LA BANDA DE MÚSICA

La Banda Municipal de Música subiendo por la calle Ferial hacia la plaza de toros una tarde de corrida (Archivo Histórico Provincial)

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La Banda Municipal de Música está entrañablemente unida a la historia moderna de la ciudad. De tal manera, que después de ochenta y seis años de vida con achaques, que los ha tenido y alguno delicado, es lo más parecido al buen vecino que nos viene acompañando a los sorianos desde el comienzo de los años treinta del siglo pasado cuando el Ayuntamiento decidió convocar la plaza de Director de la formación como paso previo a la creación efectiva de la Banda Municipal de Música.

La Banda atesora multitud de recuerdos que pasan por la composición de aquélla, siempre bajo la dirección del maestro Francisco García Muñoz, de la que formaban parte, entre otros, los legendarios, por veteranos, Adolfo Rubio, Felipe Neri, Pedro Sanz, Martín Jiménez y Ricardo Guillorme, citados sin más orden que el que acude a la llamada del recuerdo cuando se pone uno a escribir, en la probable seguridad de que se han producido omisiones, junto a un nutrido grupo de jóvenes entonces como garantía de continuidad, hoy muchos de ellos, igualmente desaparecidos, algunos hace más de medio siglo largo.

Y entre las aportaciones de la agrupación, en aquella época la única referencia musical de la ciudad, qué duda cabe que hay que situar en primer lugar la temporada regular de conciertos, al filo del mediodía de los domingos y festivos, que comenzaba con la llegada del buen tiempo, por lo general en el rincón del Paseo del Espolón, junto a Correos, hasta que en el mes de junio, en vísperas de las fiestas de San Juan, cambiaba el escenario a la Dehesa y en concreto al mítico árbol de la música. El esperado estreno de “La Nueva” –los sorianos del momento conocen bien el término- era una de las citas ineludibles y casi podría decirse que la puesta de largo anual de la Banda. Luego, durante el verano propiamente dicho, las actuaciones se ampliaban asimismo a la tarde de los jueves.

Del mismo modo, el desfile desde la Plaza Mayor a través del Collado hasta el coso de San Benito, cada tarde de toros, junto con el tiro de mulillas, ofrecía a los sorianos una de las estampas más bellas y entrañables de costumbrismo que fuera posible imaginar. La cobertura de las fiestas de San Juan y San Saturio y otras actuaciones puntuales que pudieran tener lugar con motivo de la de los chóferes, en San Cristóbal, y las verbenas de los barrios –a la de la calle Santa María, el 6 de agosto, solía acudir con relativa frecuencia- venían a completar, en líneas generales, la programación anual, o lo que es lo mismo el compromiso de la Banda Municipal de Música con la ciudad.

De todos modos, bien es sabido también que su larga ejecutoria ha atravesado por momentos muy delicados, como en la década de los sesenta del pasado siglo XX cuando a causa de las dificultades económicas del consistorio para mantenerla estuvo bajo mínimos hasta el punto de que a la corporación que presidía Albero Heras Hercilla no le tembló el pulso a la hora acordar su disolución en 1963; de tal manera que no quedó más remedio que echar mano de formaciones foráneas para cubrir las necesidades más perentorias. Pero esta es otra historia.