LA PLAZA DEL VERGEL

Edificios de la plaza del Vergel desaparecido con motivo de la gran remodelación del entorno (Archivo Histórico Provincial)

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La plaza del Vergel, diría uno por resumir, ha sido le hermana pobre de la ciudad hasta el punto de ser tradicionalmente un espacio escasamente aprovechado y mucho menos disfrutado por los sorianos. Cierto que su estética se asemeja más bien poco a la de no hace tantas décadas pero pese a todo de lo que no cabe la menor duda es que la plaza del Vergel ha sido objeto de sucesivas remodelaciones aunque ciertamente ha carecido de un proyecto integral y duradero en el tiempo, para qué vamos a engañarnos, nunca ha tenido. Acaso también porque la zona haya estado condicionada por otro tipo de actuaciones que jamás se llevaron a cabo como pueda ser la tan traída y llevada durante décadas gran calle de 18 metros de anchura que se publicitó en los años cincuenta del siglo pasado como alternativa al Collado; una vía que partiendo de la calle Mesta, para ser precisos, de la puerta principal de la plaza de toros, o sea de la puerta grande, iba a llegar hasta la plaza del Carmen (de Ramón Ayllón). El caso es que aquella plaza –la del Vergel- sin al menos atractivo aparente, cuyos edificios nada tienen que ver con los actuales, no contaba con más actividad comercial que se recuerde que la de un local destinado a almacén de frutas y un taller de zapatería, y temporalmente, en los primeros años sesenta, el recordado supermercado –el primero con que contó la ciudad-, en realidad, unos barracones instalados por Abastos (Comisaría General de Abastecimientos y Transportes, su nombre técnico), un organismo oficial que entre otras funciones tenía encomendadas la de garantizar el abastecimiento de alimentos de primera necesidad a precios razonables, no mucho después de que fuera demolido el refugio antiaéreo construido en ese mismo lugar durante la Guerra Civil. Pues bien, abierta la plaza por los laterales, una de sus delimitaciones se correspondía con el edificio del Instituto Nacional de Enseñanza Media –el Instituto durante muchos años hasta que al final de los sesenta se rebautizó como de Antonio Machado- y por el norte con la manzana de casas una buena parte rehabilitada tras el importante incendio del año 1951. No obstante, venían a cerrarla en cierto modo por un lado aquel viejo además de cochambroso y destartalado caserón en el que funcionaba la oficialmente llamada Escuela de Artes y Oficios Artísticos de Soria -la Escuela de Artes-, y por el otro, ya en la calle Doctrina, el monasterio de santa Clara. No era, pese a todo, la plaza del Vergel una de las más transitadas.

Fue en 1981 cuando uno de los primeros ayuntamientos democráticos aprobó la urbanización de la plaza del Vergel con extensión hasta la prolongación de la calle Mesta, por detrás de la muralla; se dice bien, por detrás de la muralla, pues para que se abriera el portillo a la altura de la plaza del mismo nombre, aunque en la calle Puertas de Pro, tendrían que transcurrir todavía siete años. Sea como fuere, el desarrollo del proyecto más importante acometido durante muchos años en la plaza del Vergel y la largamente esperada conexión de la zona del antiguo Campo del Ferial con la otra parte de la ciudad, con la plaza de abastos como primera referencia, por más que no se materializara en los términos pensados cuando menos treinta años antes, le dio otro aire pero, sobre todo, un dinamismo del que tradicionalmente había carecido aún a costa de tener que trasladar necesariamente, para no volver porque el regreso se produjo a la plaza del Carmen, el mercadillo semanal al emergente barrio configurado por el paseo de san Francisco y las calles aledañas; una decisión que como bien se recuerda todavía lejos de resultar un trámite suscitó una encendida polémica alimentada desde diversos sectores ciudadanos y del comercio de la ciudad.

Reconvertida y ampliada la plaza, y una buena parte de la calle Aduana Vieja rehabilitada, el entorno pasó a ofrecer alternativas que hasta entonces no había tenido. Se colocó el busto de Antonio Machado, obra del escultor Serrano, y al tiempo que se programaban esporádicas actividades puntuales surgieron nuevos establecimientos comerciales y de ocio. Más recientemente se instaló delante del patio acristalado del Instituto la estatua sedente del poeta.