LA PLAZA DE HERRADORES

La Plaza de Herradores en una imagen de los años cincuenta del pasado siglo XX (Archivo Histórico Provincial)

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De unos cuantos años a esta parte el centro de Soria, es decir el Collado y su entorno más próximo, ha sufrido una renovación casi total no tanto en su configuración, que sigue siendo la misma de siempre, como por el contrario ha ocurrido con los nuevos establecimientos que están funcionando hoy, que no tienen nada que ver con los de no hace tanto.

La que todos conocemos y llamamos Plaza de Herradores, en el callejero, de Ramón Benito Aceña, en recuerdo del diputado y senador conservador por Soria durante casi medio siglo puede que haya sido una de las más afectadas por el cambio. Hoy, bastantes de los edificios están desocupados y el censo de residentes ha sufrido una caída importante. De manera que a falta de lugares de encuentro, o lo que es lo mismo de plazas públicas, que sigue siendo la asignatura pendiente de Soria, la céntrica de Herradores se ha convertido en uno de los puntos importantes de reunión de la ciudad en cualquier época del año.

En la Plaza de Herradores hace ya muchos años que dejó de funcionar la siempre concurrida parada de taxis, y que desaparecieron los carrillos de chucherías para los chicos y no tan chicos que se ubicaban a diario a la entrada, a uno y otro lado de ella, como escoltándola. Además, lógicamente, de los dos kioscos de periódicos, que continúan en pie hoy, a los que durante la temporada había que añadir el puesto del barquillero, este, a la vuelta, al comienzo de la calle Marqués del Vadillo.

Entonces la Plaza de Herradores estaba todavía abierta al tráfico. Y en la temporada estival seguía siendo el lugar de contratación de los peones para la siega, de los jornaleros que se dedicaban al esquilo del ganado lanar, y de los temporeros que se ofrecían para realizar diversas faenas propias del verano soriano.

Pero la Plaza de Herradores era, sobre todo, un importante punto comercial de la ciudad. Una zona con tal grado de concentración de tiendas en la que no había espacio, grande o pequeño, que no estuviera destinado al ejercicio de una actividad comercial. Al contrario que hoy en que la mayoría de los locales, con alguna que otra excepción muy concreta, son establecimientos dedicados a la hostelería, o sea, bares, exactamente lo contrario que antaño.

Porque en efecto si se entra desde la calle Marqués del Vadillo viniendo desde El Collado, la relojería de Liso, en la misma esquina del palacete que da a las dos calles, hoy es un local reformado que ha sido utilizado temporalmente como oficinas bancarias. Y si se sigue por esa misma mano, puede encontrarse uno con que la antigua papelería Vallejo, es utilizada como almacén. La tienda de perfumería que había al lado –hoy una tiene de electrónica-, fue anteriormente la barbería de los hermanos Cascante (Antonio y Santiago). En la librería Atlas estuvo con anterioridad el bar Urbión. Continúa, aunque remodelado, el de La Apolonia, donde en el primer piso, se servían comidas, cuando lo regía el Fermín. La casa donde estuvieron la tienda de Vicén Vila, la Gestoría Seseña, e incluso una vivienda en el ático, y en una etapa bastante más moderna el estudio del fotógrafo Vicente forma parte del nuevo edificio del Apolonia. El hoy bar Feli´s no era ni más ni menos que la tienda y el taller de reparación de calzado del señor Eugenio Amo. Y el conocido por Herradores, cerca del rincón, una cacharrería en la que se vendían botijos, cántaros, cazuelas de barro y bastantes más útiles domésticos artesanales hechos con cerámica.

En el frente de la plaza, siguiendo el sentido inverso de las manecillas del reloj iniciado, en el mismo rincón, hubo una panadería y luego la tienda de modas Ñeka; a continuación la droguería Patria, el bar Latino de ahora. Y tras cruzar la calle Numancia, la tienda de ultramarinos del Anastasio, una de las clásicas, lo que es el bar Plaza.

El circuito se completaba en la otra acera con la tienda de muebles de la Viuda de Claudio Alcalde, que daba vuelta al callejón de El Salvador, en la actualidad el Banco Atlántico. El bar Imperial, un café de los antiguos, estaba en el local que ocupó la droguería y perfumería Ruiz. A continuación la tienda de ultramarinos del Manolo Ruiz y posteriormente de su hermano Agustín, es en la actualidad igualmente un bar. Y por último la ferretería de la Viuda de Claudio Alcalde con fachada también a la calle Marqués del Vadillo que dio paso al Banco Castellano y más tarde al Bilbao.