… LA NOCHEBUENA SE VA

Belén gigante instalado en la fachada de la Diputación Provincial tomada el 5 de enero de 1963 (Julián de la Llana)

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La última noche del año, la de San Silvestre, es posiblemente la que más se ha visto afectada por los nuevos hábitos adquiridos por la sociedad. En los años cuarenta y cincuenta la Nochevieja ya se celebraba en la calle pero no de manera tan multitudinaria como ahora, aunque la costumbre de tomar las uvas en la Plaza Mayor nunca estuvo arraigada en la sociedad soriana. El hábito era, como en Nochebuena, cenar en familia, y luego a la misa de gallo los menos- o al baile en cualquiera de los casinos, a los que en alguna ocasión hubo que añadir el propio del Club Deportivo Numancia, que también tuvo el suyo, y el que programaba la empresa del Teatro Cine Avenida para despedir el año. El día de Año Nuevo era uno más de fiesta, sin ninguna celebración especial, a no ser que hubiera partido del Numancia en el viejo San Andrés. Se comía también en casa. Pero vamos, las navidades excepto para los más pequeños podían darse por concluidas, a falta del baile de la noche de Reyes.

De modo que la cabalgata de Reyes era el único acto popular propiamente dicho. Pero no todos los años había. La organización y su desarrollo respondían básicamente a criterios muy semejantes sino idénticos a los de hoy. La montaba el Frente de Juventudes y eran sus jefecillos y afiliados los que encarnaban las figuras de los Magos, aunque la realidad era tozuda y hasta los más niños terminaban sabiendo aquella misma tarde quiénes eran los que encarnaban  a los Reyes y, por supuesto, toda su corte.

El desfile de la cabalgata arrancaba en los Cocherones de Obras Públicas, aquella vieja y cochambrosa edificación que había en el solar en que se encuentra la Estación de Autobuses, en el punto más alejado del centro urbano, lugar ciertamente aparente por lo espacioso para esta finalidad, que por unas horas se convertía en residencia “Real”.

Desde allí, enfilaba la avenida de Valladolid abajo hasta la plaza de Mariano Granados, continuaba por Marqués del Vadillo y el Collado para llegar al Palacio de la Diputación Provincial donde Sus Majestades recibían a los niños de Soria, en tiempos en que la casa consistorial no reunía condiciones. En todo caso, la verdadera recepción tenía lugar la mañana del día de Reyes, en la que cada crío que recibían los Magos salía de allí más contento que unas pascuas con el juguete que le entregaban personalmente los enviados reales, pues solía darse el caso, desgraciadamente frecuente, de que por su casa hubieran pasado de largo. Aunque para asistir a la recepción y tener derecho al juguete había que proveerse previamente del vale o tarjeta que se facilitaba gratuitamente en las oficinas de la Falange o de algún otro organismo del Movimiento, acaso Auxilio Social, que estaban casi al final de la calle Numancia, en la parte más alta junto a la plazuela de La Blanca, que es lo que había que presentar para recibir el obsequio. En años de penurias y escasez, las colas que se formaban para retirar el regalo –se repartían más de dos mil, “regalados por el Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento”, según el oficialismo de la época- eran enormes, llegando a alcanzar varios centenares de metros. De ahí, que la recepción llegara a celebrarse en alguna ocasión en el desaparecido cine Ideal y la mayoría de las veces en el hogar del Frente de Juventudes de la planta baja del Palacio de los Condes de Gómara, que resultaba más idóneo para evitar que la aglomeración que se producía cada seis de enero no tuviera mayores consecuencias y pudiera derivar en un caos.

La cabalgata, en fin, por qué ocultarlo, no estaba nada mal, o al menos esa es la impresión que quedó, al contrario satisfacía con creces la ilusión de chicos y por qué no también de los grandes en tiempos en que no podía verse por televisión porque no había, y los aparatos de radio escaseaban.

Y aunque quizá pueda resultar paradójico, en tiempos en que todavía funcionaba el ferrocarril, los Reyes pocas veces llegaron a Soria en tren. Y cuando así ocurrió, ya en la recta que condujo a su desaparición, fue cubriendo el trayecto entre la Venta de Valcorba, en las proximidades del matadero municipal a la salida hacia Zaragoza, y la estación del Cañuelo. La costumbre más reciente era hacerlo a caballo, que no dejaba de ser un lujo. Algo, por otra parte, relativamente de lo más natural cuando coincidió con la época en que hubo guarnición aquí.

OCURRIÓ EN SORIA HACE SESENTA AÑOS

 

Fachada principal de la desaparecida estación de tren Soria-San Francisco (Archivo Histórico Provincial)

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El año está dando las últimas bocanadas. Fecha que antaño, y ahora, se suelen aprovechar para hacer balance, sobre todo los medios de comunicación que tienen por costumbre pasar la secuencia resumida de lo acontecido en los últimos doce meses.

Nosotros, aquí, en este sitio de temas sorianos, también nos instalamos cada año por estas fechas en la rutina de sumarnos a la compulsión de hacer recuento aunque lógicamente referido no a lo actual sino a etapas pretéritas, que son  de las que nos ocupamos.

De modo que situados por ejemplo en 1964, o lo que es lo mismo echamos la vista sesenta años atrás, podrá encontrarse uno con que en los últimos días del mes de enero tomaba posesión como alcalde de la ciudad el abogado Amador Almajano, iniciándose de este modo una nueva etapa en el consistorio capitalino que, como gran reto, tenía por delante dar un paso más en la supresión de la estación del ferrocarril Soria-San Francisco, la Estación Vieja, materializado en la adjudicación de los trabajos para su demolición. A finales de aquel verano se inauguraba el pantano de Los Rábanos que trajo como consecuencia el anegamiento de las huertas de La Rumba y de un buen tramo de las riberas del Duero a su paso por la ciudad, en la práctica desde la presa del Perejinal hasta donde se le junta el río Golmayo, desapareciendo por tanto algunas de las tradicionales zonas de baño y espacios de ocio de los sorianos durante el verano.

Aquel año arrancaban las obras de construcción del Parador de Turismo en el parque del Castillo y se habló al cabo de varias décadas de la reconversión en Hospital General del que se pensó fuera Sanatorio Antituberculoso, que así comenzó a construirse en la primera mitad de los cuarenta, en las proximidades de la ermita del Mirón.

Después de una larguísima gestación comenzaba a funcionar el lavadero de lanas en la calle Francisco de Ágreda en el moderno y emergente barrio del alto de San Francisco, entre la Escuela de Formación Profesional y la recién inaugurada Escuela de Magisterio.

En el estricto ámbito de la actividad municipal, uno de los asuntos que estuvo en candelero y centró durante algún tiempo la atención de los ciudadanos fue la propuesta –una más- del Ayuntamiento de trasladar los actos profanos de las fiestas de San Saturio al mes de agosto, de la que nos hemos ocupado en este blog. No obstante, la actuación estrella fue, sin duda, la nueva ordenación del tráfico de la ciudad, un proyecto progresista que había dejado listo el anterior inquilino de la alcaldía, Alberto Heras Hercilla.

Por lo demás, 1964 fue el año en que se fundó la SAAS (Sociedad de Artistas Actuales Sorianos), aquel movimiento cultural irrepetible que se sigue recordando al cabo de sesenta años. Se puso en funcionamiento la Escuela de Enfermeras con sede en el viejo Hospital Provincial de la calle de Nicolás Rabal, y en la faceta política tuvo una enorme repercusión la multitudinaria concentración de excombatientes con motivo de los XXV Años de Paz y el aderezo de un conjunto de actividades preparatorias desarrolladas para caldear el ambiente que llenaron el calendario de los sorianos las semanas anteriores a las fiestas de San Juan.

Pero, por encima de todo, la gran noticia del año fue el arranque del rodaje de la película Doctor Zhivago, solapado con otro film de notable éxito en la época como sin duda lo fue “Campanadas a Medianoche”, algunas de cuyas escenas fueron tomadas frente a la iglesia de Santo Domingo. Y si del celuloide se trata resulta obligado hacer referencia al estreno en el cine Roma de la película “Franco, ese hombre”, una de las referencias del año en el que la Cámara de Comercio e Industria de la Provincia nombró presidente de honor de la misma al embajador en España de los Estados Unidos de América Robert Forbes Woodward, al que se le entregó el nombramiento en el Salón Blanco de la Diputación Provincial el Miércoles del Pregón en una recepción semiprivada no exenta de glamour que se hubiera dicho hoy.

EL DÍA DE LOS INOCENTES

 

El Parador de Turismo antes de la última remodelación (Archivo Histórico Provincial)

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Antaño, el día de los Santos Inocentes -28 de diciembre- se producía un paréntesis, pudiera decirse menor, en las celebraciones navideñas. Una fecha señalada en el calendario en la que en la calle abundaban las inocentadas. No así en los medios de comunicación, cuyo eco era desigual

En la ciudad solo se publicaba un periódico, “Campo”, a secas, todavía sin el añadido posterior de “Soriano”, y lo hacía únicamente tres días en semana; y claro, ocurría a veces que el veintiocho de diciembre no era día de periódico, con lo que la cosa se complicaba, y es más, hacía tiempo que había decidido, y lo dijo de manera categórica, no llevar inocentada alguna en sus páginas en el supuesto de que su salida a la calle coincidiera con el 28 de diciembre, al tiempo que aportaba su punto de moralina abogando por la desaparición de la vieja y festiva costumbre.

Por el contrario, si era el Soria-Hogar y Pueblo –también trisemanal- el que estaba en los kioscos el día de los Inocentes, el recuerdo de la jornada, con inocentada incluida, no solía faltar aunque ciertamente se está hablando de una etapa más moderna. Fue el tercer medio informativo con que contaba la ciudad, la emisora Radio Soria, de la Cadena del Movimiento, que emitía desde sus estudios en la Torre de los Ríos (Palacio de los Condes de Gómara), cumplía otros fines y no acostumbraba a salirse del guion.

En definitiva, puede decirse que las inocentadas no figuraban en el manual de las fiestas navideñas quedando limitadas, en el mejor de los casos, al ámbito de la gente de la calle. Es más, algunos sectores ciudadanos se felicitaban por la desaparición de la costumbre siguiendo la línea de los medios informativos.

De todos modos, algún 28 de diciembre no faltó quien espoleado por la información que publicaba el periódico que fuera acudió al edificio del Banco de España a saludar a un deportista famoso del momento, cuya visita a la ciudad se había anunciado, como ocurrió con el boxeador Paulino Uzcudun; o bajara al Soto Playa para tener información de primera mano, sin necesidad de preguntar, de cómo había quedado el puente de hierro del que en cierta ocasión se dijo que le había fallado uno de los estribos, si es que no otro veintiocho de diciembre hubiera quien salió corriendo despavorido hacia la Dehesa para asegurarse de si, como se había anunciado, un fuerte ventarrón había derribado el árbol de la música. O, en fin, que la actriz Sofía Loren, en plenitud de su fama, revelara que quería tener un hijo soriano y había decidido pasar unos días de descanso en la ciudad –en el Parador de Turismo, al que llegó la víspera de los Inocentes-, de la que quedó prendada cuando se rodó la película ”El Cid”, como anunció Soria-Hogar y Pueblo, que para mayor veracidad de la información llegó a simular una entrevista con la en aquel momento estrella mundial del celuloide.

En otra ocasión se dijo a los cuatro vientos que un conocido personaje de la farándula pararía a su paso por Soria y firmaría autógrafos en el bar aledaño a la gasolinera del San Andrés, entonces fuera del casco urbano de la ciudad, pero lugar de encuentro obligado de quienes no tenían más remedio que cruzarlo si hacían el viaje por carretera, en la dirección que fuera, lo que provocó un continuo peregrinaje desde el centro hasta el anunciado punto de encuentro por más que no faltó quien ya se había encargado de divulgar que se trataba de la inocentada del día.

Y en tono reivindicativo otro veintiocho de diciembre más el periódico Soria-Hogar y Pueblo anunció como noticia del día que las obras para la ampliación del cementerio habían quedado suspendidas, lo que no era cierto, pero que le sirvió para lanzar un duro ataque contra el ayuntamiento de la ciudad para que paralizara el proyecto, lo que evidentemente no hizo. Por no hablar de otras quizá menos impactantes, o que afectaran a un ámbito más reducido, que no por ello dejaban de constituir un elemento de curiosidad, y por qué no de chasco, y hasta de cabreo, una vez advertida la tomadura de pelo dada la fecha de que se trataba.

En la actualidad, las inocentadas se dan a diario con declaraciones vacuas de quienes están día sí y otro también en los medios. No se va a citar a nadie en particular. Cada cual que ponga el nombre que quiera, que, con más que probable seguridad, no se sentirá defraudado.

LA NOCHEBUENA SE VIENE…

 

Celebrando la Nochebuena en bar Galería de la capital

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La Nochebuena está a la vuelta de la esquina. Un día y una fecha que abren un largo paréntesis en la rutina diaria de la sociedad de consumo. Antaño eran tiempos en que con la excusa de felicitar las Pascuas se pedía el aguinaldo, aguilando, allí donde la cultura más básica todavía no había llegado, una propinilla, a veces una buena propina, que venía estupendamente en esas fechas. Pedían el aguinaldo o aguilando las clases trabajadoras sobre todo, o lo que es lo mismo las más necesitadas. Algunas lo hacían de manera organizada. Los más habituales eran los barrenderos, enterradores y otros colectivos de empleados públicos pertenecientes a las escalas inferiores. Era el caso de los carteros y de los que trabajaban en el Juzgado Municipal, sin que faltaran los monaguillos de la parroquia o los repartidores del Boletín Oficial de la Provincia, cuando se imprimía en papel la publicación y se distribuía a los suscriptores a domicilio. En fin, todo aquel que prestaba un servicio público, cualquiera que fuera, se sentía con el legítimo derecho y tenía por costumbre pedir el aguinaldo. Y hubo unos años, cuando todavía había guardias de circulación en el centro de la ciudad, que los conductores tomaron la costumbre de obsequiar a los agentes con regalos la mañana del día de Nochebuena.

Eran tiempos, también, en que durante las navidades se visitaban los numerosos nacimientos que se ponían, belenes se dice ahora. «Vamos a poner el nacimiento», «Hemos puesto el nacimiento», etc., eran frases acuñadas. Los había en todas las iglesias de la ciudad, o al menos en la mayoría. Era habitual el del Frente de Juventudes, y en alguna ocasión incluso en el Gobierno Civil llegó a colocarse uno “monumental”, que mereció los honores de ser inaugurado con la pompa de rigor. Llamaba la atención, sin embargo, el del Hospital (hoy parroquia de San Francisco) con aquella casa que se iluminaba al introducir una perra gorda (moneda de diez céntimos de las antiguas pesetas) por la ranura que tenía abierta en el tejado, pero sobre todo el privado que montaba la familia de Claudio Alcalde en el primer piso de su vivienda de Marqués de Vadillo, esquina a la plaza de Herradores, que podía visitar el público, al menos el de confianza de la casa.

Una contribución novedosa y al mismo tiempo colorista y aceptada por los poderes públicos desde su inicio vino después, como hemos visto en alguna ocasión, de la mano del Centro Excursionista Soriano cuando al inicio de los años sesenta un reducido grupo de miembros y simpatizantes de la sociedad montañera tuvo la buena ocurrencia de subir a Urbión la mañana del domingo anterior al día de Navidad para colocar en el Pico un belén que nadie podía, o no debía, retirar hasta pasado el día de Reyes. En una etapa bastante más reciente, sería un grupo de piragüistas el que la tarde de Nochebuena tomó la iniciativa de colocar un belén en la isleta existente en el Perejinal, junto a la antigua Fábrica de Harinas, frente al Peñón.

Era  aquélla una época en la que la cabalgata de Reyes constituía el mayor y casi único atractivo de las celebraciones navideñas, al menos como manifestación popular externa.

En definitiva, las navidades en su primera parte pudiera decirse se circunscribían a la misa del gallo el día de Nochebuena y muy poco más, o nada más. Aunque la mañana del día de Navidad era casi una obligación acudir a la misa Pastorela, en la antigua iglesia de la Merced, la del Hospicio, reconvertido por la Diputación Provincial hace ya años en la que conocemos como Aula Magna Tirso de Molina. La celebración, conocida popularmente como de Los Pajarillos, era una de las costumbres más entrañables de las navidades sorianas que venía celebrándose desde tiempo inmemorial. Cantaba un coro de voces mujeres jóvenes y no faltaba el acompañamiento de los más variados y originales instrumentos musicales como tampoco las tradicionales panderetas y zambombas, como asimismo unos diminutos botijos de barro llenos de agua con los que al soplarlos se pretendía simular el sonido de los ruiseñores. Desde luego nada parecido a lo de hoy.

EL SOLAR DEL CIRCO Y LA CASONA

Edificio del Gobierno Militar al que malamente se ha dado ahora por llamar «la casona» (Joaquín Alcalde)

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De vez en cuando solemos traer a colación lo que hemos dado en llamar “nombres de siempre” para referirnos a nombres de calles, establecimientos y lugares de la ciudad que con independencia de la denominación oficial, comercial, etc. con la que a todos los efectos figuran en los registros correspondientes, la gente de la calle los cita y se refiere a ellos de manera diferente, por la que siempre se les ha conocido. Sin embargo, también viene resultando frecuente que, sobre todo los políticos y por extensión quienes con el mayor desconocimiento de la realidad y de los entresijos del día a día, incorporen con el desparpajo y en ocasiones falta de rigor a que nos tienen acostumbrados nuevos términos que no vienen sino a llevar a la duda cuando no al desconcierto a quienes se toman la molestia de seguirles con la sana intención de informarse.

Lo último que ha podido escucharse, y no ha sido la primera vez que lo han soltado, es el ”solar del circo” y  “la casona”, en el primer caso para tratar de localizar un espacio concreto al final del primer tramo de la avenida de Valladolid, en el lado de la derecha, subiendo, a propósito de una controvertida operación urbanística a la luz de la opinión pública, que lleva tiempo gestándose, y en el otro –la casona- por el inmueble situado en el antiguo cuartel de Santa Clara con motivo del traslado de la sede de la Subdelegación de Defensa a su nueva ubicación.

Por lo que se refiere al “bautizado” como “solar del circo”, es cierto que en ese espacio se han instalado en los últimos tiempos algunos de los circos ambulantes que han llegado la ciudad, a medida de que necesariamente se han visto obligados a abandonar los que pudiera decirse tradicionales por las exigencias urbanísticas. Pero de eso a que se le haya pasado a llamar por las buenas ”solar del circo” es cuando menos una ligereza, por decirlo de una manera suave, porque si por algo es conocida esa parcela es por haber acogida en ella la fábrica de lejías “El blanquito”, una de las referencias de los productos de limpieza durante muchos años, netamente soriano, o por los cebaderos de Crescencio García, “el Crescencio”, que están allí, al lado.

En cuanto a la casona, el asunto es todavía más grave, pues que se recuerde el inmueble ha tenido desde hace décadas un uso exclusivamente militar o vinculado a la administración militar, como ha ocurrido últimamente con la ya citada Subdelegación de Defensa. Pero precisemos más. Si por algo es conocido el edificio por las sucesivas generaciones y generaciones de sorianos no solo de la capital sino también de la provincia, y en general de la milicia, es por haber sido la sede del Gobierno Militar. Es por este nombre  por el que se le ha conocido y se le sigue conociendo y no por esa sandez que se viene repitiendo en los últimos tiempos cada vez que se hace referencia al edificio, que se le he atribuido de la noche a la mañana, sin saber en realidad por qué. Bueno sí, por el desconocimiento más absoluto que cuando menos tiene de la toponimia de la ciudad, si es que no también de su historia, quien ha tenido la osadía de salir a la palestra y soltar lo que no deja de ser un verdadero despropósito y, más todavía, un insulto a los sorianos, a los que en el mejor de los casos trata de necios.

CAPILLAS DOMICILIARIAS

La capilla de la Virgen del Carmen, una de las que circulaba por la ciudad (Mari Carmen Sánchez)

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La tradición forma parte de nuestra cultura. Con frecuencia apelemos, no sin una buena dosis de nostalgia, al recuerdo de vivencias antiguas que el paso del tiempo se ha encargado de borrar de la actualidad cotidiana pero que, en cualquier caso, siguen teniendo reservado un espacio en la memoria particular de cada uno y de la colectividad en general. En el ámbito local, una de las muchas tradiciones puede que no extinguida aunque sí en franco declive desde hace tiempo tiene que ver con lo religioso y, en particular, con las capillas domiciliarias. Un hábito que algunos estudiosos sitúan su origen en el siglo XV, incluso antes, y que sigue manteniéndose vigente en muchas zonas de España. En Soria, también.

Quizá deba señalarse antes de seguir adelante que las capillas domiciliarias son sencillamente unas urnas de madera, por lo general de aproximadamente 44 centímetros de alto, 22 de ancho y 15 de fondo, que contienen la imagen de un santo o una virgen protegida por un cristal y surgen de la devoción a la Virgen y a los Santos. En la parte inferior del frontal cuentan con una pequeña caja con su correspondiente abertura, en realidad una hucha, para depositar las limosnas. Esta era una tradición muy arraigada entre las mujeres que ha venido transmitiéndose de generación en generación. Aquí, en Soria, no ha sido una excepción, y aunque la práctica de este antiguo hábito haya decaído notablemente, y ni de lejos tenga el arraigo con que contó antaño, la realidad es que el testimonio de costumbre tan ancestral lejos de estar acabado sigue manteniéndose.

Las indicadas urnas de madera, que con la mayor propiedad pueden considerarse oratorios portátiles, porque de hecho lo son, iban, y siguen yendo, de casa en casa, sin salir del barrio, con una periodicidad antaño diaria, pues no podían retenerla más de veinticuatro horas que se materializaba, por lo general, al anochecer, siguiendo escrupulosamente el listado que figuraba adosado por detrás de la capillita con el día del mes y el nombre de la persona (el conjunto de todas ellas se conoce en la jerga como coro) que debía recibirla. Para ello era preciso que la celadora, en su condición de responsable de la capilla, se hubiera encargado de buscar previamente a las voluntarias que las acogieran en su domicilio y más tarde de revisar y renovar la lista, si hacía falta, además de recoger el dinero y entregarlo en la parroquia o iglesia en que se veneraba la imagen, que era la encargada de invertirlo en un fin determinado. Era una práctica rutinaria, rodeada de cierta solemnidad, si se quiere. Que se recuerde, aquí, en la ciudad, eran las capillas de la Virgen del Carmen, San Antonio y la Virgen del Perpetuo Socorro las más populares o, por lo menos, las que más circulaban –no falta quien señala también la de La Milagrosa- las que iban a diario de casa en casa siguiendo la tradición heredada, donde lo habitual era que permanecieran de anochecer a anochecer en cada uno de los domicilios. Allí se las colocaba en una de las mejores salas de la vivienda para ser venerada a lo largo de la jornada. En torno a la capilla tenía por costumbre reunirse la familia, cada día a la misma hora, con el fin de elevar sus oraciones, practicar los ritos y, como se ha señalado, depositar su óbolo. La dueña de la capilla recibía el nombre de titular pues había sido comprada por algún familiar suyo o por ella misma, que si bien podía retirarla del circuito en el momento que lo deseara, lo normal es que esto no ocurriera más que por alguna circunstancia especial cuando no por el deficiente estado de conservación del oratorio, aunque ciertamente no se recuerda ninguno de estos dos supuestos y sí por el decaimiento de una costumbre que se ha visto superada por los nuevos hábitos de la sociedad globalizada. De tal manera que de la práctica del día a día tan en boga hace décadas se ha pasado a una periodicidad pudiera decirse más flexible, posibilitando por tanto seguir manteniendo vivo el testigo de la tradición.

CONCURSO DE MACETAS Y DE LO QUE FUERA

Exposición y concurso de macetas en la Dehesa (Archivo Histórico Provincial)

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De vez en cuando los medios de comunicación suelen dar cumplida información acerca de la celebración de tal o cual concurso, certamen, o como se les quiera llamar, relacionados con los oficios más diversos.

Los concursos “Destreza en el oficio”, que en realidad son eso y no otra cosa por más que se intente camuflar su denominación para evitar cualquier relación con el pasado, no son ni mucho menos producto de una corriente innovadora o de la introducción de nuevas tendencias y modos de estimular la competencia profesional; muy al contrario, vienen cuando menos de la larga etapa política anterior  que fue cuando verdaderamente proliferaron iniciativas semejantes.

Aquí, en la capital, tuvieron una amplia repercusión y fueron frecuentes los concursos provinciales organizados por las distintas ramas de los sindicatos verticales que, todo hay que decirlo, eran el caldo de cultivo al menos en el mundo laboral, que es al que iban destinados este tipo de certámenes. Uno de los más célebres de la época fue –acaso por tratarse del primero- el de albañilería que tuvo por escenario las instalaciones del campo de deportes de Educación y Descanso –todavía no era conocido como San Andrés- con un primer premio dotado con  mil pesetas, una copa donada por la Diputación Provincial y un conjunto de útiles de trabajo compuesto por llana, paleta, nivel, plomada y metro, que ganaron Salvador Gallardo Ballano y su hermano Abilio; un segundo de quinientas pesetas e igual equipo de herramientas para Andrés Gutiérrez Ibáñez y Marcelino Álvaro García, y el tercer premio, de trescientas pesetas, lo consiguieron Mariano Vargas Salvador y Jesús Modrego; las demás cuadrillas participantes recibieron “un premio de asistencia” de 50 pesetas cada una. Y como la ocasión lo merecía los premios fueron entregados por la primera autoridad y jerarquías sindicales, siendo los concursantes entusiásticamente aplaudidos, según la información del boletín informativo Recuerda, Órgano de la Delegación Provincial de Sindicatos.

Pero también hubo concurso “Destreza en el oficio” para panaderos; Teodoro Romero Esteban y Aurelio Martín Antón fueron los mejores en la fase provincial y obtuvieron el segundo premio nacional en Madrid, del mismo modo que de mecanógrafos, motosierristas, pasteleros y, sin apurar la casuística, hasta de aprendiz de cerrajero y de corte de troncos con hacha, que solía convocar el Frente de Juventudes con motivo de las fechas más señaladas de la Organización y solían desarrollarse indistintamente en el campo de fútbol o en la plaza de toros.

No obstante los verdaderamente populares –acaso por la amplitud del tejido social al que iban dirigidos- eran los de macetas de balcones floridos y de jardines como el que se celebró en la Barriada de Yagüe en el mes de agosto de 1956 cuyos ganadores fueron en el apartado de balcones Francisca Sanz; en macetas y plantas seleccionadas, María Jesús Diez; en macetas y plantas populares, también Francisca Sanz, y en jardines, Alejandro Fernández. Cuando no las exposiciones y concursos de plantas que solían celebrarse en el buen tiempo en la Alameda de Cervantes, en una zona próxima a la fuente. Todos ellos convocados con carácter rutinario por los muchos Patronatos que funcionaban en el seno del Gobierno civil, constituidos con fines específicos y determinados, bajo la presidencia del Gobernador civil y Jefe provincial del Movimiento al que aún le quedaba tiempo para ocuparse de estas cuestiones pudiera decirse de índole menor.

 

EL MONUMENTO A LA CONSTITUCIÓN

El Monumento a la Constitución en la glorieta del mismo nombre (Alberto Arribas)

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De las travesías de las antiguas carreteras nacionales y de su transferencia al municipio para que tengan el régimen jurídico de calles y el ayuntamiento pueda actuar en ellas se lleva años hablando en la ciudad, más bien décadas, cuando menos, si es que no antes, desde los primeros años noventa. En este mismo sitio no es la primera vez, ni puede que sea la última, que nos ocupamos del asunto. Ahora, si no surge algún imprevisto –toquemos madera- que tuerza la operación, parece que por fin va en serio este viejo anhelo.

En efecto, desde comienzos de este último verano –se habla de memoria- comenzó a actuarse en la parte alta de la avenida de Valladolid, la más próxima a la zona que los sorianos conocemos como El Caballo Blanco. Hace unas semanas se iniciaron los trabajos en el entorno de la estación de tren del Cañuelo. Y hace unos días la oficialmente plaza de la Constitución, es decir, la que está frente a la estación de autobuses, o sea, el cruce de Eduardo Saavedra con la avenida de Valladolid y la calle A (la central) del Polígono, está también en inmersa en la reforma.

Es de este punto del que queremos hablar; en concreto del Monumento a la Constitución, que con el inicio de las obras ha desaparecido no se sabe si definitivamente o no –cabe suponer que no y que concluidos los trabajos se reponga, o en el peor de los casos se le busque nueva ubicación- porque nada se ha dicho acera de su futuro, al menos que haya trascendido públicamente, que es lo que debiera haberse hecho para conocimiento general de la población y satisfacción de los curiosos por las cosas del día a día de la ciudad, en particular. En fin, no es este el motivo de que volvemos a ocuparnos de lo de las travesías de la ciudad y si de la de la historia del por ahora desaparecido Monumento y de que se haga con él una vez concluidos los trabajos.

Fue en el año 1983 cuando en una sesión de la Comisión Permanente del ayuntamiento capitalino, celebrada en el mes de febrero, se tomó el acuerdo de encargar una escultora alegórica a la Constitución a la vista de la oferta que hizo al municipio el escultor leonés de Astorga, Marino Amaya, en un catálogo en el que aparecía, entre otras, esta obra original suya con el título “Alas para la libertad”, por un valor de dos millones de las antiguas pesetas (poco más de 12.000 euros). Era el final de la primera legislatura de las dos que estuvo al frente del consistorio capitalino José Luis Liso Marín (UCD/AP-PDP-UL) [Unión de Centro Democrático/Alianza Popular-Partido Demócrata Popular-Unión Liberal].

Decidida, pues, la adquisición, la primera posibilidad que se barajó fue instalarla en la todavía entonces plaza de José Antonio (ahora de Odón Alonso), frente a la fachada principal del antiguo Campo de Deportes de San Andrés, y se habló también de la plaza de Mariano Granados, para decidirse finalmente por el cruce de la calle Eduardo Saavedra con la avenida de Valladolid, de donde no sea movido hasta ahora. Las razones para que fuera en este lugar y no en los otros se desconocen, siguen desconociéndose, y acaso jamás lleguen a conocerse.

Sea como fuere, lo cierto es que el martes 19 de abril de 1983 el Monumento estaba colocado, según el periódico Campo Soriano en una información –foto incluida- que llevó en primera página, a dos columnas, en el centro inmediatamente debajo de la cabecera, en la que a mayor abundamiento, señalaba que se estaban instalado los semáforos que a partir de entonces regularían la circulación rodada en dicho cruce, y que la inauguración de la escultura sería el sábado 23.

Lo que ocurrió para que el acto inaugural no se produjera ese día, sigue siendo un misterio. Pudo ocurrir que ese día no fuera el más adecuado por coincidir  con la fiesta de la Comunidad, además, por la tarde se celebraba el acto de entrega del bastón a los Jurados y se estaba en campaña de las inminentes elecciones municipales, convocados para el 8 de mayo. Pero es todo mera hipótesis, que desveló, aunque sin aclarar los motivos del cambio de ubicación, una ”Nota de la Alcaldía”, fechada el 26, distribuida para general conocimiento y que merece la pena reproducir:

“El pueblo Español, en su deseo de establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos integramos la Nación Española, ratificó la CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA, aprobada por las Cortes Generales,

Este Excmo. Ayuntamiento, ha erigido un Monumento a la CONSTITUCIÓN, para conmemorar tan fausto acontecimiento, emplazándolo en el nudo de comunicaciones de enlace, de la carretera de Valladolid con Madrid.

La inauguración del citado Monumento tendrá lugar el próximo día 30, a las 12 de la mañana, y por ello esta Alcaldía, en nombre de su Ayuntamiento, y en el suyo propio, tiene el honor de dirigirse a todos los sorianos y residentes en esta provincia, para que asistan a dicha inauguración, con lo que se quiere perpetuar tan gloriosa efeméride nacional.

Soria, a 26 de abril de 1.963. EL ALCALDE. José Luis Liso Marín”

En efecto, el sábado 30 de abril de 1983 quedó oficialmente inaugurado el Monumento a la Constitución, en el que curiosamente aparecía grabada en relieve la fecha del 23 de abril y en otro de los laterales  se colocó una placa metálica con el texto siguiente: EL EXCMO. AYUNTAMIENTO DE SORIA A LA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 1978 – 23 ABRIL 1983

. Al acto, desarrollado en medio de un fuerte vendaval, asistieron las primeras autoridades locales y provinciales, concejales del equipo de gobierno y de la oposición  además del autor de la escultura. El alcalde de Soria, José Luis Liso Marín, pronunció un discurso en el que destacó el carácter de la ley principal y como tal de marco legal de convivencia y consenso en unos valores esenciales que representa la Constitución Española. Acto seguido se descubrió la inscripción alusiva, a los acordes del Himno Nacional, interpretado por la Banda Municipal, según la referencia de Campo Soriano de nuevo en la primera del periódico, a dos columnas, debajo de la mancheta.

LA CASA DEL TALIBESAY

 

La casa de Ángel del Amo, donde estuvo el café-bar Talibesay anteriormente el del Recreo (Archivo Histórico Provincial)

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Se trata de uno de los edificios de siempre de la ciudad. Si por lo de siempre se entiende que ha sobrevivido a las últimas generaciones. Está en el centro de la capital, en un punto estratégico de paso casi obligado en la rutina del día a día. Un mirador privilegiado desde el que sin moverse es posible asistir tanto al siempre entretenido trajín de la vida diaria como a los acontecimientos que vive la ciudad. Si antaño llamaba la atención en el conjunto de la arquitectura urbana por la línea novedosa que presentaba, en la actualidad no es que pase desapercibido pero tampoco suscita un interés especial. En cualquier caso, viene a otorgar una personalidad definida a esta zona céntrica de la población, rayana con la que ahora conocemos y llamamos Casco Histórico, si es que no forma ya parte de él, siendo uno de los inmuebles emblemáticos de Soria, de los que inevitablemente se toman como referencia. Es, según la doctora Monserrat Carrasco García, uno de los ejemplos de la arquitectura doméstica del urbanista Martiarena destinada a las clases acomodadas que tuvo sus momentos de auge en el albor de los años treinta del pasado siglo. Para la estudiosa, tal vez la expresión más clara y rotunda de este movimiento sea el edificio de estilo vanguardista que en el año 1934 encarga Ángel del Amo Ropero al arquitecto municipal Ramón Martiarena en la calle Marqués del Vadillo 17 y 19, un lugar ciertamente estratégico –más o menos como ahora- pues, como subraya Carrasco, la construcción se emplazaba junto al acceso de la entonces conocida como carretera de Madrid o, si se prefiere, avenida de Ruiz Zorrilla (la actual avenida de Navarra), que era la salida hacia las estaciones de tren de San Francisco y del Cañuelo de aquella Soria de tamaño reducido que aún le costaría superar la línea que trazaban por el poniente el Paseo del Espolón y el Museo Numantino. Sea como fuere, la realidad es que para construir el inmueble, que todavía continúa en pie después de haber sido objeto de alguna que otra intervención posterior de mantenimiento más o menos importante y su correspondiente lavado de cara, el último no hace mucho, se hizo necesario derribar previamente el anterior, en el que estuvo el emblemático Café del Recreo, uno de los establecimientos de referencia de la época. En el solar resultante fue erigido, por tanto, el edifico actual de cinco plantas –en aquel momento, uno de los más altos de la ciudad- con tres fachadas, orientadas a la calle Marqués del Vadillo y a las plazas de Mariano Granados y de Ramón y Cajal, lo que no dejaba de constituir una singularidad. Destinado la mayor parte a viviendas, en los bajos abrió en 1935 el Café-Bar Talibesay, otro de los mitos de este tipo de locales, en el que se forjaba una buena parte de la historia diaria de la pequeña capital de provincia. Por cierto, en él, en el Talibesay –Isabelita al revés- tuvo su primera sede social el equipo de fútbol del Numancia tras su refundación en el año 1945. Cerró el Talibesay en los primeros días del mes de mayo de 1947 y los locales pasó a ocuparlos el Banco Español de Crédito (Banesto), que abandonaba la sede que había venido utilizando desde abril de 1928 cuando abrió sus oficinas en parte de los bajos del Palacio de los Condes de Gómara, concretamente en las dependencias existentes entre la puerta principal de acceso a la sede actual de los Juzgados y el arco del mismo nombre que comunica a través de tan transitado pasaje la calle Aguirre con la Plaza de Abastos (de Bernardo Robles en el callejero). En cualquier caso, el emblemático edificio de las tres fachadas ha pasado también a la historia de la ciudad por ser, entre otras muchas cosas, el recordado lugar del que partía los domingos del verano el microbús –por darle un nombre- a la ermita de San Saturio, que permitía sus usuarios asistir a la misa matinal, y a diario la añorada Central, que posibilitaba la comunicación del centro urbano con la Estación Nueva, la del Cañuelo. Y, en fin, como quien dice hasta ayer mismo, el autobús que subía a la Barriada, la única línea de transporte urbano de que disponíamos los sorianos para movernos por la ciudad. Desde hace unos años, la planta baja del inmueble la ocupa una oficina de la Caja Rural.

EN TORNO A LA AMPLIACIÓN DE «LA MILAGROSA»

 

El Centro de Salud de La Milagrosa (web saludcastillayleon)

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Hace unas semanas los sorianos nos desayunamos con una noticia, que pareció caída del cielo porque de ella no ha vuelto a decirse ni una palabra más, y resulta extraño, acerca de la ampliación del Centro de Salud de La Milagrosa, para que nadie se pierda, el ubicado en Nicolás Rabal, en parte de los terrenos de la antigua Huerta de San Francisco. Se ofrecieron algunos detalles de la obra a acometer, que para los ciudadanos de a pie reunían todos los ingredientes de estar ante un jeroglífico.

De confirmarse la “misteriosa” noticia que, repetimos, no tuvo la ampliación a que habitualmente nos tienen acostumbrados los gabinetes de propaganda de los organismos públicos, se estaría ante un despropósito más que añadir a cuantos se vienen cometiendo ante la cada vez más alarmante pasividad de la sociedad soriana, que lo da todo por asumido.

Sin irnos del ámbito de la sanidad o de la salud, como se prefiera, llevamos años asistiendo a uno de los mayores y claros despropósitos que se conocen como lo es, sin duda, la eterna ampliación del Hospital Santa Bárbara –para los sorianos mayores, La Residencia- que está resultando el cuento de nunca acabar, por su ubicación en lo más parecido a una trampa de bastante mal gusto que para colmo por el norte pone fin al casco urbano, porque detrás no hay más que el barranco que conduce a la finca de la Fuente del Rey, por no entrar en las serias y complicadas dificultades que plantea no solo poder llegar desde cualquiera de los barrios de la ciudad sino incluso circular por el entorno, que es toda una aventura.

Pues con el Centro de Salud de La Milagrosa ocurre algo parecido, que a mayor abundamiento aparece materialmente arrinconado detrás del antiguo Hospital Provincial, luego Colegio Universitario (CUS), agravado con las obras que llevan tiempo acometiéndose en este para habilitarlo como hotel.

Podrá decirse, y no sin razón, que las obras que se van a llevar a cabo en La Milagrosa son en un edificio ya construido, con bastantes años en funcionamiento en una zona del centro de la ciudad especialmente saturada de servicios y, en los últimos tiempos, con el añadido de las incomodidades del tráfico rodado. Pero dicho sea con visión de futuro, que sigue brillando por su ausencia y ni lo hubo cuando se proyectó, ¿no hubiera sido preferible construir un edificio de nueva planta en otro espacio, que sin duda lo hay, que resultara más funcional para los usuarios y, sobre todo, con la accesibilidad de que en la actualidad carece para quienes a diario  tienen la ineludible necesidad que acudir a él?