LA TRADICIÓN DE LA INMACULADA

En la iglesia del Espino se celebraba la ceremonia de renovación del voto de la ciudad a su patrona (Archivo Histórico Provincial)

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En Soria, el mes de diciembre, ha sido tradicionalmente de celebraciones gremiales y locales. Pero de todas ellas acaso la más arraigada fuera la de la Inmaculada.

En la ciudad, el 8 de diciembre se producían dos celebraciones, ambas por separado, es decir, en templos diferentes, aunque casi coincidentes en la hora, si bien hubo un momento –mediados los años cincuenta- en que alguien decidió que se llevaran a cabo de manera conjunta. El caso es que por una parte tenía lugar la del arma de Infantería y Cuerpos Auxiliares con una función religiosa de los militares –por lo general en la iglesia de los Padres Franciscanos- que registraba pleno con el Gobernador civil a la cabeza, al que acompañaban las primeras autoridades provinciales y locales y representantes de los centros y organismos de la ciudad, además de los soldados de Infantería de guarnición en la plaza y numerosos fieles. No solía faltar el “patriótico discurso” del Gobernador militar, subrayaba al periódico Campo Soriano, el único local de la época.

Sin embargo la celebración más soriana y, por tanto, íntima del día de la Inmaculada corría a cargo del Ayuntamiento de la capital que durante muchos años mantuvo la costumbre secular de acudir en fecha tan señalada para los católicos a la iglesia de Nuestra Señora del Espino, patrona de la ciudad, a fin de conmemorar “el voto solemne hecho a la Inmaculada Concepción”. De acuerdo con el protocolo lo hacía bajo mazas, junto al Cabildo Colegial, y un “gran número de fieles y nutridas representaciones de las cuatro ramas de Acción Católica y asociaciones piadosas”.

La celebración consistía en una misa cantada oficiada por el párroco del templo, en la que no faltaba un “elocuente sermón” a cargo del orador sagrado con alusión a la festividad del día ni desde luego la participación del coro dirigido por el maestro de Capilla de la Colegiata y Director de la Casa de Observación, D. Demetrio [Gómez Aguilar]. Al término de la celebración religiosa era costumbre que la Corporación Municipal obsequiase al Cabildo y a los invitados con una copa de vino español en uno de los salones de las Casas Consistoriales. Particular relevancia tuvo la celebración del año 1953 cuando “en jornada de inenarrable entusiasmo y de fervor mariano, se bendijo en Soria el día de la Inmaculada, apertura del Año Mariano, la nueva imagen de Nuestra Señora del Espino, regalo del excelentísimo Ayuntamiento [que] fue solemnemente entronizada en el restaurado camarín” tras el incendio del templo el año anterior, se escribió con este motivo. Costumbre que el Ayuntamiento de Soria estuvo manteniendo hasta comienzos de la década de los noventa en que la Corporación comenzó a plantear las dificultades que tenía para asistir como tal a la ceremonia, a la vista de lo cual se tomó el acuerdo de dejar de celebrarla, como ocurrió con alguna otra.