TRENES ESPECIALES

Fachada principal de la estación Soria-San Francisco, la conocida como Estación Vieja por los sorianos (Archivo Histórico Provincial)

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En Soria llevamos décadas hablando del tren, mejor dicho de su precariedad. Y en los últimos tiempos todavía más porque el panorama cada día se ennegrece un poco más por la retahíla de retrasos y averías del único con que cuenta la ciudad.

Hace unos años, cuando se aprobó el PAES, aquel famoso Plan –uno más- que se nos vendió a los sorianos como la solución a todos nuestros males, fue el propio presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, el que volvió a atizar el fuego de las comunicaciones ferroviarias en la visita que hizo a la factoría de Puertas Norma en San Leonardo de Yagüe, con una referencia expresa a la modernización de la línea ferroviaria Soria-Torralba y a la recuperación de un tramo de vía en las proximidades de la capital para desarrollar lo que en la terminología actual se ha dado en llamar puerto seco –en realidad, un muelle de carga y descarga- en el polígono industrial de Valcorba, que, como tantas otras, quedó en nada.

Es una modesta pero entusiasta y animosa asociación cultural la que hace años se lio la manta a la cabeza y mantiene viva la llama de la reivindicación del tren.

En fin, hubo un tiempo en que la compañía ferroviaria Renfe programaba viajes organizados, al margen de los servicios ordinarios, llamados “trenes especiales”. El de Machado de ahora, promovido por el Ayuntamiento, hubiera sido antaño uno de ellos.

En su momento Soria también se incorporó a una de las modas de la época en este campo como fueron los trenes especiales, por más que, ciertamente, se puedan contar con los dedos de la mano, y sobren, los que salieron y/o llegaron. En efecto, un tren especial trajo a Soria desde su base en Guadalajara al Batallón de Minadores Zapadores, desembarcando en la desaparecida Estación Vieja, la de San Francisco, una tarde muy fría de los primeros días del mes de diciembre del año 1950, y en medio de una gran expectación desfiló hasta el ya entonces viejo y destartalado cuartel de Santa Clara, donde permaneció de guarnición algunos años.

Por aquel entonces, aunque unos meses antes y por motivos muy distintos, llegó a Soria otro tren especial. Eran los años legendarios del Numancia y su primera temporada en Segunda División, a la que había llegado tras una carrera meteórica. El Zaragoza, con la vista puesta en su vuelta a Primera, tenía que jugar en Soria un partido aparentemente fácil frente al combinado soriano que se afanaba por salvar la categoría. Todo ello se tradujo en la notable expectación que suscitó el encuentro no solo en Soria sino también en la capital aragonesa. A tal extremo de que en Zaragoza se organizó un desplazamiento especial por ferrocarril, en el que según las crónicas viajaron alrededor de dos mil personas y eso que la meteorología el día del partido fue auténticamente invernal, por otra parte la propia de un 5 de febrero de los de antaño, es decir, frío, lluvioso y en muchos momentos con chubascos de nieve, que por lo visto restaron una afluencia mayor de seguidores aragoneses al partido que, por cierto, ganó 2-1 el Numancia.

Once años más tarde, en 1961, el viaje fue a la inversa. También con motivo de un compromiso futbolístico del Numancia no tanto para medirse al Zaragoza como a otro equipo de la capital maña, el Amistad, el gran rival de los sorianos en aquella Tercera División que el cuadro rojillo quería abandonar a toda costa. Bien, pues en el vetusto campo de Torrero debía disputar el Numancia un encuentro decisivo para sus aspiraciones el 19 de marzo. Fue tal el interés que levantó el partido que la Renfe no dudó un instante fletar un tren especial, que resultó un éxito. Sólo en ferrocarril viajaron a Zaragoza a primera hora de la mañana de aquel día de San José 1.100 sorianos en un convoy compuesto por trece unidades (vagones) y dos máquinas, o lo que es lo mismo “195 metros de tren”, según el titular del reportaje que publicó el viejo Hogar y Pueblo con la firma de quien cincuenta y tantos años después lo ha vuelto a desempolvar para este blog, es decir, uno mismo. El punto de partida fue la desaparecida Estación Vieja y el de destino la del Campo Sepulcro en Zaragoza. El viaje (ida y vuelta) costó 100 pesetas (0,60 euros) en 3ª, 156 (0,94 euros) en 2ª y 214 (1,29 euros) en 1ª. Después del partido, que por cierto terminó con empate a uno, el regreso a Soria, también a la Estación de San Francisco, todavía con unos años, no muchos, de vida por delante, antes de proceder a su demolición y reordenar de arriba abajo la zona.