JUEVES LARDERO

Vista de la ciudad desde el Mirón (Archivo Histórico Provincial)

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Los sorianos, como todas las ciudades y pueblos españoles, deberíamos encontarnos en plenos carnavales. Unas efemérides que aquí, en la capital, nunca se distinguieron por un seguimiento popular lo suficientemente significativo como para poder asegurar con rotundidad que existe o ha existido tradición más o menos arraigada de celebrarlos. Los carnavales no han logrado calar en el alma de los sorianos pese al empeño para revitalizarlos.

No ha ocurrido lo mismo con el Jueves Lardero, una fiesta también sin tradición alguna en la ciudad, al menos en la época que nos ha tocado vivir, si bien es cierto que el discurrir de los acontecimientos se ha encargado de impulsarla hasta el punto de que sea cada año más seguida y se encuentre plenamente consolidada en nuestro particular calendario festivo.

Por más que algún conocido autor moderno haya venido sosteniendo, sin una argumentación sólida, que la celebración del Jueves Lardero está documentada, por lo menos desde el siglo XVII, como fiesta exclusiva de chicos de la ciudad que reclamaban la gallofa por las casas para poder preparar luego la merienda, la realidad cierta es que hasta casi los años sesenta del siglo pasado no puede hablarse de que esto fuera así, aunque sin gallofa, en contraste con lo que, por ejemplo, ocurría, sin ir más lejos en los pueblos próximos, en la franja que de un tiempo a esta parte algunos han dado en llamar alfoz.

Es verdad que aquí, en la capital, la tarde del Jueves Lardero los más pequeños estaban dispensados de acudir a la escuela pero no para guardar la fiesta del día sino siguiendo la norma tradicional de todos los jueves del curso lectivo cuyas tardes eran inhábiles y venían a marcar el antes y el después de la semana. De manera que los chicos no sólo no salían a merendar como ahora a los parajes más cercanos, en que lo hacen desde el punto de la mañana, sino que ni siquiera se les pasaba por la cabeza porque la fiesta como tal era desconocida para ellos. En este marco fácilmente podrá entenderse que el tiempo de asueto de los chavales transcurría como de ordinario, en el barrio, ajenos a la realidad de esta festividad tan arraigada en el ámbito rural de la que en sus casas oían hablar –en público, ni se tocaba- mientras que a ellos les sonaba a algo remoto y difuso cuya verdadero sentido no acertaban a comprender acaso por lo que se ha señalado, por la falta de tradición y, qué caray, de información; basta consultar los periódicos de la época para cerciorarse de que no existe una sola referencia acerca de esta costumbre hoy tan popular aunque sí de la publicación “en el periódico oficial de la provincia”, que no era otro sino el Boletín Oficial de la Provincia, de una circular del Gobernador Civil en la que como cada año comunicaba que “continúan prohibidas las llamadas fiestas de Carnaval, pudiendo únicamente autorizarse bailes en centros y casinos, siempre que no introduzcan modalidad que tienda a conmemorar las expresadas fiestas; [y que] también se permitirán bailes con trajes regionales, pero siempre sin antifaz”.

En fin, las primeras menciones –muy breves, por cierto, y sin apenas detalles- aparecidas en los periódicos locales que dejan constancia de la celebración del Jueves Lardero en la capital se sitúan en el año 1961 cuando Campo Soriano ofreció, perdida en una especie de cajón de sastre, una información firmada por Interino, de aun no diez líneas, cuyo texto merece la pena reproducir: “TRADICION (en negrita y sin tilde) de una fecha, se conmemoró el jueves pasado (por el 9 de febrero), día en el que “jueves lardero” muchísimas personas animadas por la buena temperatura se trasladaron al campo a merendar. Esta costumbre preludia la cuaresma cristiana ¿no lo sabían?”. Bastante tiempo después alguien fijó en el año 1959 el comienzo de esta fiesta tan generalizada no sólo en el ámbito estudiantil, cuyo colectivo fue el promotor a costa de algún que otro disgustillo por ausentarse de las aulas sin encomendarse a Dios ni al diablo, sino en el conjunto de la sociedad.