlo, reconducir las fiestas de San Juan, y le sustituyera otro militar, el asimismo Coronel de Infantería Eduardo Cañizares que nada más llegar también estuvo en candelero por culpa de un acto meramente social, de índole estrictamente familiar, y las malas artes practicadas por el turiferario de turno.

Pues bien, estos dos gerifaltes –el que se iba y el que llegaba- de la política provincial compartieron protagonismo con el Nuncio de Su Santidad, el cardenal Hildebrando Antoniutti, que fue el encargado de bendecir el día de San Saturio de aquel año la Casa Diocesana de Obras Apostólicas y Sociales Pío XII –su denominación oficial-. Aunque bien es cierto que del mismo modo figuran en los anales de la historia contemporánea de la ciudad algunas otras cuestiones menores como el cierre, después de haber permanecido abierto al público varias décadas, del típico, entrañable y soriano café-bar Imperial, en la céntrica Plaza de Herradores, íntimamente relacionado con el mundo de los toros, pues en él se gestó, nació y durante unos años tuvo su sede la Peña Taurina Soriana, y la apertura, por las mismas fechas, del bar Madrid, en la calle de Manuel Vicente Tutor, uno de los primeros, si no el primero de todos, en establecerse en la zona conocida como Tubo Ancho para no confundirla con la otra, la del Tubo, sin apellido.

EL COLEGIO DE LAS ESCOLAPIAS

Chalé de la calle Loperráez, en el Alto de la Dehesa, primera sede de las Escolapias en Soria (Archivo Histórico Provincial)

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Habían pasado las fiestas de San Saturio de 1949 cuando se conocía la noticia de la llegada a Soria de la Reverenda Madre de las Escolapias, sor Pilar Solsona, acompañada de otra religiosa de la Orden para fundar un colegio en la ciudad dedicado a la primera enseñanza. Otras fuentes sitúan el nacimiento del oficialmente llamado colegio de Santa Teresa de Jesús un año antes, en 1948. En todo caso el proyecto debía estar lo suficientemente avanzado porque esta primera información que trascendió a la opinión pública soriana ya anunciaba el periodo de matrícula y el comienzo de las clases aquel mismo año -1949- en uno de los chalés de la calle Loperráez, en el Alto de la Dehesa, como así fue.

Pero el edificio se debió quedar pequeño o situados en la época acaso estuviera alejado del centro de la ciudad, pero el hecho cierto es que las Escolapias no tardaron en trasladarse a un lugar no tan retirado, frente a la iglesia de Santo Domingo, donde había estado el Gobierno Civil y más tarde un pequeño hotel de vida efímera, en tanto buscaban acomodo definitivo. Antes, todavía en 1950, el Colegio estuvo funcionando en la calle San Benito, enfrente de donde se encuentra en la actualidad, cuyo estreno, por cierto, tuvo que demorarse a consecuencia de las obras de acondicionamiento de las instalaciones. Pues, en efecto, bien entrado ya el mes de octubre del citado año 1950 se ponía en conocimiento de las familias de las alumnas que las clases comenzarían en noviembre.

Por fin, en el mes de septiembre de 1952, el pleno del ayuntamiento de Soria del día 3 conocía la petición de la Superiora de las Madres Escolapias solicitando la venta de un solar en el que construir el nuevo colegio. En aquella sesión, el alcalde Eusebio Fernández de Velasco dio cuenta de las conversaciones que había mantenido con la Madre General de las religiosas y del ofrecimiento de terrenos en la plaza existente delante del Campo de Deportes de San Andrés que muy bien podrían ser parte de los que ocupaba la llamada entonces cerrada [posteriormente huerta] de San Francisco.

Algunos meses después se supo que la Comunidad de las Madres Escolapias volvía a solicitar al consistorio la adquisición de un solar para la construcción de un edificio de cuatro plantas que iba a suponer de hecho el punto de partida del complejo y dilatado en el tiempo expediente administrativo previo a la construcción del edificio del paseo del Espolón, que comenzó a funcionar en el curso 1957-1958. La información de un periódico de la época cita la fecha del 13 de octubre de 1957 como la del comienzo de la andadura del nuevo colegio en la ubicación de la que ya no se ha movido.

 

LA FESTIVIDAD DE SANTA BÁRBARA

Interior de la ermita de Santa Bárbara momentos antes de la celebración festiva (Joaquín Alcalde)

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Hoy, miércoles, 4 de diciembre, se ha celebrado la festividad de Santa Bárbara con el ritual de costumbre. A los doce del mediodía ha habido se ha oficiado una misa en la ermita de esta advocación y concluida la ceremonia ha tenido lugar en el atrio la tradicional subasta de roscos de la santa. Como cada año, el pequeño y entrañable templo situado al final de las antiguas eras de Santa Bárbara, se vuelto a llenar en su mayoría por gentes del hoy populoso barrio, aunque tampoco han faltado agricultores -cada vez menos- de toda la vida y miembros y miembros de la cada vez más menguada Cofradía de Santa Bárbara, que es la encargada de seguir manteniendo viva la tradición. Ha vuelto a sonar la única campana que queda en la espadaña sin que haya sido volteada, sin duda por razones de seguridad.

Esta fecha del 4 de diciembre es uno de los dos días del año en que hay culto en la ermita, el otro es el domingo de la Santísima Trinidad (fiesta religiosa movible, no como esta de Santa Bárbara) con motivo de la Bendición de Campos, otra de las contadas tradiciones locales que quedan.

 

 

EL DOCUMENTO NACIONAL DE IDENTIDAD EN SORIA

El periódico Campo llevó  en primera página la información de la expedición en Soria del Documento Nacional de Identidad

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Por un Decreto de 2 de marzo de 1944 el gobierno del General Franco creaba el Documento Nacional de Identidad, el carné de identidad en la jerga de la época, y establecía el orden de expedición según los criterios que la misma disposición recogía. Se trataba de crear un documento que identificara a cada español de manera oficial y homologada en un contexto de posguerra en España y de guerra en Europa, coinciden los historiadores. Los medios nacionales han recordado estos días la efeméride.

No fue, sin embargo, hasta 1951 cuando se expidieron los primeros documentos. En Soria no fue una excepción. A tal efecto, unos días antes de que se expidiera el primero, el Gobernador Civil reunió en su despacho oficial a los responsables de la Prensa “a los que hizo importantes manifestaciones” acerca del Documento Nacional de Identidad, tanto de la obligatoriedad de tenerlo como la tramitación a seguir y el importe de la expedición, además de su características y de los turnos de solicitud, entre otros, según recogió el medio oficialista Campo (más tarde con el añadido de Soriano para solventar el problema de la marca), en realidad el único con que se contaba entonces en la capital puesto que todavía no había nacido Radio Soria –la emisora de la Cadena Azul del Frente de Juventudes- y el semanario católico Hogar y Pueblo aún no había llegado a la capital, salía en El Burgo de Osma y lo seguiría haciendo algunos años más.

Sea como fuere, el caso es que el jueves 19 de abril de 1951 comenzó a expedirse en Soria el Documento Nacional de Identidad en las oficinas instaladas al efecto en la planta baja de la Comisaría de Policía, o lo que es lo mismo en el edificio del Gobierno Civil, hoy Subdelegación del Gobierno, en la calle Medinaceli. Fue noticia de cabecera del periódico Campo, que para  lo que tenía entonces por costumbre no escatimó medios para que en la primera página del número correspondiente al martes 24 de abril aparecieran fotos del Gobernador Civil, Jesús Posada Cacho, y del Abad de la todavía Colegiata (luego Concatedral), Segundo Jimeno Recacha, recibiendo sus respectivos documentos de manos del Inspector Julián Negredo.

 

LOS COCHERONES

Los Cocherones de Obras Públicas delante de uno de los bloques de las casas de la Caja de Ahorros (Archivo Histórico Provincial)

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Al final de los años cuarenta del pasado siglo XX era una zona despoblada, alejada del centro urbano. La ciudad se acababa al final del paseo del Espolón y su configuración era muy diferente comparada con la que presenta hoy. Algunas décadas después el entorno seguía estando lejos y sin apenas edificaciones aunque bien es cierto que la Barriada de Yagüe era una realidad desde los primeros cincuenta que daba a la capital, aunque tímidamente, una nueva dimensión. Porque La Barriada, como una mayoría significativa la llama ahora prescindiendo del apellido de su promotor, fue el arranque de la expansión urbana de la Soria moderna que acababa de aprobar su primer Plan General de Urbanismo.

La iniciativa de construir las viviendas sociales de La Barriada en el paraje no fue la única emprendida porque por aquellos años también la Orden del Carmen Descalzo –los Carmelitas- adquirieron “unos terrenos en las afueras de Soria, en la Carretera de Valladolid” con la idea de gestionar una fundación y proyectar el Colegio de estudios filosóficos de la Orden; parcela en la que llegó a colocarse y bendecirse la primera piedra del edificio.

Del proyecto se desistió finalmente porque los solares estaban junto a los Talleres y Parque de Maquinaria de la Jefatura de Obras Públicas (conocidos por Los Cocherones), siendo este el motivo por el que según dijeron investigadores autorizados “se fue desinflando la fundación, ya que ocasionaría ruidos e inconvenientes”. Años más tarde, al comienzo de los sesenta, adquirió los terrenos la Caja de Ahorros -la de toda la vida- para levantar en ellos los bloques de viviendas conocidos por el nombre de la querida y entrañable entidad soriana, de la que queda poco más que el recuerdo, es decir las Casas de la Caja de Ahorros, otra de las señas de identidad del urbanismo de la época. Por aquel entonces también se acometió en la zona la construcción de las Casas de Camineros, tan de actualidad cíclicamente, desde hace unos cuantos años, para lo que fue preciso demoler el relativamente moderno fielato de consumos anteriormente instalado al final del paseo del Espolón, en la confluencia de la calle Mosquera de Barnuevo con la carretera (no tenía todavía la consideración de avenida) de Valladolid. La novedosa actuación supuso un avance más en la nueva configuración urbana porque no mucho después se construía y comenzaba a funcionar el Hotel Caballero –un establecimiento de lujo en la Soria de comienzos de los setenta- a cuya vera hacía ya una década bien cumplida que había entrado en servicio la gasolinera colindante. Todo ello se producía coincidiendo en el tiempo con las primeras gestiones en torno a lo que resultó ser el Polígono Industrial de las Casas y a la largamente esperada y deseada Estación de Autobuses, que después de más de cincuenta años iba a ser, por fin, una realidad. Fue con su construcción cuando desaparecieron los Cocherones de Obras Públicas al levantarse la terminal en el solar que ocupaban estos, aunque es cierto que hacía ya tiempo que apenas registraban actividad, sobre todo a raíz de la edificación del nuevo Parque de Maquinaria en la calle Eduardo Saavedra, en plena Carretera de Circunvalación, en la terminología de la época. Hablar en Soria de los Cocherones es referirse, en fin, a una instalación destartalada y, en los últimos años de vida, escasamente funcional aunque no por ello menos singular y de referencia. Con la demolición de los Cocherones se perdió una de las tantas señas de identidad de la Soria de antaño que se han ido quedado por el camino.