La droguería y farmacia Carrascosa en el centro de la imagen (Archivo Histórico Provincial)
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Se habla de memoria, pero de droguerías se ha escrito más bien poco o acaso nada, salvo reseñas puntuales en la prensa de la época de contenido casi siempre publicitario anunciando los productos que ofrecían. Es una de las asignaturas pendientes de la Soria de antaño porque se trata de establecimientos que marcaron una época en la historia de la sociedad soriana a partir, cuando menos, de finales del siglo XIX con prolongación durante todo el siglo XX hasta bien entrado el XXI, en el que nos encontramos, que fue cuando desapareció la última droguería de las “de toda la vida” que estuvo funcionando.
Una de las acepciones con que define la RAE a las droguerías es la de tiendas en la que se venden productos de limpieza y pinturas, entendiendo lo de limpieza en el sentido más noble del término, como veremos. Es en este campo en el que vamos a movernos centrados en los comercios emblemáticos que estuvieron funcionando en la ciudad, todos ellos, insistimos, ya desaparecidos, con unas pinceladas que no dejan de ser un mero apunte a modo de justificación testimonial, lejos de cualquier intencionalidad finalista.
Un anuncio publicado en el periódico El Avisador Numantino el 14 de enero de 1883 nos lleva a la que sin duda fue una de las primeras droguerías, si no la primera, que abrió en la ciudad. Fue la de Benito Calahorra, en el número 6 del Collado, que era también farmacia, una práctica, por otra parte, si no habitual sí relativamente frecuente en una época en la que las dos actividades –farmacia y droguería- se simultaneaban. Pues, en efecto, en el mismo local además de productos farmacéuticos se vendían también útiles de pintura, incluida esta: pinceles y brochas, purpurinas, colores de anilina, barnices y un extenso catálogo de artículos de la más diversa índole. El continuador de las dos actividades, en el mismo local, fue el farmacéutico José Morales Orantes y en una etapa posterior, la última, Felipe Pérez, que terminó dando nombre al establecimiento en los tiempos más modernos. Tras cesar Felipe Pérez en la actividad, el inmueble fue derribado. En el nuevo edificio construido en el solar resultante funcionan desde hace unos años un hotel y una perfumería.
Otro hito nos conduce a 1897 y a la inauguración de la farmacia de Santiago Ruiz Lería, también en el Collado, aunque en el número 9, en principio solo como oficina de farmacia. Algún tiempo después, a consecuencia del traslado de su titular a Madrid, se hizo cargo del negocio el farmacéutico Enrique Ramírez, que en el Avisador Numantino del 15 de abril de 1905 anunciaba el nuevo establecimiento, ampliándolo también a droguería, en la que se vendían los artículos más insospechados -algunos de ellos ya citados-, incluida la gasolina, no solo para las pequeñas necesidades caseras. De modo que no puede resultar extraño que el Noticiero de Soria, en su edición del sábado 25 de julio de 1908, llevara una noticia, absolutamente imposible de entender en la actualidad, que no nos podemos resistir a dejar de reproducir tal cual se publicó: “El jueves último [por el 23 del recién citado mes de julio] pasó con su automóvil por Soria el señor Duque de Medinaceli, proveyéndose de gasolina en la Farmacia de don Enrique Ramírez Redondas”. Así de escueta fue la información.
De estos dos establecimientos en uno –farmacia y droguería- se hizo cargo en 1918 el doctor en farmacia Ignacio Carrascosa, que no tardó en insertar un reclamo publicitario en Noticiero de Soria anunciando en su “FARMACIA y LABORATORIO”: Drogas/Productos Químico-farmacéuticos y Productos Kodak [de fotografía] // Perfumería”, en Canalejas 18 (el Collado)”, es decir, en el Ensanche, hoy plaza de San Blas y el Rosel, popularmente como de “la tarta”, antes de que en mayo de 1923 trasladara al número 72, de la citada calle Canalejas, “frente a la plaza de San Esteban, la acreditada Farmacia y Droguería”, en cuyo lugar sigue con otra dirección pero de la misma familia.
Una nueva droguería abrió en 1929 Anselmo Plaza en la calle Canalejas 44, que apenas dos meses después amplió también a farmacia, una vez que su titular terminó los estudios que le facultaban para ejercer la profesión de boticario, como se había tenido el buen cuidado de anticipar cuando comenzó a funcionar el primero de los establecimientos, o sea, la droguería. Se trataba de la “farmacia y droguería del Centro” (así se anunció de inmediato en los medios locales), que al cambiar de titular en favor de Esperanza Domínguez dejó de ser droguería, quedando solo en farmacia, que se recuerde. A la nueva titular le siguió su hija Teresa López Domínguez. El establecimiento continúa abierto con otra dirección que, al menos que uno sepa, nada tiene que ver con la familia.