LA RECEPCIÓN DEL PRIMERO DE OCTUBRE, «EL CABEZAZO»

Autoridades saludando brazo en alto en una recepción del primero de octubre de los años sesenta. En el centro, el Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento, Antonio Fernández-Pacheco (Archivo Histórico Provincial)

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Un uno de octubre [de 1945] inició su andadura el Numancia que conocemos jugando su primer partido oficial frente al Belchite (Zaragoza) en el histórico San Andrés. Han transcurrido 72 años. El uno de octubre, una década después, se celebraban carreras de motos por el centro de la ciudad con motivo de las fiestas de San Saturio. Un par de anécdotas menores sacadas al azar de entre las actividades que se celebraban entonces.

Con independencia de la faceta festiva local, el uno de octubre ofrecía aquellos años una marcada significación política porque en Soria al igual que en el resto de España se celebraba el “Día del Caudillo”, en conmemoración “de la elevación al Poder de Su excelencia el Jefe del Estado”, si bien aquí con apenas repercusión pública, puede que por eso, por tratarse de la víspera de San Saturio.

Hubo un tiempo en que el calendario laboral distinguía las fiestas laborales entre recuperables y no recuperables, algo que se entendía sin ningún tipo de explicación aclaratoria.

Diferentes de las anteriores había otras que tenían la consideración de oficiales que afectaban únicamente a los organismos públicos, y de manera especial a los del Movimiento. El uno de abril, aniversario del Día de la Victoria; el dieciocho de julio, Fiesta del Trabajo, en que se conmemoraba el Alzamiento Nacional, y el primero de octubre eran algunas de ellas.

De unas y otras destacaba la del dieciocho de julio, entonces día la Fiesta Nacional. Era inhábil, se cobraba la paga la extraordinaria y proliferaban las inauguraciones o la colocación de primeras piedras al margen de la celebración institucional propiamente dicha.

Junto a la del 18 de julio sobresalía la del primero de octubre  -en Soria siempre estuvo descafeinada y con no demasiada repercusión en la calle-, impregnada de un marcado matiz político aunque en la práctica todo quedara reducido inicialmente a una misa cantada en la iglesia de La Mayor”, más tarde a un Te Deum en ocasiones en la Iglesia de Santo Domingo, otras en la Colegiata, luego Concatedral, y a la recepción habitual que convocaba y presidía el Gobernador civil y Jefe provincial del Movimiento y que solía tener por marco el conocido como Salón Blanco (el de sesiones) de la Diputación Provincial. Pues aunque resulte difícil creerlo el edificio del Gobierno Civil no disponía de una dependencia con el empaque suficiente en la que poder celebrar con la solemnidad que se pretendía un acto de tan singular relevancia. La Sala de Juntas, su estancia más amplia, no era la más adecuada para acoger a los numerosos invitados, a la hora de la verdad bastantes menos de los esperados.

En cualquier caso, la parafernalia de la recepción oficial consistía en que las autoridades y representaciones cumplimentaran a la primera autoridad, es decir al Gobernador civil y Jefe provincial del Movimiento, y poco más. En la práctica quienes se sentían necesariamente obligados por razón del cargo y los trepas que tampoco faltaban. Abundaban las camisas azules, sin duda por la naturaleza intrínseca del acto, que era breve y concluía con el desfile de todos ellos delante del poncio, situado en un lugar de preferencia, al tiempo que se hacía una leve inclinación de cabeza. De ahí lo de cabezazo que incluso entre los más leales no dejaba de suscitar algún que otro jocoso comentario. En todo caso, al final de la recepción oficial se acordaba remitir al Caudillo un expresivo telegrama de adhesión en nombre del Movimiento, representaciones y pueblo de Soria. Y a disfrutar de San Saturio.

El cabezazo, por lo que de rutinario tenía, fue desapareciendo por su propia inercia hasta que un año dejó de celebrarse. No obstante, con anterioridad hubo una ocasión en que la celebración del primero de octubre rompió con el esquema clásico y salió a la calle.

Fue en 1961, al cumplirse los veinticinco años del comienzo de la guerra. Acaso fuera una práctica que se extendiera a todas las provincias españolas o una mera casualidad. Lo cierto es que en Soria el Ayuntamiento decidió enriquecer el primer día de las fiestas de San Saturio y a iniciativa de quienes más tarde fundaron el Club Ciclista Soriano  (Antonio Madurga, Eduardo Smet y Joaquín Alcalde) incluyó en el programa una carrera ciclista (la primera del actual ciclo del Premio San Saturio) después de que llevaran intentándolo, sin éxito, bastante tiempo. Y como de lo que se trataba era de dar vistosidad a la prueba, nada mejor que salir de la entonces denominada oficialmente plaza del General Yagüe (ahora de Mariano Granados y siempre del Chupete, para los más mayores). Hasta aquí todo normal. Lo singular vino cuando la banda municipal de música, que acababa de terminar el recorrido habitual del primer día de las fiestas acompañando a la comparsa de los gigantes y cabezudos, se presentó en el punto de encuentro que se dice en la jerga del ciclismo y antes de que los corredores iniciaran la marcha neutralizada hacia El Collado para tomar la salida en las afueras de la ciudad, con la plaza abarrotada –sería la una de la tarde- y en medio de un ambiente de enorme expectación si es que no de curiosidad, comenzó a tocar el Himno Nacional.

Un comentario en “LA RECEPCIÓN DEL PRIMERO DE OCTUBRE, «EL CABEZAZO»”

  1. Muy buenas, soy nieta de Eduardo Smet, nos ha hecho mucha ilusión encontrar en su blog una mención a nuestro abuelo. Me gustaría contactar con usted, si fuera posible.
    Un saludo

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