QUERÍAN ATENTAR CONTRA EL ÁRBOL DE LA MÚSICA

El Árbol de la Música junto a otro olmo legendario (a la izquierda), desaparecido hace muchos años (Archivo Histórico Provincial)

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Lo contó la tarde de un lunes de verano, hace ya unos años, el escritor soriano J. A. (José Ángel) González Sainz, una de las mejores plumas de la literatura española actual, en su intervención en el Aula Magna Tirso de Molina dentro del ciclo “Confesiones de Autor” de la Fundación Duques de Soria.

J. A. González Sainz –lo dijo él mismo en aquella sesión-, nació en Soria, en la desaparecida clínica de San Saturio, en el Alto de la Dehesa, aunque familiarmente está vinculado a Valdeavellano de Tera. Todavía muy niño marchó con su familia a Barcelona si bien él desde hace años reside en la ciudad italiana de Trieste, país en el que trabaja como traductor y profesor de Literatura Española en la Universidad de Venecia. Tratándose de Confesiones de Autor y teniendo lugar el acto en la antigua iglesia de la Merced confesó, entre otras muchas cosas, su ideología, que carece de relevancia para lo que se va a contar a continuación.

Comentó el autor que al cabo de unos años cuando él ya no tenía familia en Soria pero seguía viniendo aquí durante el verano solía alojarse en la desaparecida Fonda El Ferial (conocida antaño por el Parador del Ferial, en la planta de arriba del también desaparecido bar Alcázar), junto a la iglesia de El Salvador, en la que solían hacerlo también los miembros de la organización terrorista GRAPO que ya habían cumplido sus condenas o se encontraban disfrutando del permiso que en el marco de la legalidad les concedía el Centro Penitenciario y los familiares de los que venían a visitar a los que todavía estaban privados de libertad en la prisión de Soria, en la que cumplían sentencia los cabecillas de la organización. Era al comienzo de los años ochenta.

Pues bien, por su coincidencia en la Fonda El Ferial con este grupo de ocasionales colegas de alojamiento, con el que según él llegó a intimar, contó cómo en cierta ocasión llegaron a confesarle que entre sus acciones figuraba la de volar el Árbol de la Música, uno de los símbolos de la ciudad. Tuvo con ellos las largas conversaciones hasta que por fin logró disuadirles de su propósito, haciéndoles ver la tamaña barbaridad que intentaban llevar a cabo y el sinsentido que suponía acometer semejante despropósito.

Contada ahora esta curiosa anécdota, entre otros motivos porque el actual Árbol de la Música –la plataforma es otra historia- nada tiene que ver con el de antaño, quizá pueda resultar irrelevante, aunque, en cualquier caso, premonitoria de su destino porque el hecho cierto es que algunos años más tarde del fallido intento, y  sin necesidad de que tuvieran que atentar los GRAPO ni cosa que se le pareciera, el legendario Árbol de la Música, desde hacía tiempo enfermo, sucumbió irremediablemente víctima de la grafiosis que por entonces afectó de forma grave a los olmos hasta terminar con la práctica totalidad de ellos.

La historieta esta de los GRAPO de acabar con el Árbol de la Música la recordábamos el autor y yo un jueves de mercado, no hace muchas semanas, en un encuentro casual en uno de los bares aledaños de la Plaza de Abastos, al que tienen por costumbre acudir los vendedores del mercadillo, que terminó con el emplazamiento para una nueva cita, pues el profesor J. A. González Sainz quiere contarme algo más de semejante historia, para que pueda disponer de la información completa.

(De mi libro SORIA CURIOSA. Junio 2013. AGOTADO)